El terapeuta puede ayudar al paciente en el descubrimiento de sí mismo como un espejo ampliador. El terapeuta no puede hacer descubrimientos para el paciente, sólo puede facilitar el proceso en el paciente. Por medio de sus preguntas puede llevar al paciente a ver su comportamiento con más claridad y puede ayudarle al paciente a determinar por sí mismo lo que su comportamiento representa.
Y el terapeuta agudo podrá encontrar bastante material ahí bajo su nariz; sólo necesita abrir los ojos. Desgraciadamente, esto tampoco es fácil, ya que para mirar y realmente ver, se requiere que el terapeuta esté completamente vacío y sin ideas preconcebidas. Debido a que el contacto siempre ocurre en la superficie, es la superficie lo que el terapeuta debe ver. (p. 80)
Dice Polster (1974): [Ante] "una fugitiva expresión de dolor que pasa por su rostro [del consultante], y parece destinada a disiparse inadvertida, (...) preguntarle entonces qué siente, o si siente algún dolor, o quizá decir: "Por un momento pareció que usted sentía un dolor muy grande", [esto] podría ser una cuña introducida en una experiencia nueva, mientras que, si se pasara por alto el indicio, la historia sería, simplemente, una historia más."
Volviendo con Perls: "Consideremos por un momento este hecho: todo lo que el paciente hace, obvio o escondido, es una expresión de sí mismo. Se inclina hacia adelante o hacia atrás, sus puntapiés abortados, sus titubeos, sus palabras entrecortadas, las sutilezas de su entonación, su caligrafía, su uso de metáfora y lenguaje, su utilización del "it"* en contraposición del "tú" y "yo"; todas están en la superficie, todas son cosas obvias y todas son significativas. Estos son los únicos elementos verdaderos con los cuales el terapeuta tiene que trabajar. Sus ideas preconcebidas no ayudarán en absoluto al paciente.
Por lo tanto, las preguntas del terapeuta estarán basadas en su observación y dirigidas a traer ciertos factores dentro del campo del darse cuenta del paciente. Utiliza su técnica de hacer preguntas en lugar de hacer afirmaciones de modo que el peso del reconocimiento y la acción sea colocado donde corresponde, en el paciente. Pero en realidad sus preguntas son traducciones de sus observaciones. Preguntas tales como ¿Te das cuenta de tu lenguaje?, pueden representar la siguiente observación y podría convertirse en la siguiente afirmación: "Me doy cuenta de que hablas muy rápidamente. También me percato de que estás continuamente sin aliento. Sería beneficioso para ti darte cuenta tú mismo de lo que estás haciendo, cosa que podamos encarar el excitamiento que estás disipando de esta manera.
Hay, sin embargo, una modalidad de hacer preguntas -empleado por la mayoría de los terapeutas ortodoxos- que a mí me parece de muy poco valor terapéutico. Estas son las preguntas que comienzan con ¿por qué?. Algo hemos hablado de esto anteriormente, pero el tema me parece lo suficientemente importante como para volver a él nuevamente.
Las preguntas ¿por qué? producen únicamente respuestas "oportunas", defensas, racionalizaciones, excusas, y la ilusión que un evento puede ser explicado por una causa única. El por qué no discrimina propósito, origen o trasfondo. Bajo la máscara del escrutinio y la indagación, ha sido la palabra que tal vez más ha contribuido a la confusión humana. No ocurre lo mismo con el "cómo". El "cómo" indaga en la estructura de un evento y una vez que la estructura se ha clarificado, todos los porqué quedan automáticamente respondidos. Una vez que hemos aclarado la estructura del dolor de cabeza podemos responder ad libitum todas las preguntas a los preguntones. Nuestro paciente tenía dolor de cabeza "porque" contraía sus músculos, "porque" se interrumpía a sí mismo, "porque" había introyectado una orden de no llorar, etc. Si empleamos nuestro tiempo en buscar causas en lugar de estructuras, más vale que abandonemos la idea de hacer terapia y que nos unamos al grupo de abuelas preocupadas que atacan su víctima con preguntas tan sin sentido como "¡Por qué te resfriaste?" o "¿por qué te has portado tan mal?". " (p. 81s)
(...)
"La idea de frustrar las preguntas del paciente es tan antigua como la terapia misma. Incluso respuestas simples como ¿por qué haces esta pregunta? tiene por objetivo devolver al paciente a sus propios recursos. Pero, como decíamos antes, la pregunta "por qué" es una herramienta muy inadecuada. Queremos suscitar la estructura de las preguntas del paciente, su trasfondo; y posiblemente podamos alcanzar el sí mismo en el proceso. De modo que nuestra técnica es pedirle al paciente que transforme sus preguntas en proposiciones o afirmaciones.
Al principio se van a atener sencillamente a dar rodeos usando otras palabras, pero al igual seguirán preguntando: "Tengo curiosidad..." Entonces repetimos nuestra petición. Ahora el paciente podrá decir: "Yo soy de tal o cuál opinión; ¿qué es lo que quiere usted". Esto al menos es un paso más adelante, ahora el paciente está manifestando ante sí mismo su inseguridad y su necesidad de apoyo intelectual. Podemos ir más allá y pedir una reformulación de la pregunta y entonces es posible que el paciente se relaje y deje salir mucho material que hasta entonces estaba siendo retenido. A título de ejemplo:
Paciente: - ¿Qué quiere decir por apoyo?"
Terapeuta: - ¿Podría transformar eso en una afirmación?
Paciente: - Quisiera saber qué quiere decir por apoyo.
Terapeuta: - Eso aún es una pregunta. ¿Podría cambiar esto por una afirmación?
Paciente: - Me gustaría sacarle la cresta a usted en esta pregunta si tuviera la oportunidad.
¡Ahora sí que tenemos un pedacito de autoexpresión! (p. 82s)"
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*Ello (it, en inglés) es un "pronombre personal de tercera persona utilizado como sustituto de cualquier sustantivo. Su traducción al español es él, ella, lo la, le, eso. Perls pone énfasis en el hecho que mediante su uso se sustantiva y se sitúa en tercera persona lo que no es un sustantivo ni es impersonal. Tiene relación con el reificar, nominalizar o hipostatizar, convertir un proceso, un verbo, en un objeto, un sustantivo. (N. de T.)" (Naranjo, pie de página, p. 75).
Naranjo, C. (1990). La vieja y novísima Gestalt. Santiago de Chile: Cuatro Vientos.
Perls, F. (1976, 1973). El Enfoque Gestáltico. Santiago de Chile: Cuatro Vientos.
Polster, M. y Polster, E. (1974). Terapia Guestáltica. Bs. As.: Amorrortu, p. 212