sábado, 30 de enero de 2016

Caso de Pareja: ¿Qué veo cuando te miro?


Chuck, después de haberle dicho a su mujer en la terapia de parejas que nunca le gustó mucho su cuerpo, no ha liquidado el asunto cuando la sesión termina. No ha hecho más que añadir otro eslabón a una cadena que se remonta a un agravio previo y se prolonga ulteriormente a lo largo de una gama de consecuencias implícitas: susceptibilidad herida, resentimiento, desengaño y todas las complicaciones afines.

Imaginemos que Tina, al hacerle Chuck ese desabrido comentario sobre su cuerpo, le contesta con una débil sonrisa y nada más. Dejar que este intercambio se retrajera y se ulcerara habría sido lo habitual en ella. Pero el terapeuta no tiene ningún interés en que los pacientes adormezcan sus conflictos, y por lo tanto explora la conciencia de Tina, que pronto dice: «Me siento defraudada porque siempre pensé que te gustaba mi cuerpo y ahora creo que sólo estabas embaucándome».

Supongamos que Chuck se siente molesto entonces y recuerda en voz alta por primera vez la repugnancia que sentía de chico por los cuerpos de las mujeres, y evoca las náuseas y todo lo que fue para él haber visto menstruar a su madre, y a su hermana dejar una bola de caca en el inodoro. Por eso casi todas las veces cierra los ojos, por miedo de ver los cuerpos con demasiada claridad o demasiada irreverencia. Tina reconoce en este punto que no es su falta de atractivos lo que está en juego, sino la rigidez personal de Chuck en lo relativo a la pureza de los cuerpos. Cuando se le pide a Chuck que vuelva a mirar el cuerpo de su mujer, dice que siente una mezcla de excitación y de asco y se ruboriza violentamente. Tina dice: «En este momento me pareces un nene chiquito, y me gustaría tomarte en brazos, y tenerte apretado contra mí y mecerte». «No puedo dejar que lo hagas», contesta Chuck, «pero siento que ardo por dentro. Estoy demasiado cohibido para abrazarte, pero una parte de mí lo desea. Tu piel empieza a tomar un aspecto cremoso».

Tina y Chuck tienen que aprender a superar la observación inicial, que parece caracterizar su relación de pareja. Si su capacidad de respuesta es inmediata, pueden hacerlo mejor que si retardan su funcionamiento. Así, lo que empieza como una confrontación áspera, a menos que se interrumpa y se constituya en foco de atención, podría ulcerarse y convertirse en una costra conyugal más, pellizcada y floja, que habría que volver a tapar y sustraer a la conciencia.

Extraído de:
Polster, M. y Polster, E. (1974). Terapia Guestáltica. Bs. As.: Amorrortu, p. 288s

viernes, 29 de enero de 2016

Caso: No tengo respaldo

A Beatrice le costaba tornar contacto con los restantes integrantes de su grupo. Comenzaba frases que no completaba, y que dejaban a los otros en la duda de lo que habría tratado de decir. No querían herirla, pero tampoco podían sentir mayor interés por ella, tan insustancial les parecía. En una de las primeras sesiones, mientras exploraba su sensibilidad corporal, Beatrice había advertido con sorpresa que no sentía la nuca. En realidad, solo experimentaba las sensaciones procedentes de su parte anterior, de la fachada. Tenía conciencia de su cara y de lo que sentía en el pecho, pero ninguna percepción de la espalda.


Le pedí que se sentara en el suelo, enfrente de Todd, y conversara con él, dándole un empujón cada vez que le dijera algo. Pronto se vio que en cada ocasión frenaba la embestida en algún punto entre el hombro y el codo. Les indiqué a los dos que se pusieran de pie y continuaran charlando y empujándose. Beatrice volvió a empujar a Todd, pero ahora solo con la punta de los dedos. Le dije que debía emplear toda la fuerza de su cuerpo. Entonces aplicó las palmas de las manos y presionó más fuertemente. Le pedí que mirara a Todd mientras empujaba, para asegurarse de que lo hacía con el vigor suficiente para provocar en él algún movimiento. Finalmente empezó a poner en contacto todo el cuerpo y no solo la parte delantera. Asentó más firmemente los talones en el suelo, bajó la cabeza y utilizó la espalda, los riñones y la parte inferior del tronco. En este punto amagó un retroceso con la pelvis, y le indiqué que la pusiera en actividad también.

Al cabo de unos minutos de intercambio atlético advirtió, corno ya lo habíamos advertido todos, que estaba sintiendo su espalda por primera vez. En ese momento su fisonomía cambió notablemente. Desapareció la sonrisa característica que la fijaba en una expresión de credulidad infantil, y quedó en su lugar una cara de mujer, sin expresión predeterminada, que podía ponerse alegre o triste. En vez de una mera fachada, el grupo pudo sentir una sustancialidad nueva: la de una mujer capaz de «respaldar» lo que dijera.

Extraído de:
Polster, M y Polster, E. (1974). Terapia Guestáltica. Bs. As.: Amorrortu, p. 118s

jueves, 28 de enero de 2016

Caso: En el Otro me reconozco

Un caso de los Polsters, sobre como la Vida nos pone espejos:

"Lila, mi paciente, al ascender a jefa de sección en una fábrica de juguetes, tuvo que aceptar como secretaria a una mujer desorganizada y dominante, que llevaba años en esa sección. No tardó en averiguar que muchos problemas anteriores de la oficina se habían debido a esta empleada, y le im­puso varias exigencias de trabajo. La mujer tomó esto como un gran golpe, y de pronto pareció «una niña abandonada», según las palabras de Lila, que en ese momento tuvo la impresión de estar sentada frente a frente con una parte de sí misma. Tanto ella como su hermano se habían criado en un barrio pobre de Nueva York, y los dos habían sido en realidad «niños abandonados», pero como Lila era la mayor y siempre lo había tenido a su cargo, solo a él lo había visto como tal, nunca a sí misma.

Los hechos que fueron saliendo a luz revelaron que había pasado toda su vida protegiendo a seres desvalidos y representando alternativamente el papel de una criatura sin protección. A medida que hablaba, fue dándose cuenta de que ya no quería hacer este papel, y reconoció que había aprovechado el enfrentamiento con su secretaria para desembarazarse de la chiquilla abandonada que sobrevivía en ella, y convertirse en una mujer cabal. Su fisonomía adquirió en este punto una expresión nueva, mezcla de ensimismamiento, introspección alerta y desconcierto creciente. Le pregunté qué sentía y contestó, desconcertada, que era como un agarrotamiento en el pecho y en las piernas. Atendió a estas sensaciones, y al cabo de unos segundos de silencio declaró sentir la contracción en la vagina. Le pedí que se concentrara en esa sensación,y así lo hizo. Pasaron unos segundos más; después se le iluminó la cara y dijo que la contracción estaba cediendo. De pronto pareció sobresaltarse, como estremecida por una sensación profunda que no describió, pero que la hizo estallar en un paroxismo de llanto, mientras pronunciaba entrecortadamente el nombre del hombre amado con quien había tenido por primera vez una relación intensa y recíproca.

Cuando levantó de nuevo la cabeza, su rostro trasfigurado era el de una mujer bella e íntegra. Al reanudar la conversación, comprendió la importancia que había cobrado su confrontación con la secretaria -a la que más adelante despidió- y el redescubrimiento de su actitud protectora hacia los desvalidos. Pero sabía que el cambio más profundo, el decisivo, había empezado al descubrir la sensación en la vagina. El despertar subsiguiente de un sentido de femineidad cabal se sobrepuso entonces al sentimiento de pueril desamparo, dando realidad concreta, y hasta un principio de solución, a problemas que, de otro modo, posiblemente no hubieran ido más allá de meros planteos verbales."

Extraído de:
Polster, M y Polster, E. (1974). Terapia Guestáltica. Bs. As.: Amorrortu, p. 208s

miércoles, 27 de enero de 2016

Caso: El cuerpo habla en las sensaciones

Seguimos con los Polster:
"El ejemplo siguiente demuestra que las sensaciones pueden revivir, mejor que las palabras, un hecho pasado que sigue ejerciendo influencia.

Joan, viuda desde hacía unos diez años, había hablado a menudo de su relación entrañable con su marido, sin dar nunca una impresión convincente de la profundidad de la experiencia común. En el curso de una sesión, a través de una serie gradual de tomas de conciencia, experimentó sensaciones de hormigueo en la lengua, ardor en los párpados, tensión en los hombros y en la espalda, y luego cierta humedad alrededor de los ojos. Respiró hondo y sintió que estaba a punto de romper a llorar. Había una sensación de lágrimas en sus ojos, y en la garganta, una especie de obstrucción que no pudo describir.

Después de una larga pausa, empezó a percibir un escozor en el que concentró la atención con cierto detenimiento. Al aparecer cada sensación nueva se hundía en un silencio y una concentración interior cada vez más prolongados, de modo que estas intermitencias fre­cuentemente duraban unos minutos. Cuando el silencio se asocia a una concentración focalizada, el efecto conjunto es la intensificación de las sensaciones. Joan empezó pronto a sentir una comezón difusa. Le costó aguantarla sin rascarse, pero lo consiguió. Por un momento casi le hizo gracia la sorprendente rapidez con que se propagaban sus sensaciones de prurito; después volvió a sentirse frustrada y triste, como si fuera a llorar. Aludió a una irritante experiencia que había sufrido la noche anterior en casa de sus padres, donde no se había atrevido a dejar traslucir su molestia. Enseguida tuvo la sensación de un bulto que la atragantaba, y tras un período de concentración en este fenómeno, aparecieron fuertes palpitaciones en el pecho. Su corazón empezó a latir aceleradamente, provocándole una grave ansiedad. Verbalizó los retumbos sordos -pum, pum, pum ... - y advirtió un dolor agudo en la espalda, a la altura de los pulmones, Se detuvo largo rato para concentrarse en el dolor, y al fin dijo con bastante esfuerzo: «Ahora me acuerdo de la noche espantosa en que mi marido sufrió el primer infarto». A esto siguió otra pausa más bien larga en la que pareció muy tensa y absorta. Finalmente dijo a media voz que tenía conciencia de estar reviviendo el sufrimiento, la angustia y la experiencia total de aquella noche, y en este punto se entregó a un llanto profundamente sentido.

Cuando acabó de llorar alzó los ojos y comentó: «Supongo que todavía lo echo de menos». Desaparecidas las vaguedades anteriores, pudo trasmitir, en esta forma llana y directa, la gravedad y la autenticidad de su relación con su marido. La trasformación de la superficialidad convencional en hondura se operó, evidentemente, en virtud de la intensificación progresiva de la sensación. Poco a poco, a través de la concentración y la creciente conciencia de sí misma, Joan se fue dejando llevar por sus propias sensaciones, que en definitiva le iluminaron el camino mejor que sus ideas y explicaciones."

Extraído de:
Polster, M y Polster, E. (1974). Terapia Guestáltica. Bs. As.: Amorrortu, p. 210s

lunes, 25 de enero de 2016

Caso: Mi mandíbula me protege

La toma de conciencia es un proceso accesible en todo momento. Al focalizarnos en ella entramos en el presente, lo que incluye, paradójicamente, el torrente de nuestras programaciones pasadas. Cada toma de conciencia amplía nuestro conocernos, establece conexiones, enriqueciendo nuestras experiencias actuales y dotándoles de perspectiva. A continuación ilustramos esto con un caso de los Polsters:

"Al iniciarse la sesión, Tom advirtió la rigidez de sus mandíbulas; a partir de ello, y en varias etapas sucesivas, pasó a hablar con menos afectación y luego a recuperar algunos recuerdos de la infancia. Tom, pastor protestante, se sentía incapaz de pronunciar las palabras como hubiera querido. Hablaba entrecortadamente, con una vocecita aguda de timbre metálico, que hacía pensar en un frágil robot. Observé en su mandíbula un ángulo raro y le pregunté qué sentía allí. Dijo  que la sentía apretada. Le pedí entonces que exagerara los movimientos de la mandíbula y de los labios. Esto lo cohibió mucho  y al describir lo que experimentaba tomó conciencia, primero, de un sentimiento de terquedad y luego de una resistencia obstinada. Recordó que sus padres vivían machacándole que hablara con claridad, y que él a menudo se empecinaba en no hacerlo.

Al llegar a este punto se dio cuenta de que tenía un nudo en la garganta. Estaba hablando con esfuerzo muscular, forzando la voz en vez de apoyarla en el movimiento respiratorio. Le pedí que diera más aliento a su elocución y le mostré la forma de coordinar la respiración con el habla usando un poco más de aire y procurando sentirlo como una fuente de apoyo. Aún así, su coordinación fue tan defectuosa que casi rayaba en tartamudeo. Cuando le pregunté si alguna vez tartamudeo pareció sobresaltarse, tomó conciencia de sus trastornos de coordinación, y recordó algo olvidado hasta entonces: que en realidad había tartamudeado hasta los seis o siete años. Entonces revivió una escena ocurrida cuando tenía tres o cuatro años: su madre, que le hablaba por teléfono desde algún lugar distante, le preguntaba qué quería que le llevara. Él trató de decir: "Ice cream" (un helado), pero ella le entendió: "I scream" (yo grito), y creyendo que le estaba gritando a su hermano, se puso furiosa. Enseguida Tom se acordó de otra escena. Su madre estaba en el cuarto de baño, y a él le parecía oírla reír. De pronto se dio cuenta de que la supuesta risa no era tal, sino un llanto histérico. Ahora recordaba vívidamente su atroz sentimiento de incongruencia... Mientras contaba la historia tomó conciencia, además, de la confusión que había sentido por ambos errores: el de su madre , al entenderlo mal; el suyo, al entender mal a su madre. Recobradas esas antiguas sensaciones, su elocución se hizo más fluida, se le ablandó la mandíbula y se sintió aliviado y renovado". (p. 202)

Esto me ha hecho recordar a Moisés, en la versión que era tartamudo. Claro, llevaba encima tremendas contradicciones: ¿soy egipcio o judío? ¿quién es mi padre? ¿por qué me abandonó mi madre? ¿cuál es el secreto?

Referencias:
Polster, E. y Polster, M. (1976). Terapia Guestáltica. Bs. As., Amorrortu, p. 201s

Darse permiso para "enloquecer"

Miriam y Erving Polster
"Anne, enterada de las magníficas experiencias que otros pacientes alcanzaban en su terapia y ella no obtenía, sospechó un favoritismo injusto de mi parte y se puso furiosa. En plena rabieta, se las tomó con todo lo que tenía a mano: hizo añicos mi reloj, volteó lámparas y ceniceros y me golpeó en la cara. Tuve que reducirla por la fuerza, para evitar daños ulteriores al consultorio y a mí mismo. Cuando quedó fuera de combate, estaba blanca de histeria, extenuada y en estado de shock. La palmeé una y otra vez hasta que le volvieron los colores y pudo verme de nuevo. Entonces la tomé de la mano y le propuse que ordenáramos juntos el consultorio. Esta posibilidad de acercarse a mí y reparar las consecuencias de su berrinche le produjo un sensible alivio. Después que la habitación quedó arreglada, consiguió sonreír, reapareció su vivacidad y se retiró. Al día siguiente llamó por teléfono: dijo que repondría el reloj, y que la experiencia de la víspera había sido tan valiosa para ella, que no podría pagarla ni con un millón de dólares. Renuncié al pago en dinero y acepté el reloj. Episodios semejantes van más allá de las técnicas y hacen que el terapeuta se sienta parte activa en los acontecimientos.

Claro está que no todos los episodios de contacto alcanzan tal intensidad, ni comportan accidentes tan dramáticos y penosos... (p. 167)"

Hasta que se descubra que los estallidos, de rabia, llanto o tontería, tienen un proceso y un término, y que ceden también ante otros importantes aspectos de la existencia, la persona no puede asentarse en su autodominio. El apoyo que requiere la exploración de las minilocuras puede llegar de:

  1. La seguridad de contar con que el terapeuta u otra persona estarán a mano en caso de emergencia.
  2. La expectativa y la garantía de que el movimiento hacia la experiencia previamente inasimilable -impensable también- será gradual, y se irá ajustando a las necesidades individuales. El paciente necesita saber que la expansión de su frontera del yo no lo expondrá a ningún riesgo irreparable, y que en cualquier momento encontrará vías de emergencia para una posible retirada. Si hemos propuesto una acción terapéutica y excede la capacidad del consultante, proponemos algo de menor intensidad, que le ayuda a ampliar su rango de acción a su ritmo y capacidad.
  3. Saber que no se tendrá que hacer nada que no se  quiera hacer. En este caso, el terapeuta puede insistir en lo que considera necesario, pero no desde la imposición sino desde el tomar en cuenta la necesidad implícita, y tomar caminos alternos, lo que requiere una indagación desapasionada. Véase otro caso citado por los Polster:
"Le pedimos a un hombre que se imagine a su madre sentada en la silla que tiene enfrente y le hable. Él se niega: dice que no le gusta la ficción. Le preguntamos sus objeciones. Contesta que cuando era chico sus tres hermanas jugaban continuamente a las representaciones y lo arrastraban a intervenir en sus juegos. Un día, víspera de Todos los Santos, se disfrazaron las tres y lo persuadieron de que se ponga un vestido de baile de señorita. Sus amigos lo vieron con esa indumentaria y de ahí en más las bromas y burlas que llovían sobre él le hicieron la vida imposible. Interrogado sobre lo que siente en ese momento al contar la historia, el hombre dice que resurge su viejo rencor contra todas las personas implicadas en el incidente: sus hermanas, los muchachos  que se rieron de él, y también su madre, por haber consentido que ocurriera semejante cosa. Bueno, aquí tenemos una variante nueva. Estamos hablando con un sujeto auténticamente estimulado, no con un paciente que se resiste a un ejercicio artificioso o -peor aún- que quizá habría acabado por efectuarlo a regañadientes. Ahora nos afirma su indignación real. Ha desenterrado lo que antes era una corriente subrepticia y oculta, y con esto la restauración de su autoapoyo es tan relevante, como si hubiera cumplido la tarea de hablar con su madre imaginaria." (p. 194ss)

Referencias:
Polster, E. y Polster, M. (1974). Terapia guestáltica. Bs. As.: Amorrortu, p. 167

viernes, 22 de enero de 2016

Los ojos tímidos se atreverán a ver lo prohibido

¿Qué pasa si el cuello desconfía de los soportes inferiores? Probablemente absorberá más trabajo de lo que le corresponde en la sustentación de la cabeza... divorciada de la información sensorial procedente del resto del cuerpo, la cabeza queda librada a sus propios recursos, y la actividad cerebral desprovista de su base sensorial ordinaria, desemboca en intelectualización. Agreguemos que el cuello tieso pierde flexibilidad natural, y ya no puede girar con libertad ni amplitud, de modo que la persona queda obligada a mirar hacia adelante, enfrentando los hechos inmediatamente obvios de la vida, pero pasando por alto muchos otros, por falta de visión lateral (p. 160s)

Algunos ejercicios ayudan a recobrar la voluntad de ver:

Mirar de lado a lado sin mover la cabeza, pues la ceguera al contacto suele adoptar la forma de la visión tubular, en la que el campo visual se limita a lo que está directamente delante de los ojos.

Abrir y cerrar alternativamente los ojos, apretando o separando los párpados con fuerza unas diez o quince veces. Este procedimiento afloja los ojos y permite que el individuo aprecie de qué diferente modo podría ver. Quizá la próxima vez que tenga el impulso de mirar, se asuste menos. (Polster, p. 135)

Referencias:
Polster, E. y Polster, M. (1974). Terapia guestáltica. Bs. As.: Amorrortu.

jueves, 21 de enero de 2016

Objetivos de la Psicoterapia

Los Polster señalan que la psicoterapia tiene tres elementos que la identifican:

1. El aprendizaje de habilidades útiles para el diario vivir. Logrado de manera directa o indirecta (como el participante silencioso de un grupo, que aprende observando, o el consultante que incorpora aspectos del psicoterapeuta sin que éste se lo haya propuesto; o como resultado de un aumento de la apertura o la autoconfianza). El propósito de la terapia es modificar el umbral experiencial de modo que el consultante se encuentre en mayor capacidad para actuar.
"Vamos a suponer que a un paciente  se le dice: "Ensaye mover la pelvis en esta forma", y que el hombre hace la prueba y acota: "Parece femenino". "Sí, femenino", admite el terapeuta. "Pero, ¿le gusta?". "Resulta cómodo caminar así", observa el paciente, y acaba adoptando un andar libre y fácil, sin preocuparse por su femineidad. No es asunto de poca monta. Los dos estarían gravemente limitados si el paciente tuviera que descubrir esto sin la instrucción o el esclarecimiento del terapeuta; en tal caso, este último le serviría de poco. Claro está que enseñarle supone un riesgo, y que podría acostumbrarse a seguir las directivas, y por último a depender de ellas. Pero sin riesgo no se consigue nada. (...) Muchas habilidades pueden enseñarse directamente sin que ello implique menoscabar la integridad del aprendiz. Si el profesor de natación me explica que estoy tragando agua porque pataleo demasiado abajo, ensayaré patalear más cerca de la superficie y comprobaré que así nado mejor." (p. 179s) 
2. Su función activadora, es decir de vitalizar e impulsar a la acción.
"Una de las experiencias más estimulantes de la vida es enamorarse, cosa que ocurre no pocas veces entre el paciente y el terapeuta o entre miembros del grupo. Este amor contiene la chispa de una movilización que trasciende la relación terapéutica. Una muchacha de veintiún años, totalmente aislada de los hombres, me contó un sueño en el que había hecho el amor conmigo, y a continuación,  confesó que le gustaría que el sueño fuera realidad. Expresó sus deseos -intensos y en cierto modo aterradores como eran- con una franqueza ingenua que me conmovió. Aunque no quería acostarme con ella, le dije que la encontraba profundamente atractiva, y ella vio que era cierto y que su sinceridad me había llegado al alma. Desde ese momento, los hombres empezaron a ser parte de su vida. Aceptar su condición de mujer estimulable y estimulante fue como aprender el idioma de un país donde antes  había sido una extranjera." (p. 181)
"Tocar es activante. Los relatos dramáticos son activantes. Los movimientos físicos nuevos son activantes. Y también reconocerse uno tal cual es, asumir el liderazgo, respirar en forma correcta, lanzar un bramido, revelar un secreto. La nómina de las experiencias activantes es infinita." (p. 182)
 3.  El desarrollar un nuevo sentido de sí mismo.
Naomi se tenía por una persona intuitiva y sensible, si bien creía ser nula para las descripciones exactas.  Un día le pedí que describiera un cuadro de mi consultorio. Adoraba esa pintura y más de una vez había respondido a sus cambiantes y luminosos colores. Pero ahora se trataba de otra cosa: según mis instrucciones, debía describir dicha pintura en términos tan objetivos y concretos, que quien la viera por primera vez en una habitación llena de cuadros pudiera reconocerla inmediatamente. Mientras lo hacía, Naomi tomaba conciencia del pesado esfuerzo que demandaba la tarea: rechinaba los dientes, apretaba las mandíbulas y mordía las palabras. Reconoció, entonces, todo el resentimiento que guardaba contra los adultos que en su niñez le habían inculcado el principio de responder a las cosas descartando el placer, y reteniendo solo la descripción escueta. Pero descubrió también algo nuevo: podía hacer esa descripción, sin que disminuyera su gusto por el cuadro... (p. 184)
[La] intervención psicoterapéutica no se dirige a transformar la situación exterior, a modificar las cosas, a los otros o a los acontecimientos, sino más bien a transformar la percepción interna que se hace el cliente de los hechos (Ginger, p. 24)
 
 Referencias;:
Ginger, S. & Ginger, A. (1993). Gestalt. Una terapia de contacto. México D. F.: Manual Moderno
Polster, E. y Polster, M. (1974). Terapia Guestáltica. Bs. As.: Amorrortu, pp. 177-185

miércoles, 20 de enero de 2016

Caso: "El mundo apesta"

Marcia tenía la costumbre típica de sorber por la nariz como remate de sus declaraciones. Le pedí que olfateara cualquier cosa del consultorio que le interesase oler. Olió primero la alfombra, luego la mesa y después a mí. De pronto advirtió que estaba demasiado cerca, se turbó y volvió a su asiento.

Al darse cuenta de la gran intimidad que suponía olfatearme, había recordado una antigua humillación que, en su momento, la había torturado mucho. Marcia tenía nueve años cuando arribó de Europa a Estados Unidos. Su nueva vida la desconcertaba terriblemente, y le costaba mucho hacer amistades y sentirse en su casa. Un día, varios chicos le hicieron un obsequio que resultó ser una barra de jabón desinfectante. En aquellos tiempos el olor corporal, el jabón desinfectante y la deshonra eran todo uno. Aunque ella no pudo captar entonces en toda su significación lo agraviante del regalo, comprendió que le habían inferido una grave humillación, que era una extraña, vergonzosamente distinta de toda la gente que la rodeaba.


A medida que me hablaba de estas cosas, fue reconociendo que gastaba una cantidad considerable de energía en verificar como huele el mundo, y que había llegado a la conclusión de que, en términos generales, huele bastante mal. Este juicio refuerza su crónica necesidad de sentirse superior al prójimo. Uno de los rasgos de su carácter es la pericia para encontrar los defectos ajenos. La transformación de su olfateo figurado en un olfateo real dio vuelta la tortilla: descubrió que la ponía en intimidad conmigo y, para su consternación, se sintió asustada y retrocedió. Evidentemente, olfatear le causaba una emoción más intensa cuando creaba intimidad que cuando era apenas la rancia reformulación de un viejo agravio.

Extracto de:
Polster, E. y Polster, M. (1974). Terapia Guestáltica. Bs. A.: Amorrortu., p. 166

martes, 19 de enero de 2016

La Voz como expresión de la personalidad

Los actores suelen practicar repitiendo una misma frase desde diversas perspectivas: por ejemplo, cómo lo diría una persona muy afligida, primero; después, cómo lo haría una persona furiosa, y, por último, una persona apasionadamente enamorada. Es obvio que la expresión del amor y la de la cólera deberían sonar muy diferentes; sin embargo, la voz de muchas personas se mantiene invariable en ambos casos.

Larry tenía una voz emocionalmente opaca y, para colmo de males, ni siquiera lo advertía. Le pedí, pues, que me cantara sus palabras como si estuviera actuando en una opereta. La sugerencia le causó gracia, y la primera vez que lo hizo se le animó la cara, como si fuera un pajarito recién nacido que acabara de asomar su pico al mundo. Trabajó sobre su voz durante una sesión entera, hasta que finalmente consiguió decir las palabras con algo de la animación despertada en él por el canto. Ahora, por lo menos, conocía la diferente resonancia que podía cobrar su voz, y por un rato se sustrajo a su modo de hablar habitual y se expresó en tonos más variados y vivaces. Por desgracia el efecto de la experiencia se disipó y recayó en su monotonía, aunque esta vez con un  sentimiento cabal de frustración., porque advertía la diferencia y quería su voz más vibrante. Hablaba con la cabeza gacha, sin acertar a expresarse, y como si sofocara un suspiro. Le pedí que respirara hondo y suspirara, manteniendo la barbilla pegada al pecho. El suspiro resultó un gemido y, mientras continuaba gimiendo, su voz se volvía más y más profunda, hasta que empezó a sentirla integrada con su cuerpo. Comprendió entonces que no sólo había sido una voz monocorde, sino, además, desencarnada. Comoquiera que fuese, aun gimiendo sintió una extraña paz interior, un sentimiento que trascendía todo contenido específico. Al cabo de unos minutos estuvo de nuevo en condiciones de hablar con la animación redescubierta de antes. No la conservará permanentemente, pero en lo sucesivo cada vez que la pierda tendrá más posibilidades de encontrar los medios de recobrarla, en la terapia al principio, y posteriormente fuera de ella.
(...)
Antes que Larry, el de la voz monocorde, se familiarice con la vivacidad vocal, acaso necesite gruñir, gritar, llorar, charlar como una mujer o como un fanfarrón, cuchichear, despotricar, hablar en un dialecto extranjero, chillar... descubrir, en fin, todas las posibilidades de la voz inmadura que mantuvo estancada tanto tiempo... (p. 144s)

Hay personas cuyas palabras se pierden antes de llegar al oyente, o lo atraviesan sin afectarlo; otras cuyas palabras resbalan sobre el oyente, o van más allá de él; sólo algunas saben entablar el contacto justo, que se siente directo y certero.

[La respiración cumple un papel fundamental es la emisión de la voz. Si es contenida, debido a tensiones musculares crónicas en diferentes partes del cuerpo, hacen que el aire que mueve las cuerdas vocales llegue a ellas en diferente forma, haciendo que se sobre o sub esfuercen.]
(...)
La risa es otro aspecto significativo del contacto vocal. ¿Surge del individuo con fluidez, o a borbotones? ¿Tiene resonancia o es opaca como un sonido metálico? ¿Es suelta o contenida?

(...)
Un principio gestáltico elemental es acentuar lo que existe, en vez de procurar cambiarlo directamente... [Por tanto, un buen ejercicio en grupo puede ser pedir a alguien que exagere su expresión dirigiéndose a cada miembro. Por ejemplo, el quejumbroso pidiendo algo a cada uno.] (p. 146-148)

Hay hablantes verbales y hablantes sutantivos y, algunos que prescinden de pronombres personales; hay quienes hablan con libertad poética y otros que lo hacen con la precisión de agrimensores (p. 149) [entonces, es una buena idea leer poesía para enriquecer la expresión]

[En el video siguiente sobre el Teatro Kabuki podemos notar que el peso recae sobre el uso de la voz]
[Por otra parte, las palabras que se usan también pueden ser usadas de gatillo:] Una técnica consiste en pedir a la persona que sea lo que describe. Si dice que es "radical", por ejemplo, pedirle que sea un radical y personifique lo que sólo a medias manifiesta. Acaso diga entonces: "Yo soy radical: arrojo piedras"; o bien: "Yo soy radical: me gusta ir hasta la raíz de las cosas". Otro método sería preguntarle cómo, dónde y cuándo es radical, interrogantes que lo remitirían a las circunstancias específicas de su naturaleza radical, apartándolo del rótulo generalizador. (p. 152)

Extraído de:
Polster, E. y Polster, M. (1974). Terapia Guestáltica. Bs. As.: Amorrortu.

lunes, 18 de enero de 2016

El rol del terapeuta, según la Terapia Gestalt

...No existe el terapeuta ideal, y de existir no estoy seguro que sería de gran ayuda... El terapeuta real, de carne y hueso, inevitablemente mostrará su propia personalidad y sus propios prejuicios en la situación terapéutica. El asociacionista estará al acecho de asociaciones, es decir, contenido verbal e imágenes. El conductista buscará operaciones verbales y motóricas. El moralista estará al acecho de actitudes buenas y malas. El guestaltista estará al acecho de situaciones concluidas e inconclusas.

Pero mientras más se confía el terapeuta en sus propias convicciones y prejuicios, más tendrá que depender de sus propias especulaciones para descubrir qué es lo que está ocurriendo dentro del paciente. A pesar de que muchas de estas especulaciones psiquiátricas han sido tan extensamente aceptadas que han logrado casi el carácter de un reflejo -por ejemplo, el símbolo fálico escondido tras la aparición de cualquier objeto alargado-, no altera el que sean sólo especulaciones y abstracciones, fijas, iguales que las abstracciones fijas del neurótico. Como tales, impiden al terapeuta ver cualquier otra cosa.

[El terapeuta] tendrá que aprender a trabajar tanto con simpatía (compromiso total con el campo total, un darse cuenta de sí mismo  del paciente) como con frustración... Para poder ser bondadoso, tendrá que ser cruel. Tendrá que darse cuenta de las relaciones del campo total, tanto de sus propias necesidades y reacciones ante las manipulaciones del paciente como de las necesidades del paciente y sus reacciones ante el  terapeuta. Y debería sentirse en la libertad para expresarlas... La persona sana no pisotea las necesidades de los demás, ni tampoco permite que se pisoteen sus propias necesidades. Tampoco se resiente si su pareja reafirma sus propios derechos. (Perls, 104s)

...En la empatía [mal entendida. N. de E.] no puede haber un contacto verdadero. En el peor de los casos se convierte en confluencia... Está tan sumergido en el campo que no puede ser testigo de él. He conocido terapeutas que han tenido tal necesidad de mimar y ser ayudadores que estaban en confluencia crónica con sus pacientes. No es de extrañar que fueran muy apreciados por sus pacientes. Estos dependían tanto de ellos que no era de extrañar que no pudiera ocurrir ningún cambio decisivo.. (Perls, p. 106)

Lo que frustramos son sus intentos de controlarnos a nosotros mediante sus manipulaciones neuróticas. Esto le obligará a recurrir a sus propios recursos y desarrollar su propio autoapoyo. Entonces podrá dirigir toda su destreza manipulatoria hacia la satisfacción de sus necesidades reales. (Perls, p. 108)

"El proceso terapéutico descansa, por parte del paciente, en los dos factores transpersonales de toma de conciencia y espontaneidad; mientras que el terapeuta contribuye a ello con el estímulo y apoyo de la expresión genuina y refuerzo negativo ("reducción del ego") de lo patológico. En la medida que la psicoterapia pueda ser aprendida, esta actividad de reducir expresión genuina y confrontar lo disfuncional constituye una estrategia; en la medida que la terapia derive del grado de desarrollo del ser del terapeuta, estos dos serán el resultado espontáneo de una relación natural y de la creatividad individual." (Naranjo, p. 10)

[La auto-ayuda como tal es viable y necesaria, pero la perseverancia no es una cualidad tan común. Por otro lado, hay aspectos de uno mismo que sin ayuda externa son inaccesibles o se evitan (mecanismos defensivos). Como dice Naranjo:] "cuando se llega al asunto del camino interior, la dificultad aumenta, pues ¡quién desea cambiar! y ¡quién es realmente capaz de "trabajar"!" (ib. p. 12)

El profesional con habilidad en psicoterapia es, por sobretodo, aquel que puede producir acción real, más allá de las acciones superficiales, las cuales, si no están respaldadas con la actitud apropiada, no son más que un ritual vacío. Es capaz de detectar la actitud exacta, reforzarla, exigirla, enseñarla, pues la conoce en sí mismo. Cualquier libro puede describir una técnica, pero una actitud debe ser transmitida por una persona. (ib. p. 13)

El terapeuta no sólo entrenará al paciente en la atención persistente a su experiencia en curso, sino que especialmente lo estimulará a percatarse y expresar su experiencia en el momento en que fracase en la tarea...:

P: Siento que el corazón me late muy fuerte. Me están sudando las manos. Tengo miedo. Recuerdo cuando trabajé contigo la última sesión y...
 T: ¿Qué es lo quieres decirme volviendo a la semana pasada?
P:  Tenía miedo de exponerme, y luego me sentí aliviado otra vez, pero creo que no expresé lo verdadero...
T: ¿Por qué me quieres decir eso ahora? 
P: Me gustaría enfrentar este temor y descubrir lo que sea que estoy evitando. (ib. p. 35)
Claudio Naranjo
Prácticamente todas las técnicas de la terapia gestáltica podrían ser consideradas como una corporeización particularizada de la amplia prescripción: "percátate". Esta prescripción,  a su vez, es una expresión de la creencia y experiencia del terapeuta de que sólo con la  capacidad de percatarse puede haber verdadera vida para la persona, que la luz de la toma de conciencia es todo lo que necesitamos para salir de nuestra confusión, para percatarnos de la necedad de los que creamos nuestros conflictos, para disipar las fantasías que están ocasionando nuestra angustia. (ib.p. 57)

Ni siquiera nuestra actividad mental privada se centra primordialmente en el presente. Gran parte de ella consiste en anticipaciones, recuerdos, fantasías y "juegos de calce"... todas estas actividades, en lugar de permitirle a uno percatarse del presente, constituyen un acto de evitación del presente. (ib. p. 60)

Pienso que si le pedimos a nuestros pacientes que asignen la regla de la no auto-interpretación y acepten nuestra propia regla de la no-interpretación, sabiendo que es una técnica y no un asunto moral, estaremos en mejor contacto con ellos que si implícitamente consideramos sus "porque" como evitaciones o "sabotaje". Generalmente, en mi propia práctica hago una declaración en el sentido de que la necesidad de interpretaciones puede estar basada en suposiciones erróneas, e invito a mis pacientes a experimentar con una situación donde no haya lugar para interpretaciones.
(...)
Si, en forma alternativa, el paciente explica o busca explicaciones en él o en su terapeuta, éste puede seguir uno de estos dos cursos de acción:
  1. Insistir en la regla,
  2. Dirigir su atención a su experiencia del momento: la necesidad de evitar una incomodidad hasta aquí no reconocida, la compulsión de explicar las cosas o justificar en términos de eventos pasados, su deseo de sentirse aceptado como un paciente con capacidad de introvisión, su elección de su propio enfoque en lugar de aquel sugerido por el terapeuta, etc.
(...)
La regla del no-acercadeísmo, que involucra las reglas de la no-explicación o búsqueda de explicación, del no-filosofar o búsqueda de otra verdad que no sea la evidencia, del no-diagnóstico de la personalidad o reunir información conducente a interpretaciones (además de discusiones sobre el tiempo, las noticias matinales, etc.), no sólo se aplica al paciente individual, sino que es particularmente efectiva en situaciones de interacción grupal. En la terapia individual, las explicaciones representan pérdidas ocasionales de tiempo. En una situación grupal, una explicación lleva a otra y a otra y a otra, de modo que tal nivel de discurso se establece en que nada significativo puede ocurrir. Por otra parte, la simple regla de suprimir la verbalización de opiniones, ideas, opiniones acerca de los sentimientos de otros  miembros, etc., es, por sí misma, una garantía de que algo significativo va a ocurrir en la sesión... (ib. p. 64s)

El acercadeísmo se refiere principalmente al mal uso del intelecto (es decir, uso del intelecto para evitar), y el debeísmo, al mal uso de la vida emocional. En la esfera de la acción, la manipulación constituye una actividad semejante. (ib. p. 73)

Sin importar cuán no-directivo pueda ser un terapeuta gestáltico en su apoyo de la espontaneidad, él puede ser muy directivo en su forma de estimular la experimentación conductual en el curso de una sesión. (ib. p. 275)

El terapeuta sintonizado con su propia paranoia, su propia psicopatía, su propia depresión, su propia catatonía o hebefrenia está en condiciones de responder a quienes sufren un proceso de autodisminución por sobredosis de tales toxinas. (Polster, p. 38)

Claudio Naranjo resume los implícitos de un estilo de vida propuestos por la filosofía de la terapia gestáltica (Naranjo, p. 21):
  1. Vive ahora -es decir, preocúpate del presente más que del pasado o el futuro.
  2. Vive aquí -es decir, relaciónate más con lo presente que con lo ausente.
  3. Deja de imaginar, experimenta lo real.
  4. Abandona los pensamientos innecesarios, más bien siente y observa.
  5. Prefiere expresar antes que manipular, explicar, justificar o juzgar.
  6. Entrégate al desagrado y al dolor tal como al placer, no restrinjas tu percatarte.
  7. No aceptes ningún otro debería o tendría más que el tuyo propio: no adores ninguna imagen tallada.
  8. Responsabilízate plenamente de tus acciones, sentimientos y pensamientos.
  9. Acepta ser como eres.
Y nos recuerda lo que dijera Freud: "el objetivo de la psicoterapia es la capacidad de trabajar y amar".

"Comamos, bebamos y disfrutemos, que mañana moriremos" afirma el Eclesiastés (Ec 2, 24)... Tras ello hay un punto de vista según el cual vivir la vida y vivirla ahora era una acción santa, una modalidad acorde con la voluntad de Dios. (ib. p. 42)

Tomado de:
Naranjo, C. (1990). La vieja y novísima Gestalt. Santiago de Chile: Cuatro Vientos.
Perls, F. (1976, 1973). El Enfoque Guestáltico. Santiago de Chile: Cuatro Vientos.
Polster, E. & Polster, M. (1974). Terapia Guestáltica. Bs. As.: Amorrortu.

domingo, 17 de enero de 2016

El Contacto: ¿Dónde termino Yo y dónde empiezas Tú?

Perls, Hefferline y Goodman describen el contacto en los términos que siguen:
"...fundamentalmente, un organismo vive en su medio manteniendo sus diferencias y, lo que importa aún más, asimilando el medio a sus diferencias. En la frontera es donde se rechazan los peligros, se superan los obstáculos, y se selecciona y apropia lo asimilable. Ahora bien, lo seleccionado y asimilado es siempre nuevo; el organismo subsiste asimilando lo nuevo, mediante el cambio y el desarrollo. Así por ejemplo, el alimento, como solía decir Aristóteles, es aquello que, siendo "desigual" puede llegar a ser "igual"; y en el proceso de la asimilación el organismo resulta modificado a su vez. Primordialmente, el contacto es la conciencia de las novedades asimilables y el comportamiento correspondiente hacia ellas, y el rechazo de la novedad inasimilable. Lo que invade, lo que se mantiene igual o lo indiferente, no es objeto de contacto".* (p. 105)
El mero hecho de ver o de oír no es garantía de un buen contacto: lo que determina que este se logre es cómo se ve o se oye. Por lo demás, el contacto se extiende a la interacción con las cosas inanimadas: mirar un árbol o una puesta de sol, escuchar el rumor de una cascada o el silencio de una gruta, son formas de contacto. Y también podemos entablarlo con recuerdos e imágenes, experimentándolos aguda y plenamente. (p. 106)

Véase la experiencia de una deliciosa muchacha de veinte años que, en el centro de un grupo, contó que había sido drogadicta y prostituta y que, cuatro años antes, había dado a luz a un niño que entregó al nacer para que fuera adoptado . A la sazón había emprendido una vida nueva; ayudaba a jóvenes drogadictos y cursaba estudios en la universidad. En un momento de culminante patetismo, se volvió a uno de los hombres del grupo y le pidió que la abrazara. Asintió él con un movimiento de cabeza y la joven, tras un breve titubeo, se le acercó y se acurrucó en sus brazos. En este punto se aflojó y rompió a llorar. Cuando su llanto se aplacó, alzó los ojos, alarmada por lo que podían sentir las mujeres del grupo al verla allí, en los brazos de un hombre, y en el foco de la atención general. Sugerí que quizá tuviera algo que enseñarles sobre la forma de entregarse a un abrazo. Estaba evidentemente cómoda, y había en su actitud una gracia fluida y un abandono que a nadie le vendría mal aprender.

Se sintió más tranquila con eso, y aún permaneció un momento en los brazos del hombre, aunque sintonizando todavía las reacciones de las mujeres, que en realidad estaban demasiado emocionadas para juzgarla. Poco después la muchacha le preguntó a una de las más atractivas e influyentes si ella la abrazaría. El drama era de una fuerza tal que resultaba casi inevitable que la mujer accediera y, en efecto, caminó hasta donde se había sentado la muchacha y la estrechó en sus brazos. En este punto sobrevino la relajación final y el llanto de la joven fue más hondo que antes.Cuando terminó de llorar, su tensión había desaparecido, se sentía desinhibida y totalmente unificada con el grupo.

He aquí una solución alcanzada a través de la experiencia y no de la interpretación. En vez de analizar sus sentimientos al centralizar la atención del grupo, o las posibles objeciones de las mujeres a su sexualidad, o a su vergüenza de haber sido drogadicta y prostituta, la paciente alcanzó la solución mediante contactos reales con las personas que la rodeaban. Les contó a ellos su historia. Dio el primer paso para que la sostuvieran, y la sostuvieron. Aflojó su resistencia al contacto, permitiéndose llorar en los brazos de alguien, en vez de insistir en que podía cuidar de sí misma, ya que posiblemente nadie más quisiera cuidar de ella. En vez de interpretar la ansiedad que le causaban las mujeres presentes, procuró tomar contacto con ellos. A través del contacto llegó la descarga y luego la unión.

Se preguntará qué valor tiene esta experiencia si el insight no se articula racionalmente de manera que sirva de guía para el contacto ulterior. Ese valor reside en que esperamos que el individuo desarrolle  una actividad más autodeterminada y general. Piaget ha observado que cada vez que le adelantamos al niño una "respuesta correcta", le impedimos aprender e inventar por sí mismo muchas respuestas correctas nuevas. La acción contiene las semillas del conocimiento interno, un conocimiento que abarca la ampliación de las propias fronteras y la conciencia que así se asimila. Cada que que la muchacha del caso pueda pedir a otras mujeres algo que necesite, o pueda recibir consuelo de una mujer, o tenga otras experiencias nuevas con mujeres, su propio mundo se expandirá en direcciones por ahora indeterminadas e  impredecibles. Convertir esta experiencia en un insight equivaldría a atar todos los cabos sueltos: un trabajo prolijo quizá, pero que no deja concesiones vitales para la experiencia futura. (p. 108s.)
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* Perls, F, Hefferline, R. y Goodman, P. (1951). Gestalt Therapy, Nueva York: Julian Press.

Extracto de:
Polster, E. y Polster, M. (1974). Terapia Guestáltica. Bs. As.: Amorrortu.

sábado, 16 de enero de 2016

No sólo Oír, también Escuchar

"Jack simplificará demasiado cualquier cosa que se le diga, y perderá todo sentido de los detalles; en cambio, Marie no atenderá más que a las salvedades y contingencias. Hay gente que solo oye afirmaciones cuando se han formulado interrogantes, de modo que se hace imposible preguntarles nada, ya que invariablemente lo toman por una exigencia o una acusación. Otros suponen que si alguien les pregunta lo que están haciendo, trata de decirles algo sobre su conducta, y no simplemente de averiguarla [esto probablemente debido a que nuestros padres suelen utilizar las preguntas cuando en realidad nos están acusando, por ejemplo al decir. "¿quién rompió el vidrio? cuando lo que subyace es: "sé que tu rompiste el vidrio, eres un niño malo"].
(...)
Debido a estas disparidades, un medio de restaurar la atención del paciente enfocándola sobre el proceso mismo de escuchar es pedirle que no se concentre en las palabras que se digan, sino en otra cosa. ¿Qué oye en la voz del que habla? ¿es susurrante y suave, o áspera y agresiva? ¿cómo le impresionan su tono e inflexiones? ¿La encuentra fría, metálica, monocorde, o cálida y vibrante? Cuando la gente deja de escuchar las palabras para atender a algún otro rasgo, suele sorprenderse al captar mensajes nuevos o diferentes, en lugar de las viejas comunicaciones a que está acostumbrada.

Otro método para verificar si una persona escucha es hacer que repita lo que ha oído, antes de dar una respuesta". (p. 138)

Los terapeutas también tienen su selectividad al escuchar. Cada uno tiene un motivo o una temática más afín a su sensibilidad, lo cual explica por qué ciertos terapeutas tienen éxito con ciertas personas y con otras no, y crean poder ayudar a unos y a otros menos. (p. 139)

Referencias:
Polster, E. y Polster, M. (1974). Terapia guestáltica. Bs. As.: Amorrortu.

viernes, 15 de enero de 2016

Una sesión de Rogers con un esquizofrénico

El texto ha sido tomado de:
http://elpsicoasesor.com/ilustracion-de-una-terapia-centrada-en-el-cliente/
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La terapia centrada en el cliente*, se centra más en los procesos que en las técnicas. A continuación se presentan algunas transcripciones en los estudios de casos amplios realizados por Carl Rogers en el año 1967.

Lo que en seguida se presenta sólo es una idea breve de lo que realmente sucede en la terapia centrada en el cliente.

Jim: el joven silencioso

Un nombre de 28 años, que había sido hospitalizado como un “esquizofrénico simple”. Durante los 11 meses previos a la terapia había mejorado un poco, pero todavía se encontraba distante y silencioso.

En lugar de clasificar al cliente como un “caso perdido”, Rogers continuó adoptando las actitudes terapéuticas que, creía, originarían el crecimiento al fin.

Terapeuta: Veo que hay algunos cigarrillos en el cajón, ¿hm? Sí, hace calor, (silencio de 25 segundos).
Terapeuta: Se ve un poco enojado esta mañana o ¿es mi imaginación? (el cliente mueve ligeramente la cabeza). No está enojado, ¿verdad? (silencio de un minuto y 26 segundos).
Terapeuta: ¿Te gustaría decirme qué te pasa? (silencio de 12 minutos 52 segundos).
Terapeuta: Quiero decirte que “si puedo ayudarte en algo, cuentes conmigo”. “Pero si es algo que tú mejor. . . si prefieres permanecer dentro de ti, está bien. . . creo que lo que en verdad te estoy diciendo es que “me interesas”. No estoy sentado aquí como un palo” (silencio de 1 minuto y once segundos).
Terapeuta: Y creo que tu silencio me dice, que no quieres, o que no puedes salir en este momento y está bien. No te molestaré, sólo quiero que sepas que estoy aquí, (silencio de 17 minutos 41 segundos).

[Después de dos comentarios sin respuesta durante el minuto posterior, Rogers continúa.]
Terapeuta: Quizá esta mañana sólo quieres que me calle. . . y a lo mejor debiera hacerlo, pero sigo sintiendo como si quisiera. . . estar en contacto contigo de alguna manera. (silencio de 2 minutos 21 segundos) (el cliente bosteza)
Terapeuta: Pareces cansado o desanimado. (silencio de 41 segundos)
Cliente: (¡Al fin!) No. Sólo mal.
Terapeuta: Todo está mal, ¿eh? ¿Te sientes mal?. . .
Cliente: No.
Terapeuta: ¿No? (silencio de 20 segundos)
Cliente: No, sólo siento que no soy bueno para nadie, nunca lo fui y nunca lo seré.
Terapeuta: Así te sientes ahora, ¿eh? Qué no eres bueno para ti mismo, no eres bueno para nadie. Que no vales absolutamente nada, ¿eh?
Cliente: Sí. Eso fue lo que me dijo el tipo con el que fui a la ciudad el otro día.
Terapeuta: Creo que el significado de eso, si estoy en los cierto, ¿es que aquí hay alguien que. . . te importó lo que piensa de ti? Te dijo que él piensa que eres muy malo. Y esto realmente te quitó el piso. [Jim llora en silencio.] Esto te hace llorar.
Cliente: Pero no me importa.
Terapeuta: Tú dices que no te importa nada, pero de alguna forma creo que una parte de ti se preocupa porque una parte de ti llora por eso. . .
Cliente: Creo que siempre lo he sabido.
Terapeuta: Si te entiendo bien, lo que te lastima más que todo, es que él te diga que no eres bueno; que es lo que tú siempre has pensado de ti. Es lo que quieres decir [Jim asiente moviendo la cabeza] ... Así que por lo que él dice y por lo que quizá sientes, te sientes casi tan malo como el peor de todos.

[El cliente continúa llorando. Rogers después de reflejar los sentimientos de tristeza y desesperanza del cliente, por algunos momentos más, termina la entrevista. Tres días después tiene lugar otra sesión. Después de algunos comentarios iniciales del terapeuta, el cliente comienza]:

Cliente: Me voy a ir.
Terapeuta: ¿Te vas a ir? ¿Realmente vas a huir de aquí? Ya sé que no te gusta el lugar, pero debe haber sucedido algo especial ¿o qué?
Cliente: Sólo quiero huir y morir.
Terapeuta: M-m, M-m, M-m. Ni siquiera te quieres ir de aquí para ir a alguna parte. Solamente quieres dejar este lugar y morir en un rincón, ¿eh?.. . No lo puedo evitar pero me pregunto si todavía es cierto que algunas cosas que este amigo te dijo ¿son aún parte de lo que te hace sentir tan mal?

Cliente: En general, sí.

[Los siguientes 30 minutos fueron utilizados para reflejar los sentimientos negativos del cliente y en guardar silencio de hasta 13 minutos].

Cliente: Podría irme hoy. ¿A dónde? No sé, pero no me preocupa.
Terapeuta: Siento que te decidiste y te vas a ir. (silencio de 53 segundos).
Cliente: Por eso me quiero ir, porque no me importa lo que suceda.
Terapeuta: M-m, M-m, M-m. Por eso te quieres ir, porque realmente no te preocupas por ti mismo. Precisamente no te preocupa lo que suceda. Y creo que me gustaría decir. . . Yo me preocupo por ti. Y me preocupa lo que pase.

Después de un silencio de 30 segundos, el paciente se pone a llorar con sollozos violentos. Durante los siguientes quince minutos, Rogers (quien estaba retrasado para otra cita) refleja las emociones intensas que expresó el cliente.

Según Rogers éste es un momento importante del cambio terapéutico. “Jim Brown, quien se ve a sí mismo como terco, amargado, maltratado, sin valor, inútil, sin esperanza y sin posibilidad de ser amado, experimenta mi cuidado por él. En ese momento su coraza defensiva se rompe y se abre, y nunca podrá volver a ser la misma”.

Este cliente pudo abandonar el hospital después de varios meses de tratamiento y 8 años después informó a Rogers que era feliz, tenía empleo y era independiente.

Aplicaciones del método centrado en el cliente

Como es evidente a partir de este caso ilustrativo, Rogers cree que su método de tratamiento se puede aplicar con éxito a clientes que muestran conductas “psicóticas” severas así como a aquellos marcados como “neuróticos” o con “desórdenes de personalidad”. También vale observar que, aunque Rogers comenzó su trabajo de tratamiento clínico en contextos de uno-a-uno, sus ideas y principios han sido recientemente aplicados en contextos de grupos de varias clases.

Ciertamente, muchos de los conceptos de Rogers tienen aplicaciones en situaciones no terapéuticas, incluidos la educación de niños, relaciones conyugales, educación y relaciones interpersonales en general.

Referencia:
Bernstein, D. (1982). Introducción a la Psicología clínica. México. D.F.: McGraw-Hill, p. 457. Traductor: Herminio Abasta. UNAM.
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* En su última etapa Rogers llamó a su estilo "Terapia centrada en la persona", para enfatizar el contacto humano, y que la terapia incluye a, por lo menos, dos personas. (WOM).

jueves, 14 de enero de 2016

Contrato Secreto y Relaciones

En las relaciones interpersonales suelen haber "contratos secretos", una concertación entre dos personas para no disentir. A decir de Polster: un contrato "que suele tener cláusulas ocultas y mucha letra menuda, aunque posiblemente no lo sepa más que una de las partes. Por cierto que alguien puede verse enredado en un contrato así sin consulta previa y, desde luego, sin haber discutido las condiciones. Pudo entrar en un acuerdo semejante por negligencia o ignorancia, y sólo al quebrantarlo o alterar sus términos descubrir, con asombro, que el contrato existe. Aunque las discrepancias vagamente sentidas no hayan estallado nunca en una disputa franca, hay señales de perturbación en las relaciones de confluencia entre marido y mujer, padre e hijo, patrón y subordinado, cuando uno de ellos, a  sabiendas o no, viola las condiciones del contrato. La esposa que se lamenta: "No sé por qué me abandonó, ¡jamás tuvimos una pelea en los años que llevamos de casados!", o el padre que se asombra: "¡Pero si era un chico tan bueno!" ¡Hacía sin chistar todo lo que se le decía!", sugieren al oyente experto una relación frágil, no una relación firme. La continuidad no es una armonía ininterrumpida, sino que está mechada ocasionalmente por la discordia."

Tomado de
Polster E. y Polster, M. (1974). Terapia Guestáltica. Bs. As.: Amorrortu., 98s

miércoles, 13 de enero de 2016

La Retroflexión o "Mejor me lastimo que lastimarte a ti"

La retroflexión es la función por la que el sujeto vuelve contra sí mismo lo que querría hacerle a otro, o se hace a sí mismo lo que querría que otro le hiciera... [En este último caso Sylvia Croker le denomina Proflexión, según refiere Ginger*]

Supongamos que el niño crece en una familia que, sin ser decididamente hostil, se muestra impermeable e insensible a sus naturales manejos. Cuando llora, no encuentra un regazo donde acurrucarse; los halagos y las caricias se le regatean más aún. Pronto aprende a consolarse y mimarse a sí mismo, y a pedir poco a los demás. Más adelante se procura los mejores alimentos y los prepara amorosamente. Se compra ropa fina. Se regala un auto de suspensión perfecta. Se rodea sólo de lo más exquisito, y lo selecciona con el mayor cuidado. En todo este amor que vuelca sobre sí sigue latiendo el introyecto genérico: "Mis padres no me prestarán ninguna atención". Lo que no se ha permitido descubrir es que eso no significa: "Nadie me prestará atención"; y, manteniendo acríticamente la premisa originaria, se ve obligado a responder: "Por lo tanto, tengo que atenderme por mi cuenta".

Quizá resuelva retroflexionar también sobre sí los impulsos -tiernos u hostiles- que inicialmente debieron estar dirigidos hacia alguna otra persona. Rabietas, golpes, mordiscos o gritos fueron permanentemente anulados. Resurge, pues, el introyecto básico: "No debo enojarme con ellos", en torno al cual se erigió la defensa retroflexiva. Y vuelve la cólera contra sí mismo.

(...)
La retroflexión no se vuelve caracterológica mientras no se convierte en un paralización crónica de las energías que se contraponen dentro del individuo. Solo entonces la suspensión de la actividad espontánea -suspensión saludable y prudente mientras fue temporaria-se petrifica en helada resignación. Se pierde así el ritmo natural entre la espontaneidad y la autoobservación, y el hombre queda interiormente dividido en fuerzas que lo inhiben.

(...)
El chico que se prohíbe llorar porque así lo exige la convivencia con padres que lo prohíben no tiene por qué prolongar ese sacrificio más allá de los años en que está en contacto con ellos. El mayor escollo para vivir bien es que en vez de mantener al día las posibilidades vigentes se conserva estampada para siempre en el trasero la marca de experiencias que sólo fueron temporarias, y que tal vez ni siquiera pasaron de meros errores de percepción o intuición. Tal vez el individuo creyó que tenía que sofocar su llanto, cuando en realidad nunca estuvo obligado a hacerlo... Y de todos modos, fuese acertada o errónea la decisión inicial, no tiene por qué hacerlo ahora.

(...)
La observación del comportamiento físico del sujeto es un medio para identificar dónde se está librando la batalla. Así, el examen de las actitudes, gestos o ademanes permite ver la lucha por el control de su cuerpo. Supongamos que un hombre le cuenta a una mujer un acontecimiento muy triste de su vida, y mientras habla observa que ella se va encogiendo en su sillón, con los brazos fuertemente enlazados alrededor de sí mismo. El se detiene entonces, porque siente que cada palabra que dice la hace retraerse más, dejándolo aislado y solo en su pesar. Pero la experiencia de la mujer es muy diferente. Profundamente conmovida, siente, sin embargo, que cualquier cosa que hiciera sería una intromisión. Su actitud expresa tanto la necesidad de abrazar como la necesidad de contenerse. Se sujeta para no abrazarlo. Su impulso básico de simpatía ha dado origen a una fuerza muscular de signo contrario, que intenta mantener ese impulso bajo control... La mujer aplica toda su energía a paralizar el impulso que la asusta.

Quizá el campo de batalla de otra persona esté centrado en la prohibición de hacer comentarios mordaces, hirientes, injuriosos, o de cualquier otra manera hostiles. Se observará su control en la tensión y rigidez de la mandíbula inmóvil, en guardia contra la expresión de cólera [o el morderse los labios]. Una mujer que cruza apretadamente las piernas puede estar experimentando un meneo provocativo. Otra tal vez se toquetea la nuca para no acariciar la nuca de alguien. La gente gasta una cantidad muy grande de energía en estas actividades de contención.

(...)
La prohibición del tacto, hondamente introyectada, lo ha convertido en policía de sí mismo. Se sienta tieso en su silla, y cuando toca su cuerpo -por ejemplo, al secarse después de darse un baño- lo hace de la manera más expeditiva posible. Se previene contra cualquier fácil concesión al contacto, hasta entre sus propios sí mismos desavenidos. No sólo no se roza con nadie: para él no hay roce admisible en el mundo, ni siquiera consigo mismo.

De ahí que cuando se trata de deshacer el proceso retroflexivo, una etapa inicial de relajación de la musculatura, o aflojamiento del sistema de acción, puede mover al sujeto hacia sí mismo y no hacia los otros... [Por ejemplo] para recobrar su sexualidad plena, quizá necesite aprender primero a masturbarse bien. Cuando descubra la forma de hacerlo con placer, estará en vías de logar una experiencia sexual compartida.

(...)
Los brazos tiesos, los puños crispados, las mandíbulas apretadas, el tórax o la pelvis inmóviles, los talones pesadamente apoyados en el suelo, el rechinar de dientes, el fruncir el entrecejo en forma crónica: todas estas experiencias musculares de autocontrol se inician en el niño como un control dificultoso y consciente. "No diré palabrotas", "no tocaré la piel suave e incitante de mi madre"... Todas estas cosas empiezan como controles conscientes. El niño tentado por el deseo de tocar lo prohibido mira el objeto y se ejercita en decirse: "No, no, no" a sí mismo, como si fuera su propio padre. Más adelante este "No" queda incrustado y olvidado, y se da por sentada la tensión resultante. Olvidado sí, pero no escondido.

(...)
Lo que se necesita para deshacer la retroflexión es volver a la autoconciencia que acompañó sus comienzos. El sujeto debe darse clara cuenta, una vez más, de sus formas de sentarse, de abrazar, de rechinar los dientes, etc. Cuando sepa lo que está pasando en su interior, su energía movilizada podrá buscar salida en la fantasía o en la acción. Podrá imaginar en qué regazo le gustaría sentarse, a quién querría aplastar en una toma de luchador y a quién estrechar en un tierno abrazo, a quién le gustaría mordisquear y a quién morder.

[Dice Perls: "Las retroflexiones más importantes son: odio dirigido contra uno mismo, narcisismo y autocontrol (pues la mayoría de las personas entienden por autocontrol la represión de necesidades espontáneas). Naturalmente, la autodestrucción es la más peligrosa de todas las retroflexiones. Su hermano menor es la tendencia a reprimir (la represión es opresión retroflexionada)... Difícilmente he encontrado a alguien que no sintiera que la anulación de la retroflexión iba contra sus principios". De Casso explicita que toda retroflexión tiene su origen en algún introyecto.]

[A decir de Ginger, la culpabilidad sería, una retroflexión (p. 158). Por esto, en terapia debe impedirse que el consultante se eche la culpa, y en su lugar acompañarlo a identificar quien es el verdadero objeto de sus impulsos. Por otro lado, ¿Podríamos decir, entonces, que la retroflexión es el proceso subyacente en las enfermedades autoinmunes?]

Extracto de:
Polster, E. y Polster, M. (1974). Terapia Guestáltica. Bs. A.: Amorrortu., pp. 89-94
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Otras referencias:
De Casso, P. (2003). Gestalt, terapia de autenticidad. Barcelona: Kairós, p. 105.
Ginger, S. y Ginger, A. (1993). La Gestalt. México D. F.: Manual Moderno.
Perls, F. (1975, 1942). Yo, hambre y agresión. México: F.C.E., p. 289, 288.

martes, 12 de enero de 2016

Perls: La Tarea Terapéutica

A todos nuestros pacientes les pedimos que realicen algunas tareas en sus casas y muchos de ellos logran acelerar su terapia considerablemente de este modo. Desde luego que la primera vez que les pedimos esto están llenos de buenas intenciones, y todos prometen hacer sus tareas fielmente, pero un gran número falla en esto. Apenas se aproximan a la zona de peligro -y con este objetivo se ha desarrollado la técnica de darse cuenta- se desvían a sí mismos de una u otra forma.

Teóricamente su tarea es tan simple que parece increíble que el paciente se dé tanta maña para evitarla. Mal que mal, representa una considerable economía de tiempo y dinero. Pero a pesar de que el neurótico quiere ser "curado", también es cierto que se siente más seguro y mejor vestido con su neurosis a cuestas que sin ella, y teme que una terapia exitosa lo lance al vacío. Prefiere soportar estos males que conoce bien a otros que le son desconocidos. Eventualmente, y a medida que progresa la terapia y el paciente desarrolla más aires de autoapoyo, se hace más capaz de enfrentar su tarea.

La tarea consiste en revisar cada sesión en términos de una aplicación sistemática de la técnica del darse cuenta. En todos los tipos de terapia existe algún tipo de revisión. Algunos pacientes recordarán unos pocos puntos interesantes de la sesión -estarán agradecidos, resentidos, ponderados o deprimidos. Otros olvidarán todo lo que ocurrió tan pronto como abandonen la sala de la consulta.

Siempre utilizando la misma orientación de nuestro enfoque, le pedimos al paciente que se imagine que está de vuelta en la sala de consulta ¿Qué es lo que experimenta? ¿Puede revisar sin dificultad la sesión entera? ¡Encuentra espacios en blanco? Si lo hace ¿se da cuenta de los espacios en blanco, es decir, siente que hubo algo vagamente perturbador y que no ha podido esclarecer? ¿le expresó al terapeuta todo lo que sintió ante él? ¿Podría hacerlo ahora y con toda su persona? ¿Puede darse cuenta que está evitando e interrumpiendo algunos aspectos de su expresión total? ¿Se da cuenta de que está comprometido más que nada con sus emociones o con sus movimientos o sus sensaciones o sus visualizaciones o sus verbalizaciones?, o dicho de otro modo: ¿Hace lo que siente y siente lo que dice? (p. 87)

Extraído de:
Perls, F. (1976, 1973). El Enfoque Guestáltico. Santiago de Chile: Cuatro Vientos.

lunes, 11 de enero de 2016

El Proceso Hoffman. Un método "canalizado"

Bob Hoffman
El Proceso Hoffman es uno de los procesos más completos de trabajo introspectivo, regresivo e integrador que conozco. Como todo, depende de la seriedad de quien lo facilite. Curiosamente encontré esta información de cómo se gestó. Fue "canalizado". Desde la Psicología -no desde la Metafísica- entendemos esto como un proceso intuitivo en conexión con Arquetipos. En otro post compartiré este tema desde el punto de vista de Berne y Jung. Mientras tanto, los dejo con Naranjo:

¿Cuántos de ustedes han escuchado hablar acerca del proceso Fischer-Hoffman con anterioridad? Veo que sólo unos pocos. Entonces les contaré algo de la historia. Primero, cuando Bob Hoffman atendía a gente individualmente, se llamó terapia psíquica. Él era un sastre que se convirtió en psíquico. Un hombre que descubrió su don luego de la muerte de su madre, ya que quería creer que había una entidad más allá de la tumba, que aún podría comunicarse con su madre. A pesar de que no tenía creencias religiosas fuertes, lo convencieron de ir a una iglesia donde un psíquico respondía preguntas de la gente ahí presente. Esto lo llevó a vivir una experiencia impresionante, que lo motivó a unirse a un grupo de entrenamiento en desarrollo psíquico que se reunía en la misma iglesia. Finalmente, se desarrolló como psíquico y tomó contacto con un espíritu que se identificó como Dr. Fischer, un psicoanalista vienés que él había conocido con anterioridad. Al poco tiempo después, el Dr. Fischer le hizo una terapia y sufrió considerables cambios en su personalidad. Esto lo estimuló lo suficiente como para llevar a cabo el deseo del Dr. Fischer de introducir el proceso al mundo en general. Yo fui uno de sus primeros pacientes, y a pesar de haber sido psicoanalizado y autoanalizado, gestalteado, dianectizado, LSDeado, etc., encontré que la experiencia fue importante para mi vida personal y profesional. En la primera época del SAT... apliqué por primera vez los conceptos Fischer-Hoffman como un proceso grupal, y pronto Bob Hoffman hizo lo mismo mucho mejor, procediendo desde entonces a formar entrenadores.

Extracto de:
Naranjo, C. (1990). La vieja y novísima Gestalt. Santiago de Chile: Cuatro Vientos.
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  • Ojo: Estos detalles de cómo se desarrolló el método se obvian en la mayoría de las publicaciones.
  • Para más detalles ver: http://processohoffman.com/inscricao/pdf/origem_do_processo.pdf
  • Un resumen práctico y aplicativo en: Carballo. R. (1996). Aprender a ser libres. Madrid: Pirámide. (Disponible en la biblioteca de la UNMSM - Psicología)

domingo, 10 de enero de 2016

Gestalt Transpersonal y Meditación

"La Terapia Gestáltica, al igual que las terapias existenciales en general, es comúnmente considerada un enfoque humanista... Sin embargo, el hecho es que la toma de conciencia es transpersonal. O, para utilizar el término más antiguo, espiritual". (p. 197s)

Con estas palabras, Naranjo apertura la posibilidad de una Gestalt transpersonal. Y digo "posibilidad" porque la diferencia crucial entre tener un enfoque humanista o uno transpersonal es justamente el como enfocamos la Vida. Naranjo es claramente transpersonal; Perls, aunque haya practicado meditación, no evidencia el pase del humanismo a lo transpersonal. Los dejo con Naranjo y su aporte a una Gestalt transpersonal:

...[La terapia] Gestalt y la meditación se complementan maravillosamente -la meditación enfatizando la atención, la expresión gestáltica. Sin embargo, ambas descansan en los mismos pilares -como la buena vida misma: capacidad de percatarse y espontaneidad. ¿Qué es la espontaneidad? Podríamos estar más cerca de la respuesta si clarificamos lo que no es: no es impulsividad, no es la mera expresión de deseos fuertes y emociones. El tema de la espontaneidad nos retrae al tema de ser uno mismo. La idea de ser verdadero con uno mismo implica, desde luego, la existencia de un "sí mismo". Si este término ha de tener algún significado, éste tiene que ser la contrapartida de la estructura del carácter, lo no condicionado -e, implícitamente, lo organísmico. (Naranjo, p. 215)

[En el camino de la terapéutica gestáltica] ...no hay reglas: sólo toma de conciencia. Atención y espontaneidad. O mejor aún: percatarse y naturalidad. La naturalidad no es impulsividad, sino algo que Fritz tuvo la intuición de estipular -una síntesis de espontaneidad y deliberación. (Hay mucho de eso en el Zen, especialmente en el arte Zen). Espontaneidad, pero espontaneidad controlada. Y espontaneidad controlada. (p. 221)

[Un] sesgo de la Gestalt... es la mayor apreciación del placer sobre el dolor en el proceso transformativo. Como la caractericé en sus primeros años, la Gestalt es un "hedonismo humanista". Cierto, la expresión del impulso ha ayudado a deshacer la represión, el mandato a no reprimirse ha servido al proceso de tomar conciencia de los impulsos, sin embargo, esto no debería llevarnos a pensar que el proceso inverso de inhibir los impulsos no es fructífero como un enfoque en sí mismo. Tradicionalmente, la espiritualidad no ha sido hedonista sino ascética, austera, a partir de un reconocimiento de que la restricción también puede agudizar nuestra atención a nuestros deseos y emociones. Si observamos en forma sutil la práctica gestáltica, podemos ver que estos dos aspectos se reflejan en ella. (p. 275s)

Extracto de:
Naranjo, C. (1990). La vieja y novísima Gestalt. Santiago de Chile: Cuatro Vientos.
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  • Para profundizar en las herramientas terapéuticas de la Terapia Gestalt ver los cap. 5, 6, 7 y 10.
  • Para profundizar en el tema de la Terapia Gestalt dentro del ámbito de la Psicología Transpersonal, ver el cap. 15: El Aspecto Transpersonal de la Gestalt.
  • Para profundizar sobre la relación entre la terapia Gestalt y otras disciplinas psicológicas y espirituales, vale la pena leer el capítulo 20: La Gestalt en el contexto de los caminos de crecimiento.

sábado, 9 de enero de 2016

El Autoapoyo como objetivo de la terapia

Naranjo señala que la psicoterapia vendría a ser un apoyo a un proceso auto-terapéutico en que la persona ya está embarcada de antemano, por tanto el terapeuta debe recordarse que él está acompañando dicho proceso, que puede estar presentando un matiz más psicológico, espiritual u organicista. (Naranjo, p. 231). A continuación un texto de Perls al respecto:a

[Entonces] El objetivo de la terapia es darle [o fortalecer] al paciente una herramienta -autoapoyo-, con lo cual pueda resolver sus propias dificultades. (p. 88)

La terapia guestáltica tiene como premisa básica el que al paciente le falta autoapoyo, y que el terapeuta simbolice el sí mismo (self) incompleto del paciente. Por lo tanto, el primer paso en la terapia es entonces, averiguar qué es lo que necesita el paciente. Si no es psicótico (e incluso si lo es, como vimos en el caso descrito anteriormente), el paciente se da cuenta parcialmente de sus necesidades y puede expresarse al menos parcialmente. Pero hay áreas en que el paciente o no se da cuenta de sus necesidades específicas o está bloqueado en su capacidad de exigir lo que quiere.

Muchas veces el terapeuta descubre que el paciente tiene vergüenza de pedir algunas cosas: con la misma frecuencia encuentra que el paciente está convencido de que la única ayuda valiosa obtenible es aquella que se adivina y que se da sin ser requerida. Muchas veces no sabe pedir, o está confundido acerca de lo que realmente quiere. Pero una vez que logra expresar sus exigencias, sus órdenes, sus mandatos y sus peticiones en forma directa y realmente diciendo lo que quiere, ha dado el paso más importante. (p. 110)

...El autoapoyo es muy distinto de la autosuficiencia: Cuando el paciente termine su terapia no habrá perdido su necesidad de las otras personas. Por el contrario, por primera vez encontrará satisfacciones en su contacto con los demás. (p. 113)
Para reintegrar al neurótico tenemos que recurrir a cualquier cantidad de responsabilidad que esté dispuesto a aceptar. Lo mismo se puede aplicar  al terapeuta. Tiene que tomar responsabilidad total de sus reacciones ante el paciente. No es responsable de la neurosis del paciente, ni de su miseria o falta de comprensión. Pero es responsable de sus propias motivaciones, de su manera de tratar al paciente y de la situación terapéutica.

La primera responsabilidad del terapeuta es desafiar cualquier afirmación o conducta de parte del paciente que no es representativa del sí mismo y que es evidencia de su falta de autorresponsabilidad. Esto significa que tiene que vérselas con cada uno de los mecanismos neuróticos a medida que aparecen. Cada uno debe ser integrado por el paciente y debe ser transformado en una expresión de sí mismo, de modo que realmente pueda descubrirse a sí mismo. (p. 83s)

Si por otro lado, el paciente está genuinamente bloqueado, también dará señales de ésto. Podrá sonrojarse o podrá tartamudear. Ahora seguiremos con nuestro experimento en fantasía, ya que aún nuestro paciente no puede llevarlo a cabo ni en el nivel real ni en el nivel de dramatización.

Terapeuta: Si usted se atreviera a decirlo, ¿podría imaginarse cuál sería mi respuesta?
Paciente: Claro, usted pensaría "qué horrible criatura es usted".
Terapeuta: ¿Podría imaginarse una situación en que me podría decir a mí "qué horrible criatura es usted"?
Paciente: (con voz animada) Por supuesto, eso es exactamente lo que pensé. Qué horrible criatura es usted al ponerme en una situación tan embarazosa.
Terapeuta: ¿Podría darme más detalles de cómo a mí me gusta poner a las personas en situaciones embarazosas?

Ahora el paciente está más libre de lo que estaba antes. Y puede que esté listo para hacer psicodrama en fantasía acerca de cómo alguien consigue que los demás se sientan avergonzados. Con esto logra convertir una proyección ("el terapeuta me quiere avergonzar a mí") en una autoexpresión. Cuando haya terminado la sesión, pudiera ser que el paciente tome conciencia de que interrumpe el placer que obtiene al avergonzar a los demás, avergonzándose a sí mismo. (p. 85s)

Hay sí un problema ...que también está presente en [todas] las terapias. Y es que el paciente se adapta a nuestra técnica. Entonces puede que comience a manipular al terapeuta con experiencias fabricadas e irrelevantes sólo para agradar y al mismo tiempo evitar el encararse con sus propias dificultades. Entonces el énfasis de la terapia tiene que trasladarse del tener vivencias al inventar vivencias. El terapeuta tendrá entonces que encarar la actitud "finjamos". (p. 87)

[También] la meditación apunta hacia el auto-apoyo, como la Gestalt, a pesar de que la meditación pone más énfasis en ello, pues habla de un grado de auto-apoyo donde uno puede abandonar cualquier cosa. Lo invita a uno a un estado mental que no tiene absolutamente ningún apoyo y no necesita ser apoyado. Es un hecho paradójico el que si uno abandona el apoyo, uno no se cae, sino que por el contrario, empieza a volar. El budismo y el taoísmo hablan de este soltarse de todos los apoyos, externos e internos, como un estar apoyado en el vacío. En algo que, visto desde afuera, sólo se puede describir como absolutamente nada, si bien una de las nadas más fértiles. (Naranjo, p. 213)

Extraído de:
Naranjo, C. (1990). La vieja y novísima Gestalt. Santiago de Chile: Cuatro Vientos.
Perls, F. (1976, 1973). El Enfoque Guestáltico. Santiago de Chile: Cuatro Vientos.

viernes, 8 de enero de 2016

Sobre el comportamiento del consultante (paciente o cliente)

A continuación un extracto de Perls acerca del comportamiento del consultante. Tómese en cuenta que el término "paciente" usado por él corresponde a su época (los ´70s), en que aún predominaba una visión jerárquica y patogénica en la relación sanitaria (su uso del concepto "neurótico"):

...Hay otros pacientes que sencillamente no escuchan. Podrán ahogar al terapeuta en palabras. Lo podrán interrumpir. Podrán aparecer muy atentos, pero es obvio que todo lo que les entra por un oído les sale por el otro. Puede que literalmente no lo escuchen. Podrán interpretar mal sus peticiones y afirmaciones. A estos pacientes les permitimos ir y venir entre hablar y el escuchar a sí mismos. Al comienzo, luego de cada una de sus frases le preguntamos: "¿Se da cuenta usted de esta frase"? Por lo general recuerdan haber dicho las palabras, pero muchas veces dicen que no se daban cuenta de ellas mientras hablaban. Muchas veces en estos casos hay una desensibilización de la boca, por lo que le pedimos al paciente que se dé cuenta de sus labios y su lengua a medida que habla. Una vez que logre escucharse a sí mismo y a sentirse hablando, habré dado dos pasos hacia adelante.

Ahora pueden escuchar a los demás y han abierto el camino a lo no verbal en el ser y el comunicarse. Porque su hablar compulsivo ahoga tanto a su ambiente como a ellos mismos. Es su técnica de autointerrupción. ¡Qué es lo que están interrumpiendo? Esto lo descubrimos con nuevas indagaciones y experimentos.

Lo que con más frecuencia se descubre es que una vez que impedimos a tales pacientes consumir todo su excitamiento -todo su potencial emocional- en su cháchara incesante y su verbalismo, comienzan a dar señales de gran ansiedad. En ellos el hablar se ha convertido en una compulsión y como en todas las compulsiones, si se interrumpe, aparece detrás una gran tensión.

...La técnica del ir y venir agudiza el darse cuenta del paciente dándole un sentido más claro de las relaciones en su comportamiento. (p. 94s)

(...)
Su comportamiento [del paciente] aquí y ahora es un corte transversal microscópico de su conducta global. Si llega a ver cómo estructura su comportamiento en la terapia, podrá ver también cómo estructura su  comportamiento en la vida cotidiana. (p. 102)

Le preguntaron a un psiquiatra: ¿cómo hace usted para mantenerse bien escuchando los problemas de tanta gente? A lo que contestó: ¿Y quién escucha? (chiste contado por Perls, en p. 105) [es decir, no quedarse en las palabras, que es menos del 30% de la comunicación humana]
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Para una mirada del consultante (es decir, de cualquiera de nosotros, potenciales consultantes) es útil leer el cap. 3: Y aquí viene el neurótico, del libro de Perls (pp. 53-65 ).

Extraído de:
Perls, f. (1976, 1973). El Enfoque Guestáltico. Santiago de Chile: Cuatro Vientos.

jueves, 7 de enero de 2016

El trabajo de tomar conciencia, según Perls

"Nosotros consideramos todo el tiempo comprendido en la sesión como perteneciente al aquí y ahora; porque el darse cuenta de la vivencia solamente puede transcurrir en el presente. Pero a pesar de revivir y visualizar muy nítidamente un recuerdo, en el trasfondo siempre queda la noción de que es algo del pasado. Sin embargo, esto no es válido para lo que llamamos las propiocepciones, las sensaciones internas, las sensaciones musculares kinestésicas. Las sensaciones propioceptivas no tienen tiempo y únicamente pueden vivenciarse en el aquí y ahora, Por lo tanto si hacemos ejercicio el ir y venir entre una visualización y una propiocepción podremos llenar los espacios en blanco y completar los asuntos inconclusos del pasado. El terapeuta bien entrenado, también tomará en cuenta cualquier movimiento involuntario del paciente -encogimiento de hombros, movimiento de los pies, etc.- y le llamará la atención sobre ellos.

Supongamos que el paciente ha imaginado el retorno de una situación reciente que le molestó. Lo primero que dice cuando entra en la sala de consulta es que su trabajo le está atacando los nervios. Nadie, dice, lo trata con suficiente respeto. No hay nada muy preciso que pueda decir, pero le desagrada la atmósfera. Cosas pequeñas le deprimen. Algo muy poco importante ocurrió ese día en el comedor de la compañía, que lo molestó y no puede entender porque se vio tan perturbado por un incidente aparentemente tan intrascendental.

Le pedimos que vuelva en fantasía al comedor, y a la experiencia que le molestó. Esto es lo que podría ocurrir:

Paciente: Estoy sentado en el comedor. Mi jefe está sentado unas pocas mesas más allá.
Terapeuta: ¿Qué es lo que siente?
P: Nada. Está conversando con alguien. Ahora se levanta.
T: ¿Qué siente ahora?
P: Siento mis latidos. Viene hacia acá. Ahora me estoy sintiendo inquieto. Pasa de largo.
T: ¿Qué es lo que siente ahora?
P: Nada. Absolutamente nada.
T: ¿Se da cuenta de que está empuñando una mano?
P: No, en realidad no. Pero ahora que usted lo menciona, la siento. Incluso recuerdo que estaba enojado con mi jefe porque pasó por mi lado sin dirigirme la palabra y además le habló a alguien que me desagrada mucho. Estoy enojado conmigo mismo por ser tan quisquilloso.
T: ¿Estaba enojado además con alguna otra persona?
P: Sí, con ese tipo con el cual mi jefe se detuvo a conversar. ¿Qué derecho tiene él de perturbar al jefe? Ve, me está temblando el brazo. Podría darle una bofetada en este mismo momento a ese asqueroso chupamedias.

Ahora podemos dar el paso siguiente e ir y venir entre los sentimientos del paciente y sus proyecciones. La frase "chupamedias" nos hace sospechar. Tal vez el paciente no estaba enojado con su jefe cuando sintió la inquietud o ansiedad al comienzo de la escena.

T: Volvamos al momento cuando su jefe se levanta de la mesa. ¡Qué es lo que siente cuando visualiza eso?
P: Espere... Se está levantado. Viene hacia mí. Me estoy agitando (excitement). Ojalá me hable. Siento la cara acalorada, ahora pasa de largo. Me siento muy decepcionado.

Esto fue para el paciente una situación traumática menor. El excitamiento movilizado cuando apareció el jefe no pudo encontrar una expresión adecuada y la catexis positiva hacia el jefe ("ojalá se dirija a mí") se convirtió en una catexis negativa, hacia el competidor del paciente... la catexis negativa fue dirigida hacia las proyecciones del paciente, en lugar de sentir y satisfacer sus propias necesidades. (p. 90s)

Señala Polster: [En la psicoterapia] "confiamos en que [las] respuestas [del consultante] nos permitirán seguir la pista que él mismo nos proporcione. (...). supongamos que una persona declare incidentalmente y como al descuido: "Me siento triste". El terapeuta le dirá: "Trate de llegar hasta el fondo de su tristeza; déjese embargar por ella, hasta sentirla como algo inseparable de usted mismo". Quizá no haga falta más para que la persona sienta más punzante su tristeza; quizá esto le mueva a hablar de una pérdida irreparable de la que no se ha consolado nunca, o a evocar un acontecimiento lejano que le causó una gran pena, o a experimentar de algún modo las profundidades de una reactividad que lo levanta de su acostumbrada chatura afectiva. (Polster, 1974)

(...)
Trabajemos un poco sobre el problema que al menos en teoría es el más simple de todos, la incapacidad de expresarse.

Tomemos el caso del hombre maduro relativamente exitoso que parece estar requiriendo un "Muro de los Lamentos". Comenzará quejándose incesantemente, ante el terapeuta, de su esposa, de sus hijos, de sus empleados, de sus competidores, etc. Pero no le permitimos seguir esta expresión indirecta. Le pedimos que se visualice a sí mismo hablándoles, o que le hable en forma psicodramática al terapeuta como si éste fuera la esposa, los hijos o lo que fuere. Como acostumbramos, le ponemos en claro que no debe esforzarse al punto de tener éxito, no debe interrumpirse. Le aclaramos que nuestros experimentos se llevan a efecto con el objeto de que tome más conciencia de los diversos modos en que se bloquea a sí mismo. Le explicamos que queremos que convierta sus áreas bloqueadas, o represiones, en expresiones.

En una situación como ésta podemos tener tres posiciones entre las cuales ir y venir: las quejas de paciente (su manipulación del terapeuta para lograr apoyo), su autoexpresión inadecuada (que es una falta de buen contacto y autoapoyo), y sus inhibiciones (que son las autointerrupciones del paciente). Lo que sigue es el tipo de diálogo que puede suscitarse:

Paciente: Mi esposa no tiene ninguna consideración por mí.  (Este es un reclamo, una de sus técnicas para manipular al mundo externo para que le brinde el apoyo que no puede darse a sí mismo).
Terapeuta: ¿Podría imaginar decirle directamente frente a frente esto? (Le estamos pidiendo que no recurra a nosotros para obtener apoyo, sino que se exprese directamente).
P: No, no puedo. Me interrumpiría apenas yo comenzara. (Otra queja).
T: ¿Podría decirle esto a ella? (Otra vez una petición para que se exprese directamente).
P: Si tú nunca me dejas hablar. (Si bien esto aún es un reclamo, al menos es directo.) El terapeuta se percata que la voz suave con que el paciente hace su reclamo, traiciona sus palabras.
T: ¿Puede escuchar su voz? (Aquí nos hemos ido de la queja a los medios inadecuados de autoexpresión)
P: Claro que sí. Suena más bien débil, ¿no le parece? (una autointerupción.)
T: ¿Podría dar una orden, algo que comience con las palabras "tú deberías"? (Dicho en otras palabras, el terapeuta le está pidiendo que se exprese en forma simple, directa y adecuada.)
P: No, no puedo.
T: ¿Qué es lo que siente ahora? (Aquí vamos a las sensaciones que acompañan las acciones del paciente.)
P: Siento los latidos de mi corazón. Me estoy angustiando.
T: ¿Podría decirle eso a su esposa?
P: No, no puedo, pero me está dando rabia. Siento ganas de decirle: "cállate de una vez por todas". (Y ahora tenemos algo más que quejas, autointerrupciones y falta de expresión. Tenemos una autoexpresión indirecta.)
T: Se lo acaba de decir.
P: (Gritando) Cállate, cállate, ¡CÁLLATE! ¡Por amor de Dios déjame decir algo a mí! (Autoexpresión explosiva)
El terapeuta no dice nada; el paciente va ahora en camino solo. Y muy luego dice: "No, no podría decirle a ella "cállate", pero me puedo imaginar el interrumpirla" y comienza entonces a representar-actuar esa interrupción: "Por favor, déjame decir algo".

¿Hasta dónde podemos permitir que llegue esta situación? Porque la actuación (acting-out) de sus tendencias neuróticas frecuentemente es perjudicial al paciente. Freud vio esto e indicó el peligro de la actuación en la vida cotidiana, fuera de la sala de consulta. Él quería que el paciente tuviera presente la tendencia neurótica que estaba repitiendo. Nuestro enfoque es un tanto diferente. Decimos que queremos que el paciente se dé cuenta, en el consultorio, del significado de lo que está haciendo. Y creemos que puede lograr este darse cuenta mediante la actuación, en el consultorio, del significado de lo que está haciendo. Esto lo podemos lograr mediante la actuación en fantasía de cualquier cosa que sea, que esté por completarse y todo esto en la terapia. Vale la pena recalcar que este es el concepto básico de la Terapia Guestáltica. El paciente se siente obligado a repetir en la vida diaria todo lo que no logra concluir en forma satisfactoria. Estas repeticiones son sus asuntos inconclusos. Pero puede llegar a la solución creativa de ellos, porque junto con sus repeticiones trae sus interrupciones, vale decir su actuación  (acting-out). Por lo tanto, si en su vida extraterapéutica está actuado una tendencia neurótica, le pedimos que durante la sesión repita deliberadamente en fantasía, lo que ha estado haciendo en la actualidad. De esta manera podemos descubrir el momento en que interrumpe su flujo de vivencias impidiéndose a sí mismo de llevar una solución creativa a su problema. (p. 93s)
(...)
Cada "eh" y "ahh", cada quiebre en la frase cubre un área pequeña o grande de confusión. Cada una es un intento de aferrarse, mantener contacto...

(Cuando el paciente está confuso, se confunde, comete errores) ... está realizando actividad motora velada (toda escondida tras el nombre colectivo de pensar) y gran parte de la acción que falta en su comportamiento día a día  y que constituye en alguna medida los asuntos inconclusos de sus neurosis, puede encontrarse aquí y ahora, entremetida en aquellas quebradas.

Permítanme presentar algunos ejemplos de cómo esto funciona en la práctica. Como dije anteriormente, el espacio en blanco es el correlativo a la confusión, un esfuerzo por eliminarla completamente. Donde se ve esto con mayor frecuencia es al tratar con el problema de la visualización y la imaginación visual donde aparece, que para muchos pacientes hay puntos ciegos o cuasi ciegos.

Si le pedimos al paciente que visualice algo, nos podrá decir que sus imágenes fantaseadas son muy borrosas. Al pedirle que prosiga nos podrá decir: son como si estuvieran en una nube o en la niebla. Esta niebla o nube es considerada por el terapeuta como el autoconcepto del paciente, una estructura de carácter, un sistema de verbalizaciones. Aparentemente el paciente tiene que colocar una cortina de humo en torno a sus imágenes o si no sumergirlas en una nube. Y el terapeuta no debiera engañarse por las quejas del paciente que dice que le gustaría poder visualizar sus imágenes más claramente. A pesar de que hay algo de cierto en esto, no es toda la verdad. Podemos suponer que hay al menos algunas áreas donde tiene que evitarse a sí mismo el mirar, de otra manera no se tomaría la molestia de hacerse el ciego a medias en sus fantasía. Si el paciente puede quedarse el tiempo suficiente con su neblina ésta se levantará.

Tomen el caso en que la niebla se transformó en algo gris blanquecino, lo cual fue reconocido por el paciente como un muro de piedra. El terapeuta le pidió al paciente si podía imaginarse estar trepando por sobre ese muro. Y cuando el paciente lo hizo se desarrolló que al otro lado había pastizales verdes. El muro había constituido la cárcel del paciente; era u prisionero.

También puede ocurrir que nuestro paciente tenga un espacio en blanco total y completo. No ve nada. Supongamos que describe la oscuridad como una cortina de terciopelo. Ahora, además de nuestro paciente, contamos con un telón. Le podemos pedir que en fantasía abra la cortina. Y es muy posible que detrás de ella descubra aquello que estaba escondiendo de sí mismo. También pudiera ser que tras su oscuridad, no hay literalmente nada, una ceguera. Aún podemos obtener una orientación pidiéndole que represente a un hombre ciego. (p. 99s)

Pienso que el punto más sutil en la práctica del continuum de la atención-y debido a su sutileza, imposible de formular como una regla muy clara- es la distinción entre estar abierto a la experiencia y fabricar experiencias.
Una de las reacciones más corrientes de los pacientes que están en la "silla caliente" consiste en estar muy pendientes de sí mismos, y junto con esto, la compulsión a representar.
El representar es necesariamente una forma de manipulación -hacer que algo ocurra, en lugar de ver qué hay ahí.(Naranjo, p. 78)

...Cuando siento o veo que hay algo irracional incluido, entonces trabajo en eso hasta que el asunto se aclara. Y para esto hay que desarrollar una gran cantidad de intuición y sensibilidad. Hay que buscar las frases claves. Si creo que hay algo básico en una frase, entonces la refuerzo, la dejo hablar una y otra vez reforzándola hasta que sale la personalidad completa. Entonces ocurre algo totalmente inesperado. Se compromete la personalidad con las emociones y otra vez estamos frente a un momento importante en el proceso del crecimiento. (p. 181)

Extraído de:
Naranjo, C. (1990). La vieja y novísima Gestalt. Santiago de Chile: Cuatro Vientos.
Perls, F. (1976). El Enfoque Gestáltico. Santiago de Chile: Cuatro Vientos.
Polster, M. y Polster, E. (1974). Terapia Guestáltica. Bs. As.: Amorrortu, p. 214.