miércoles, 21 de febrero de 2018

Un caso de hipertensión arterial solucionado

Compartimos este caso que ilustra el surgimiento y la desaparición de una hipertensión arterial. Actualmente el tratamiento de esta dolencia, como de otras muchas, está basado en "controlarlas", sin esperanza de solución. En este caso la solución se dio a través de la aplicación de la terapia de contención pero, como veremos al final, el resultado obedece a un proceso con pleno sentido -y no a una técnica en particular- tal como lo planteó el doctor Hamer.

Pablo nos cuenta: "Crecí con un padre autoritario. A los 18 años, después de un pleito donde me enfrenté con él con los puños cerrados, me corrió de la casa y por espacio de dos años no nos volvimos a ver hasta que en su cumpleaños nos reconciliamos y posteriormente llevamos una buena relación.

Asimismo, en diferentes ocasiones trabajé mis resentimientos con él y aun en su lecho de muerte lo asistí y, aunque yo parecía estar en paz con él, un día llegué con Laura (Rincón) para trabajar una problemática a través de una Constelación Familiar y Laura vio necesario que trabaje específicamente la Terapia de Reconciliación  Parental. Una vez allí, me vi a mi mismo como un niño pequeño enormemente enojado con mi padre por sentirme abandonado de amor y reconocimiento. Puede expresarlo y reconciliarme con él.


Después de esta experiencia tan intensa me percaté de algo que me llamó mucho la atención: cuando yo tenía 35 años me diagnóstico el médico presión alta y a partir de entonces recurrí a todo lo que pude para bajarla: meditación, relajación, dietas sin sal y después de mucho acepté usar medicina alópata, con lo cual por fin pude controlarla bastante bien, en el entendido de que si dejaba de tomar el medicamento, la presión volvía subir; sin embargo, después de este trabajo noté que mi presión estaba bajando mucho, razón por la cual disminuí la dosis de mi medicamento hasta que lo dejé por completo y a la fecha ya no lo estoy tomando para nada y mi presión está perfecta."

Hasta aquí el caso presentado por Laura Rincón.

A la luz de la Biodescodificación -que reconoce el proceso biológico natural y con pleno sentido-, la Hipertensión es un conflicto relacionado con la casa (el corazón). Las arterias tienen que bombear más sangre (los consanguíneos). Expresa el deseo frustro de "llegar o volver a casa", o el conflicto de tener que dejar la casa obligado. Esto es lo que vivió Pablo a los 18 años. Esta experiencia quedó registrada como impactante y al cumplirse el ciclo (17.5 + 17.5) y llegar a los 35 años la psique reactivó el conflicto, que es cuando le detectan la HTA (Ciclos Biológicos Memorizados, de Marc Fréchet).

Es importante resaltar que Pablo había "trabajado" su relación con su padre y él creía haberse reconciliado con él; sin embargo una parte suya aún no lo había logrado. Y, como el síntoma no miente, allí estaba su tensión arterial advirtiéndole su asunto pendiente. Resuelto el tema con su padre, su cuerpo no tenía nada más que hacer, el síntoma ya no era necesario.

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Aquí el link al estudio realizado en Cuba en relación a la Biodescodificación y la HTA, y su utilidad en la disminución o eliminación de la necesidad de medicamentos.

Referencia Bibliográfica:
Rincón, L. (2008). Así fluye el amor. México: Prekop, pp. 113s

lunes, 19 de febrero de 2018

Sobre los niños adoptivos

Muchas parejas sin hijos no se deciden a adoptar bajo el argumento que "los hijos adoptivos te pagan mal" o por el temor de la herencia: "de qué padres vendrá". Incluso pueden validar estas creencias porque conocen casos en que el hijo adoptivo es la "oveja negra" de la familia.

Sin embargo no se detienen a pensar en dos aspectos que son cruciales. Para que un hijo adoptivo se convierta en problemático suelen pasar dos cosas:

  1. Al niño se le oculta su origen. Cuando los padres le dicen que es adoptado, generalmente en la adolescencia para adelante, ya es demasiado tarde. Lo usual es que el niño ya lo descubrió antes de la pubertad, porque lo oyó de pasada; porque alguien se lo dijo (un amiguito, un vecino, un pariente), no siempre de buena manera; o porque encontró la documentación respectiva. Vive con este secreto descubierto, lanza indirectas que nadie contesta, y allí es donde empieza con el comportamiento inapropiado, como respuesta a lo que él vive como falsedad, hipocresía, alimentado fantasías del tipo "si no me dicen la verdad debe ser porque mis orígenes son vergonzosos". El hijo adoptivo no se porta mal porque está en sus genes, sino porque está enojado con sus padres, que le mienten.
  2. Además, los padres adoptivos juzgan mal a los progenitores de su hijo. ¿Y qué hijo permite esto? El alma de su hijo lo siente, aunque no lo comprenda. Esto también es valido con respecto a las madrastras y padrastros que desmerecen el lugar del progenitor del hijastro. 

Un tercer aspecto a considerar es que a veces los niños adoptados se vuelven tiranos porque los padres quieren satisfacer excesivamente las necesidades de simbiosis y vinculación, así como de confianza básica, porque quieren convencer al niño de su amor [en lugar de darle justo reconocimiento a los progenitores y posicionarse desde aquí, es decir, poner las cosas en orden]. (Rincón p. 162)

Los padres adoptivos suelen albergar fantasías de de abandono: "si mi hijo se entera va a querer irse con su madre biológica"; y no querer compartir el amor del hijo: "tendrá dos mamás y dos papás". Un temor infundado, porque el niño sabe quien es su mamá: quien le ha cuidado, protegido, alimentado.

A continuación amplío esta reflexión a través de las palabras de Laura Rincón y de Bert Hellinger:


El elemento primordial para trabajar con los padres adoptivos es precisamente acercarlos poco a poco a aceptar su condición de padres adoptivos; lo cual quiere decir que ellos no son los primeros en la vida del niño. Los padres biológicos son los primeros y por lo tanto deberán ser honrados por los adoptivos; los sentimientos de los segundos hacia los primeros deberán ser transformados en respeto y agradecimiento, ya que finalmente, gracias a ellos, los adoptantes tienen un hijo.

Lo que sucede cuando los padres adoptivos pretenden ocupar el lugar de los padres biológicos, es que el hijo se muestra solidario con éstos y dirige toda su rabia a los padres adoptivos.

Los niños atraviesan una etapa de enojo profundo hacia los padres biológicos cuando se preguntan: "¿Por qué me dieron en adopción?, "¿no era yo digno de ser querido?" Si los padres biológicos no están integrados en la vida del niño, entonces toda esa rabia será dirigida a los padres adoptivos, que no entienden por qué el niño está tan enojado con ellos. Pero si las cosas están claras, los sentimientos de enojo se dirigen hacia aquellos padres y el sentimiento bueno va a los padres adoptivos.

Los padres adoptivos deberán acompañar a su hijo en este proceso, contestando todas sus preguntas y acompañándolo en todas sus crisis; si hay la posibilidad de tomar contacto con los padres biológicos, se puede platicar de eso con el niño, lo cual, contrariamente a todas las expectativas, lo tranquiliza inmediatamente. Cuando no es así, pero se sabe que el niño nació de una madre otomí o tarahummara [o de cualquier otra etnia], debe llevársele a conocer sus orígenes y el grupo de gente al que hubiera pertenecido. De esta forma se ahorra al niño una búsqueda difícil que él llevará a cabo de todas maneras muchos años después, cuando sea adulto [de múltiples maneras, incluso poniéndose del otro lado, como un discriminador, o pasando el anhelo a un descendiente, quien luchará por "los desposeídos" o se enamorará de personas de su etnia de origen. En sí todo esto no está mal, pero aquí resaltamos su carácter compensatorio].

Bert Hellinger distingue la adopción digna de la adopción peligrosa:

"Si un niño no puede ser criado por sus padres y necesita de otros [la primera opción es la familia], sólo si no se encuentra a nadie en ella pueden buscarse padres adoptivos o de acogida. Entonces realmente se convierte en una tarea  que vale la pena. En un caso así, los padres que acogen al niño pueden estar seguros de ocupar el lugar correcto; suplen a los padres para el niño, ayudando a llevar a cabo lo que aquellos no pudieron realizar. Cumplen una función importante, pero como representantes ocupan un segundo lugar. Primero vienen los padres verdaderos, como quiera que sean e independientemente de lo que hayan hecho. Si se guarda este orden, el hijo adoptivo puede respetar a los padres adoptivos y tomar lo que de ellos reciba.
Por mi trabajo con familias, sé que el factor decisivo es la actitud de los padres adoptivos. Si realmente actúan con las mejores intenciones para el niño, la adopción tiene buenas posibilidades de salir bien. Muchas veces sin embargo, los padres adoptivos no tienen en cuenta los intereses del niño en primer lugar, sino  los suyos propios. En la mayoría de los casos se trata de parejas que no pueden tener hijos y se rebelan contra las limitaciones que la naturaleza misma les impone.
Implícitamente piden al niño que los proteja de su desilusión. En un caso así quedan trastornados tanto la orientación fundamental del dar y del tomar como el orden de sus relaciones, aun antes de ser iniciadas.
Si una pareja adopta a un niño por ellos mismos y no por el bienestar del niño, de hecho [es como quitar] un hijo a sus padres naturales para satisfacer sus propias necesidades. Es el equivalente sistémico del rapto de un niño, por lo que tiene consecuencias serias en un sistema familiar. Frecuentemente se sacrifica algo equivalente en expiación: o un hijo propio o la relación con la pareja".

En Alemania  tuve un caso único, en el que fue posible que la madre hiciera contacto con la madre biológica: le escribió una carta contándole de su hijo y el interés que éste tenía en saber algo de ella. De esta forma las cartas fueron y vinieron durante algún tiempo; el niño le mandó un dibujo y luego le pidió que le mandara una foto, porque quería ver cómo era ella. La madre adoptiva venía conmigo a consulta una vez a la semana; yo la acompañaba con interés y emoción en el proceso y la tranquilizaba, pues tenía temor de que el niño fuera un día a preferir a su madre biológica, o a querer irse a vivir con ella.

La curiosidad del niño se satisfizo por completo el día que llegó la foto de la madre con su nueva pareja y la hija de ambos. En el momento que el niño la vio, le dijo a la madre adoptiva: "No me gusta mi mamá, está muy gorda; tú eres mucho más bonita".Desde ese día cartas y fotos se guardaron en un cajón , que era el "cajón de las cartas de tu mamá", y el niño no volvió a mostrar interés en el tema. Su curiosidad fue satisfecha hasta las últimas consecuencias y esto se logró gracias a que los padres adoptivos acompañaron a su hijo en todo el camino de la búsqueda de su madre biológica, hasta que pudo "regresar" tranquilo y satisfecho con sus padres adoptivos para relacionarse libre y amorosamente con ellos.

-Hasta aquí lo dicho por Rincón.

Las nuevas realidades de fertilización asistida también son válidas para lo dicho líneas arriba. El niño tiene derecho a saber sobre sus orígenes, por su propio bienestar y el de toda la familia también. Desde que él o ella pregunten o estén en capacidad de comprender acerca de la llegada de los niños, se les debe informar sobre su origen, acorde a su edad. Y conforme crezca ir ampliando la información. Claro está, si uno no sabe bien como hacerlo, asesorarse con un psicólogo familiar, sistémico o especializado en adopciones.

Jesús mismo fue adoptado por José. ¡Qué profunda enseñanza hay en esto!

A veces las palabras nos pueden confundir: mamá y papá son quienes crían (como dice el refrán), padre y madre  o progenitor lo podemos reservar a aquellos que han permitido que yo me convierta en mamá o papá. Sólo por esto ya merecen nuestra gratitud, lo demás es irrelevante frente a la Vida que se ha trasmitido.



Películas para reflexionar sobre la adopción:
"La Familia del Futuro" (2007). Walt Disney Pictures. U.S.A.
"American Curious" (2018). Traziende Films, México.

Referencia Bibliográfica:
Rincón, L. (2009). El abrazo que lleva amor. México: Prekop, pp. 228 - 231

sábado, 17 de febrero de 2018

Los bebes necesitan mamás canguro

La importancia del rebozo (fular) en el apego temprano

Las experiencias que el bebé tiene junto al cuerpo de su madre le recuerdan su situación intrauterina, ya que ésta le proporciona los mismos estímulos: el ritmo o movimiento, escuchar los latidos de su corazón, el tono de su voz y sobre todo la sensación de fusión con el cuerpo de su madre.
(...)
Estoy segura de que nadie ha visto a uno de esos bebés -llevados en rebozo- llorando o pataleando por querer salirse del rebozo. La realidad es que están siempre tranquilos a pesar del ruido, la contaminación y el calor, simplemente porque sus necesidades están satisfechas.

La madre viene y va, mientras el bebé disfruta del ritmo y movimiento, así como de la sensación de contención que le brinda la madre al tenerlo unido a su cuerpo. Al estar apretado por el rebozo, revive sensaciones que disfrutó durante los nueve meses que estuvo dentro de ella.

El resultado es que estos niños crecen sin miedo, con confianza y seguridad básicas y con una profunda vinculación, no sólo hacia su madre sino  también a sus raíces, cultura y tradiciones, y fuerte identficación con su grupo social.


A continuación el testimonio de una madre con el empleo del rebozo con su hijo Carlos:

Recuerdo la primera visita la pediatra. Carlos tenía 15 días de nacido y en la sala de espera me dice una mamá al escuchar el llanto de mi recién nacido y ver mi reacción al cargarlo de inmediato: "¡Cuidado! porque luego se toman la medida y no vas a poder dejar de cargarlo" Yo sentía a mi bebé en brazos y pensaba: "si esto es lo que necesita , ¿cómo se lo voy negar?"

Realmente nunca hice caso a la palabra "engreír" y seguí mi instinto materno que me decía "Cárgalo, te necesita". Hasta en las noches, que en algún momento Carlos tenía necesidad de mí, lo cargaba en el rebozo y de esta manera le marcaba claramente un límite: "te cargo pero en el rebozo para que te vuelvas a arrullar, no te voy a entretener".

Pasado el tiempo me di cuenta de que si un bebé tiene suficiente mamá durante el día, de noche no necesita más y puede dormir tranquilamente. Durante el día organizaba muy bien mis actividades para hacer la mayoría de estas con Carlos cargado en el rebozo.

Me lo llevaba a fiestas, reuniones, bodas, no importaba el ruido o la temperatura, él cerca de mi pecho estaba a gusto, tranquilo y contento. Siempre he pensado que un bebé que no llora, en automático crea un vínculo maravilloso con su madre, y que los dos pueden invertir un gran porcentaje de esta energía en disfrutarse, los bebés en aprender y las mamás en ser felices.

Era increíble saber identificar y responder a sus necesidades desde fisiológicas hasta emocionales con solo cargarlo en el rebozo, ya que en ese momento que comenzaba hacer algún ruidito de incomodidad sabía de inmediato qué necesitaba, "ah, tiene calor", era comos saber un idioma nuevo.

Sorprendentemente ya dormía toda la noche cuando tenía 2 meses. En general dormir es como comer, un placer más de la vida. Cuando era el momento de ir a dormir lo acostaba en sus cuna, me miraba fijamente a los ojos y se acomodaba de lado abrazando a su elefante, yo pensaba: "lo que es saber que ahí estamos su papá y yo, que puede dormir tranquilo y confiadamente". Recuerdo que mis amigos se sorprendían  de que lo acostaba en su cuna, apagaba la luz, le decía buenas noches y cerraba la puerta. Así de fácil era dormir a mi bebé.

Desde que Carlos era muy pequeño trataba de explicarle todo lo que íbamos a hacer. Llevarlo a algún lado, cambiarle el pañal, ponerle el suéter y limpiarle la nariz. Yo siempre opiné que hablarles a los bebés claramente propicia un buen desarrollo del lenguaje, así como escucharlos activamente, aunque todavía no hablen.

Hoy en día Carlos tiene 1 año 8 mes. Es un niño sociable, intrépido, seguro, ingenioso, divertido, alegre, cariñoso y muy feliz. Lo sigo cargando en el rebozo y al tenerlo a la misma altura del mundo de los adultos se ha vuelto sumamente educado y sensible. Le gusta pagar a la cajera del supermercado, saludar al vigilante todas las mañanas que salimos, hasta repartir volantes en una Expo en la que le ayudamos a mi esposo en una ocasión.

Da las gracias sin que yo se lo haya pedido, por simple imitación. Estoy convencida de que en una buena vinculación, el niño tiene el amor de mamá seguro, por lo tanto puede enfocar su energía en imitar a los adultos y aprender un cantidad de cosas interminables, en vez de preocuparse y enfocar la energía en que "mamá no me deje (abandone)".

Con Carlos he aprendido que no hay mejor literatura que te aconseje que tu instinto.
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Abajo un video sobre el "Cuidado Madre-Canguro", diseñado para los bebés prematuros pero igual de importante para todos los bebés. Se basa en tres principios: Calor, Amor y Lactancia.



Tomado de:
Rincón, L. (2009). El abrazo que lleva al amor. México. Prekop, pp. 26, 31ss

jueves, 15 de febrero de 2018

Morir con amor y dignidad

Se puede abrazar desde el corazón con la única intención de sentir el amor o de hacerlo sentir a otra persona. La cercanía de la muerte puede ser un buen momento también.

Todos hemos oído que algunos moribundos "esperan" para morir hasta que llegue el hijo de un viaje para poder despedirse, o esperan a que se casen todos los hijos, pues sienten que sólo podrán irse cuando hayan resuelto sus "pendientes" que los atan a la vida.

Muchos moribundos esperan en vano algo que nunca va a suceder, esto es, escuchar o sentir por parte de sus familiares cercanos cuánto los aman, que se sienten agradecidos por lo que éste pudo darles o hacer por ellos, que podrán seguir en la vida sin él pues cuentan con toda la enseñanza y el ejemplo que éste les dio, etc.

Ello suele ser suficiente para que la persona que va a morir sienta que ya hizo en vida lo que debía hacer y que ahora su destino es irse en paz. En el momento que el ser humano abandona la vida necesita exactamente lo mismo que necesitó cuando llegó a ella, esto es, un abrazo para demostrarle que se le ama y precisamente este amor le dará la fuerza para irse tranquilo.

Cuando llego a visitar a un moribundo, en ocasiones he visto que toda la familia está sentada alrededor de la cama, contemplándolo con tristeza pero sin saber realmente qué hacer ni qué decir. He pensado cómo verá el moribundo a todas esas personas mirándolo al mismo tiempo, pero distantes en un momento en que él necesita sentir la cercanía y el amor.


Cuando pregunto si estarían de acuerdo en darle un abrazo de contención que le permitirá sentir el amor y el permiso para poder irse, con cierta confusión y duda me contestan que sí. De lo que se trata es básicamente de recibir contacto físico, de sentirse abrazado y "contenido", de sentir la calidez y la cercanía del cuerpo del otro. Imaginemos la sensación maravillosa al experimentar esto después de días, meses o años solo en una cama.

En muchas ocasiones pareciera que la persona que va  a morir está solamente esperando que esto suceda, para abandonar su cuerpo e irse una vez que cuenta con la fuerza que el amor le dio.

Dependiendo de cada caso, las posiciones deben adaptarse a la postura de la persona, que generalmente se encuentra acostada en una cama. La persona que abraza podrá sentarse detrás del moribundo con las piernas abiertas para que la parte superior del cuerpo de éste pueda recargarse sobre el pecho de quien lo abraza, que a su vez le extiende sus brazos. Otra postura es tomar simplemente su cabeza y recargarla sobre el pecho de quien lo abraza, que podrá estar sentado junto a él. Por último, se puede abrazar como uno quiera y pueda, ya que ante esta conducta eminentemente humana y natural no hay reglas.

Ese amoroso acto de despedida genera en los familiares sentimientos muy positivos que les ayudan a llevar a cabo el duelo posterior; al respecto reportan que se sienten tranquilos y en paz (incluso felices) de haber podido despedirse de su familiar de esa forma, que también ellos pudieron sentir la fuerza de a relación y del amor que les quedó de esta persona, amor que les ayudará a seguir viviendo sin él o ella.

A propósito de todo esto, aquí les comparto la Declaración de Derechos del Enfermo Terminal (OMS, 1990):

Toda persona, en estado terminal o frente a la muerte, tiene derecho a:
  • Estar libre de dolor.
  • No ser engañado.
  • Obtener una respuesta honesta, cualquiera que sea su pregunta
  • Ser tomado en cuenta para su tratamiento.
  • Obtener la atención de médicos y enfermeras, incluso si los objetivos de curación deben ser cambiados por objetivos de confort.
  • Mantener una esperanza, cualquiera que ésta sea.
  • Ser tratado como persona hasta el momento de su muerte.
  • Conservar su individualidad y no ser juzgado por sus decisiones, que pueden ser contrarias a las creencias de otros.
  • Expresar, a su manera, sus sentimientos y sus emociones, en lo que respecta al acercamiento de su muerte.
  • Recibir ayuda de su familia y para su familia en la aceptación de su muerte.
  • Ser cuidado por personas sensibles y competentes que van a intentar comprender sus necesidades, ayudándole a enfrentar la muerte.
  • Morir en paz y con dignidad.
  • No morir solo.
  • Que su cuerpo sea respetado después de su muerte.

Tomado de:

  1. OMS (1990). Alivio del dolor y tratamiento paliativo del cáncer. Informe del comité de expertos. Ginebra. Serie de informes Técnicos 804. Disponible aquí. (resumido), y el documento oficial extenso aquí.
  2. Rincón, L. (2008). Así fluye el amor. México: Prekop, pp. 143ss

miércoles, 7 de febrero de 2018

Un caso de Encopresis

La Encopresis es la defecación involuntaria que le sobreviene al niño mayor de cuatro años, que ya debería ser capaz de controlarla. Se presenta sobretodo en niños varones (3:1, 10:1).

¿Cómo surge este problema? Luego que el niño ha tenido la posibilidad de satisfacer su necesidad de vinculación simbiótica y alimentaria (lactancia), pasa a una segunda etapa. En esta, nos dice Rincón:

Si los niños pudieran expresarían a sus padres sus necesidades de la siguiente forma: "Como ya cumplí dos años, tengo la madurez para que, con paciencia y tolerancia, me enseñen el manejo de la pipí y el popó, pero sobre todo no me regañen ni me presionen si no lo logro rápidamente como ustedes quieren. Si las cosas empiezan a ir mal, entonces es probable que me tarde mucho, que nuestra relación se deteriore o que tenga recaídas más tarde, con lo cual yo voy a sentirme muy mal."

Estos niños no son sucios; al contrario, muestran interés en los hábitos de limpieza. En ocasiones, esconden la ropa sucia, esperando que la madre no la encuentre (p. 85). [Parece que el mensaje del síntoma dijera: "Estoy sucio, no puedo evitarlo".]

También en esta etapa empieza el niño a manifestar el nacimiento de su yo por medio de los berrinches, se vuelve egocentrado y quiere hacerlo todo solo. Si sus deseos no se cumplen surge la explosión y el drama del berrinche, para demostrar a sus padres  a sí mismo que está naciendo en él la semilla de la fuerza de voluntad, para permitir que se desarrolle, necesita practicar manifestando una voluntad contraria a la de los padres.

Sólo a través de este proceso será capaz de separarse poco a poco de ellos y empezar a construir su identidad del yo (Rincón, p. 221s).

Su incipiente sentido del yo va de la mano con un naciente sentido de poseer algo propio. Las heces son para el niño como algo que él es capaz de producir. Cuando los padres, durante el proceso de enseñarle a usar el bacín, se alegran cuando él defeca, el niño vincula sus deposiciones como un bien que ofrece y es bien recibido. Por todo esto "el síntoma de encopresis tiene que ver con la actitud en la familia respecto a la posesión de dinero, bienes o ropa.

El niño esconde una incapacidad de poseer y mantener sus cosas como propias, ya que el entrenamiento significó para él entregar algo propio bajo regla, orden, exigencia, que -dependiendo del tono emocional de la relación madre-hijo- será vividas por el hijo como la entrega de un regalo maravilloso o como una entrega forzada de algo personal" (Rincón p. 222s)

A un nivel más arcaico, siguiendo la rutas de los códigos biológicos, las heces son el medio para señalar el núcleo del territorio. El no contenerlas implica la necesidad de marcar el territorio de manera compensatoria. ¿Para qué haría esto un niño de cuatro? A esta edad ya debería haberse establecido con claridad la conciencia de la propia identidad, "yo soy yo", que inició a los dos años con la capacidad de decir "no". En los varones esta conciencia implica empezar a identificarse con el padre: "yo soy hombre".

En algunos casos, lastimosamente, el padre no está presente o, si lo está, es como si no estuviera, o la madre lo anula.

Soltar las heces, entonces, viene a ser el intento de proteger mi espacio vital porque no hay padre que me proteja. Aunque la orina (enuresis) también se relaciona, en la encopresis el conflicto es mucho mayor, y es vivido en femenino, pues el niño no ha podido salir de la esfera femenino para salir al encuentro de papá, de lo masculino. Curiosamente se llama "mojón" a las señas puestas en el suelo para marcar los linderos.

La epidemiología muestra que no hay encopresis en mayores de 16 años. Y tiene sentido. Ha esta edad ya estamos afirmando nuestra propia identidad.

Veamos en el siguiente caso (tomado de Rincón, 2009), cómo la madre ayudó a su hijo a superar la encopresis.

"Pedro tenía ocho años y medio y seguía sin controlar su esfínter, haciéndose popó sobre sus pantalones. Su hermano Javier, de cinco años, aún mojaba la cama. La relación de Pedro con su papá era difícil y le tenía miedo. Noté que "se hacía popó" cuando se aproximaba el momento de salir con su papá o cuando venía de estar con él. Un punto importante de su historia era que él no sabía que cuando estaba yo embarazada no estaba segura de quién era su papá y, cuando nació, supe que era el que no vivía con nosotros, sin embargo el papá de Javier le dio su apellido y lo reconoció como su hijo.

Entendí que los niños vivían bajo la amenaza de la violencia y resentimientos acumulados entre sus padres, separados ya hacía varios años, pero aún vinculados de alguna manera por deudas no saldadas. También me di cuenta de que mucho de lo que había pasado tenía como fundamento el enorme "secreto familiar", y que haber tenido que mantenerlo había hecho que mis sentimientos fueran incongruentes con mi realidad. Desde aquí empecé a pensar en el secreto que pendía sobre la vida de mi hijo mayor: que no sabía que no era hijo biológico de su padre legal, a quien él conocía como padre. Tenía bastante sentido que los conflictos en la relación entre ellos, el sentimiento de enojo de Pedro, la impotencia para ganarse su afecto, tuvieran que ver con eso. Pensaba que el secreto debía llevármelo a la tumba, y que eso era lo mejor para el niño. Hasta que comprendí que era necesario revelarlo por el bien de mi hijo.

Mi ex marido no estaba de acuerdo; decía que si Pedro se enteraba iba a ser terrible para él. Me di cuenta de que no sería así. En el momento en que ocurrieron las cosas hice lo mejor que podía hacer, con los recursos de que disponía, ahora mi hijo necesitaba la verdad para entender sus propios sentimientos, para ser libre y dueño de su propia vida. Pedro llevaba toda su vida tratando de ganarse a su papá, quien parecía nunca terminar de aceptarlo, que lo insultaba, le pegaba y hacía claras diferencias en el trato con su hermano.

Como el padre legal, mi ex esposo, no quería que revelase el secreto, tuve que recordar que mi lealtad tenía que ser con mi hijo, yo estaba obligada a decirle a él la verdad. Y eso hice.

Una tarde, mientras se bañaba (ya tenía ocho años y podía entenderlo), le dije que él tenía otro papá, el que lo había engendrado, que antes no se lo había dicho porque no lo huibera podido entender, porque no sabía cómo se hacen los niños, pero que ahora podía entender eso de la biología.

Al principio no dijo nada; seguimos hablando de otras cosas y leyendo cuentos para dormir. Al día siguiente, lo primero que hizo fue contarle a la maestra de la escuela y asumió que su papá era un novio mío inglés del que alguna vez me había oído platicar.

Otro día, camino a la escuela me preguntó: "¿Mi papá era inglés?" Y le dije "No, tu papá no era inglés; es mexicano, vive en la ciudad de México y lo puedes conocer algún día si quieres; él si quiere conocerte a ti". Su respuesta inmediatamente fue: "¡Ahorita!". Le dije que en ese momento tenía que irse a la escuela, pero que en cuanto pudiera yo iba a localizar a Juan (nombre del padre) para decirle que quería conocerlo.

Juan sabía de la existencia de Pedro sólo desde hacía tres años; antes no vivía en la ciudad y nunca supo a ciencia cierta si el niño había nacido o si era suyo. Desde que le dije que era suyo (físicamente son idénticos) se mostró siempre muy interesado en hacer lo que fuera mejor para el niño, en términos de verlo o no, o estar disponible si algo necesitaba.

Por fin llegó el día en que me acompañó a recoger a Pedro al colegio y vino a comer con nosotros a casa. Después se fueron solos a jugar básquet. Se cayeron muy bien, pero al principio no hubo más trato. Juan llamó unas veces más para preguntar por Pedro, quien dijo que le caía bien, pero como papá quería a Armando, su padre legal.

Dos años después, cuando planeábamos ir a vivir fuera de la ciudad de México, Pedro quiso ver a a Juan otra vez; lo llamó y vino a la casa, estuvieron contentos. Se llevan bien, como si se trataran cotidianamente.

Actualmente se comunican por e-mail y aunque no es muy seguido, para Pedro es importante saber que ahí hay alguien con quien puede contar. Su papá Armando no ha vuelto a insultarlo ni golpearlo".

Secretos como la paternidad de un niño no deben mantenerse en la oscuridad ni llevarse a la tumba. Es absolutamente necesario que el hijo conozca su historia, sus orígenes biológicos y, si es posible, al padre mismo. Negarle acceso a esta verdad, que él tiene derecho a saber, podría tener consecuencias trágicas en su vida.

En muchos casos ven al padre solamente una vez y esto es suficiente. No necesita relacionarse con él; simplemente basta que sepa quién es para tener paz en su corazón.

Hasta entonces será el niño capaz de relacionarse libremente con el padre de crianza o esposo de la madre, recibiéndolo como un regalo. Internamente el niño puede sentir hacia él lo siguiente: "Tú tendrás siempre un lugar especial en mi corazón, aunque mi padre es el otro".

Referencia Bibliográfica:
Rincon, L. (2009). El abrazo que lleva al amor. México: Prekop, p. 209-224

lunes, 5 de febrero de 2018

Vivir la propia vida

El amor requiere un orden que lo anteceda
Bert Hellinger  define a la familia como una comunidad de personas unidas por un destino, en las que los miembros pueden en un momento determinado sufrir un enredo inconsciente con otros miembros (de la misma o de otras generaciones anteriores). En dicha comunidad unida por el destino, todos están unidos con todos.

De todos esos miembros los niños son los más vulnerables. La vinculación es la fuerza que une al niño con su grupo de origen, y esto lo hace sin cuestionárselo.

El niño sabe que ahí pertenece y este saber y este vínculo son amor, un amor que yo llamo primitivo o primario [Es un amor ciego, no ve que el resultado puede no ser bueno]. Esta vinculación es tan profunda que el niño incluso está dispuesto a sacrificar su vida y su felicidad por el bien del vínculo, por amor está dispuesto a entregarlo todo, incluso la propia vida y la felicidad, si de esta manera él cree que les irá mejor a los padres y la red familiar. Estos son los hijos que están en la brecha por sus padres y antepasados, que realizan lo que no tenían pensado, expían lo que no hicieron (por ejemplo, entrando a un convento), cargan con aquello de lo que no tienen culpa, o en lugar de sus padres realizan alguna venganza. El orden entre dar y tomar en la familia se ha invertido. Esto suele suceder cuando los padres no tomaron lo suficiente de sus propios padres o de su propia relación de pareja, y pretenden entonces que sus hijos satisfagan sus necesidades emocionales. Los hijos se sienten, por tanto, responsables de cumplir lo que de ellos se espera (2009, p.195s).

Hellinger creó el término el orden en el amor para explicar la importancia de mantener "ordenadas" las relaciones que existen entre los miembros de un sistema familiar.

Según él, hay una fuerza responsable de que el orden se mantenga en las familias, la cual llamó conciencia del clan. Dicha fuerza se encarga de mantener el equilibrio, esto es, cada uno de los miembros debe tener su lugar y nadie ha de quedar excluido o fuera del sistema, ni tampoco aquellos miembros cuya vida o muerte generaron culpa, vergüenza o un profundo dolor en los demás miembros de la familia, como la amante del padre o de la madre, los hijos fuera del matrimonio, las personas que fueron olvidadas porque murieron muy pequeñas o recién nacidas, aquellos que cometieron injusticia, etc.

Cuando la conciencia del clan intenta establecer el equilibrio, suceden cosas incomprensibles, como el que el otro ocupe el lugar de la persona excluida, en cuyo caso no podrá vivir su propia vida y su propio destino, pues vivirá el destino y la vida de dicha persona excluida.


En casos así decimos que la persona está metida en un "enredo sistémico", o sea, sin tener conciencia ni haber elegido ese lugar, su vida estará regida bajo una fuerza interna que revela: "si yo sufro te ayudo". Esto es principio de toda tragedia, pues la persona jamás podrá ayudar a aquel  con el cual está en un "enredo sistémico" o puede suceder también que la persona excluida esté muerta.

Entonces, la persona que no puede vivir su propia vida informa que se deprime, se enferma, no puede disfrutar de su salud, juventud, dinero, felicidad, abandona a su pareja, o es abandonada, no se permite cosechar sus éxitos a nivel profesional, hace deportes peligrosos que rayan con la muerte, ha tenido intentos de suicidio, etc. En muchos casos es evidente que la persona quiere de modo inconsciente "seguir" a la muerte a la persona con quien está enredado sistémicamente. p.89s. 95s)

Dice Hellinger: "Excluimos a los familiares porque les tememos o condenamos, ya sea porque queremos oponernos a su suerte o porque otros, en la familia o la red familiar, se hicieron culpables con ellos sin que la culpa haya sido nombrada, ni tampoco asumida o reparada, o bien que ellos tuvieron que pagar por lo que nosotros tomamos y recibimos, sin que se los hayamos agradecido, o los hayamos valorado por ello.

El vínculo que esta conciencia del clan establece con un grupo es tan trascendental que sentimos como reivindicación y obligación aquello que otros en este mismo grupo sufrieron o causaron y, en consecuencia, nos vemos implicados en culpas ajenas e inocencia ajena, en pensamientos, preocupaciones y sentimientos ajenos, en conflictos ajenos y consecuencias ajenas, en metas ajenas y desenlaces ajenos."

La identificación es lo contrario a la relación. Por medio del amor se crea una relación y el excluido se convierte en una persona respetada, en un amigo, un ángel de la guarda y en una fuente de fuerza. El anteriormente identificado (que era un excluido) se retira una vez que ha sido reconocido y permanece en su propio lugar, en el que le corresponde. De esta manera se recupera el equilibrio y la identificación desaparece. (2009, 198s)

Cuando alguno de los padres perdió su derecho a la pertenencia del sistema familiar, por haber cometido un delito: abuso sexual con violencia, haber intentado seriamente.asesinar a alguien o el haberlo consumado (matar a la propia pareja, al propio padre, etc.), en estos casos el incluir (reconciliarse) no es posible, o es muy difícil y no debe ser forzado.

Tomado de:
Rincón, L. (2008). Así fluye el amor. México: Prekop, pp. 89s. 95s.
Rincón, L. (2009). El abrazo que lleva al amor. México: Prekop, p. 195s. 198s

jueves, 1 de febrero de 2018

Hijos que son padres de sus padres

Hay madres que no pueden plantarse frente a sus hijos como mujeres fuertes y seguras; por tanto, no pueden poner límites, se dejan manipular y chantajear por los hijos, son infantiles y permiten que sus hijos las traten mal. En este caso hablamos de madres sin fuerza interna, lo que es una expresión de su rebelión contra su propia madre; contra el estilo autoritario de ésta, ella se vuelve antiautoritaria y su niño se encarga del equilibrio: él pide límites y provoca agresivamente para obtener claridad. Pero no sólo ocurre eso: en ocasiones los padres se muestran tan débiles y dependientes que los hijos asumen el papel de padres de sus padres, escuchan las confidencias y lamentos de la madre respecto al padre, se sienten obligados a acompañar, proteger, divertir y más adelante mantener a alguno de los padres, sacrificando su libertad, su independencia e incluso a su propia familia cuando son adultos, pues la energía no les alcanza e internamente sienten que sus padres tienen la prioridad en vez de su pareja y sus hijos.


Igualmente hay casos de padres que han perdido a sus padres cuando eran pequeños, por abandono, divorcio o muerte; así, aunque quien acude a consulta no es el padre sino el hijo rebelde, inquieto o agresivo, con su conducta saca a la luz su necesidad de tener un padre presente, participativo y afectuoso. No obstante, ¿cómo puede pedirse al padre que realice sus funciones si perdió el suyo a una edad temprana, si no tuvo un modelo o enseñanza de cómo se comporta un padre?

Dicho hombre podrá ser adulto cuando esté listo para agradecer el regalo de la vida, inclinarse ante el destino difícil de los padres y resolver el tema de sus tristeza profunda. En este caso es necesario acercar a la persona al padre o madre para reconciliarse con ellos y después darles el lugar en su corazón. Hasta entonces el amor fluirá, la fuerza llegará y el padre o la madre podrán por fin ser padres adecuados de sus hijos.

[Sin embargo, a veces el orgullo o el resentimiento es tan grande que] la persona permanece en una actitud rebelde infantil; su corazón quiere a medias pero su cabeza no puede todavía inclinarse. Esa persona necesita más tiempo y más intimidad para trabajar lo pendiente.

Tomado de:
Rincón, L. (2008). Así fluye el amor. México: Prekop, p. 106s