martes, 24 de enero de 2017

Cambio terapéutico y Escritura

Parece que es común pensar que el cambio en el concepto de uno mismo y en la conducta puede sobrevenir sin tropiezos. Esto no ocurre con persona alguna, y tampoco cuando se trata de cambios en una organización. Toda transformación implica desasosiego y diversos grados de dolor. Cuando aprendemos algo significativo respecto de nosotros mismos y obramos de acuerdo con ese nuevo saber, ello pone en marcha consecuencias que jamás podemos prever por entero. Es absolutamente natural que la ocurrencia de un cambio tan importante como este en un estilo de vida cimentado en la formación de hábitos durante ´x´ años origine un período de... altibajos [de diverso grado]. (Rogers, p. 105)

A continuación Rogers menciona tres ejemplos de cambios producidos después de haber participado en un grupo de encuentro. Estos ejemplos también pueden ser extendidos al cambio terapéutico en general, siempre y cuando se hayan considerados aspectos emocionales profundos. Además, también muestran una realidad distinta frente a los peruanos. Los participantes escriben cartas con detalles y efusividad. En nuestra experiencia, los peruanos son más bien parcos ¡si es que se animan a escribir!

Aquí sus palabras:

[El siguiente ejemplo] ilustra magníficamente cómo intuyen los niños un cambio en los sentimientos y actitudes, aun cuando el comportamiento exterior no parezca modificado en absoluto. Una madre que había integrado un grupo [de encuentro] con un colega mío le escribió a este poco después de que aquel finalizara:

“Tú sabes que con Pete, mi marido, me llevo bien. Pero –es probable que lo hayas notado- nunca dije lo mismo respecto de mis hijos. Me fastidiaban las riñas entre Marie y Alice. Me fastidiaba que Marie mojara la cama, y también que yo no pudiera brindarles mucho afecto”. Me fastidiaba que nunca hablaran realmente conmigo. Me molestaban algunas de las cosas hirientes que Pete y yo les decíamos. De modo que, cuando regresé a casa el domingo, flotando en una nube con mi nuevo yo real, preveía que habría de obtenerse alguna clase de respuesta. Lo que no preví fue la rapidez e intensidad con que se produjo”.

Poco después de volver a su hogar, llegó la hora de acostar a Marie, la hija menor, de diez años. La madre le preguntó si podía ayudarla a bañarse.

“Por espacio de una hora hablamos de la menstruación, de Dios del Diablo, el Cielo, el Infierno, de odiar tanto a una persona como para desear que muriera, de robar dulces de la cocina, de pesadillas y monstruos en la ventana. Por supuesto, habíamos hablado de estas cosas pero nunca de esa manera. Alice, quince meses mayor que Marie, entró en el baño y compartió con nosotros la experiencia. Terminé bañándola también a ella. Me sorprendió que se dejara bañar por mí, pues está entrando en la adolescencia y su cuerpo le avergüenza. Marie me preguntó: ¿Qué hiciste en la reunión? ¿Aprendiste a ser buena con los chicos? Respondí: no, aprendí a ser yo misma, y eso es algo muy lindo de veras”.


Un segundo ejemplo nos lo brinda una carta escrita a Bill y Audrey McGraw, un año después de que ellos condujeran un grupo para parejas de novios y matrimonios. Dicha carta se explica por sí misma. El hombre empieza diciendo:

“Comencé a escribir esta carta cien veces.  Se refiere a cosas que sucedieron y a otras que están sucediendo. Está llena de amor. Está llena de lágrimas, de alegría, de amor.

Sentado aquí, escribiéndoles, siento que me invade el llanto y la emoción. Nunca pude escribir antes una carta como esta. Esto es lo que quiero decir. Esto es lo que quiero agradecerles, hacerles saber que el cometido de ustedes pasó a ser mío. Que lo cumplieron. El momento era apropiado; lo aproveché, ahora es mío y nunca lo perderé, y lo estoy trasmitiendo a otros.

Eileen y yo nos casamos; vivimos juntos, tenemos problemas, nos peleamos, descargamos nuestro mal genio y nos amamos. Hoy no pasaría esto si no los hubiésemos conocido a ustedes. Pero los conocimos, estuvimos varios días juntos y salimos bien de la prueba. No fue perfecta, pero sucedió en el momento apropiado, y tuvimos la suerte de conocer a la gente que más nos convenía; estábamos dispuestos a cambiar el rumbo de nuestras vidas y ustedes lo lograron. Sabemos ahora qué cosas son posibles y alcanzables. Esta base, esta seguridad emocional en nuestro matrimonio me ha proporcionado un trampolín, un campo abierto, una posición ventajosa. Soy receptivo, fluyo, me prodigo… las palabras no pueden describir en forma adecuada lo que me ha ocurrido realmente. Ustedes saben de qué se trata. ¡Es algo que me pertenece, algo impetuoso!

Ahora sé por qué tardé tanto en escribir. Estoy seguro de saberlo. Ha transcurrido un año, y el temor desapareció. Jamás perderé lo que tengo en este momento. Comprendo que lo que tengo no hace sino ponerme en situación de aceptar responsabilidades mayores. Entiendo ahora por qué tú, Audrey, y tú, Bill, deben pasar lo que pasan en cada grupo.”

Quisiera agregar un ejemplo más: el de una maestra y sus discípulos. Pregunté por carta a una maestra de escuela primaria, que algunos meses antes había formado parte de un grupo de encuentro, qué resultados había obtenido. Contestó lo siguiente:

“Me preguntas qué me sucedió… pues, sencillamente, alguien llegó hasta mí, a mi yo interior. Presté oídos y escuché cosas a las que nunca atendí antes… y eso me encanta. ¿Resultados? Todo lo que sé es que me produce gran alegría. He escuchado a mis alumnos, les he preguntado si antes hice alar a alguno en la clase o no les presté atención. Los más terribles de la clase levantaron la mano. Son además, los más sensibles… He vivido los meses más activos, dinámicos, vitales, excitantes, divertidos, gratificantes y felices desde que empecé a enseñar, y sigo viviendo de esa manera”.

Su observación acerca de los alumnos difíciles, los “terribles” –como ella los llama-, reviste particular interés. Suele ocurrir que los niños difíciles son más sensibles que otros a las relaciones interpersonales. Su comentario plantea, asimismo el interesante problema de la causa y el efecto. Estos chicos ¿eran “terribles” y ella sintió, en consecuencia, que no merecían ser escuchados, o se volvieron “terribles” porque sentían que no se les escuchaba? Esto abre una perspectiva intelectual enteramente nueva acerca de los llamados “niños difíciles” en la clase. Las afirmaciones de esta docente sugieren también hasta qué punto pueden participar en el aprendizaje los discípulos y maestros cuando la comunicación que se establece es real.

Tomado de:
Rogers, C. (1984). Grupos de encuentro. Buenos Aires. Amorrortu, p. 87-90. 105

domingo, 22 de enero de 2017

El Carácter encarnado

Para hablar de la forma de ser y estar en el mundo se usan diversas acepciones. Una de ellas es el "genio". "Tiene mal genio", se dice. Proviene del genius romano, una suerte de espíritu asignado a cada mortal como parte de su naturaleza. Su versión moderna sería el temperamento, cuya etimología alude a "en su justa medida", en referencia a esa combinación que nos singulariza. Sin embargo, en la psicología actual temperamento es considerado el aspecto biológico de la personalidad, no afectado por el ambiente (pero esto es relativo, toda vez que sabemos que el no nato ya está siendo afectado por el ambiente a través de las vivencias maternas incluso desde su concepción).

La personalidad es la estructura con que nos vinculamos con el mundo, es la máscara que nos permite hacernos presente (per-sona, era la máscara del teatro romano, que resonaba para que los asistentes oyeran a los actores). La compone, por un lado, el temperamento y, por otro, el carácter, cuyo significado etimológico sería "lo que queda grabado, las marcas que la vida te hace". De donde queda claro que alguien puede tener "mal o buen" genio, temperamento, carácter o personalidad; pero jamás podemos decir por ejemplo, "que fulano no tiene carácter" o que le falta.

Gran parte del trabajo psicoterapéutico recae en trabajar sobre la flexibilización o cambio del carácter. El carácter, desde el punto de vista psicodinámico, es un modo habitual de comportamiento, de tipo defensivo, que genera una suerte de armadura corporal que impide una flexibilidad y una apertura plena en las relaciones consigo mismo, con los otros y con el universo. El carácter tiene como función regular el gasto de energía en la persona (economía libidinal), gestionando el nivel de ingreso y de egreso energético, las posibilidades de recibir y de expresar. Por ello la utilización de la energía es muy diferente según el tipo de carácter constituido.

El carácter se ha conformado como la mejor adaptación posible ante las circunstancias vividas. Por ello, hay que tener cuidado de caer en la trampa de creer que exista un tipo ideal de carácter. El trabajo sobre el carácter es generar nuevas formas de adaptación, a lo que el consultante está en capacidad y dispuesto para asumir.


Lowen emplea para ello el aumentar el estrés sobre el cuerpo para que se tome conciencia de los puntos bloqueados e ir elaborando, a partir de ello, los traumas implícitos. Rolf, en cambio, confía que el cambio directo de los patrones caracteriales expresados en la musculatura y el tejido conectivo llevaran a una disolución de los traumas asociados ( no necesariamente los considera causales).

Lowen propone pasar por un movimiento voluntario que conduce a un movimiento involuntario, a menudo acompañado de vibraciones. Estas últimas se toman como índice de circulación de la energía  y de relajamiento muscular. Detectar y aliviar una tensión muscular es relajar el músculo y librar el recuerdo o el afecto (emoción sin contenido), descongelar la expresión, la acción y la interacción, y permitir una reutilización de la energía bloqueada. El insight no es imprescindible.

Como bien señalan los orientales, el centro de gravedad del cuerpo no está en la parte alta -en la cabeza, los hombros, el pecho- sino alrededor del ombligo y el plexo solar. Con la respiración abdominal, el vientre no está hundido, sino libre y ligeramente tenso, los hombros relajados, el tronco firme, la cabeza en el eje de la columna vertebral; esta última se mantiene recta sobre su base, una base firme -no importa si la persona es delgada o corpulenta. Si se baja es doblando las rodillas; si se eleva es empujando los pies contra la tierra. Recto, firme, sostenido, alerta.

Esta posición se opone a la posición europea típica de origen militar: recta, tensa, rodillas juntas, que pueden desequilibrarse fácilmente por un empujón desde atrás.

Hacer ejercicios, correr, saltar, golpear, gritar, cualquier cosa hecha para desahogarse, va a ser inútil si no se reconecta la expresión corporal (acción, tensión, dolor, afección, propensión a usar ciertas sustancias) con la razón de su función.(Schutzenberger)

La alegría depende, en gran parte, del completo desarrollo de las funciones corporales; se trata de tener conciencia de las emociones, de expresar los sentimientos con precisión y de aprehender las relaciones entre éstos y otras funciones tales como el pensamiento y la acción: es el acercamiento al funcionamiento personal (Colin, p. 102s).

Janov señala que la no satisfacción de las necesidades esenciales, a las que él llama "primales", va generando una cerrazón sobre uno mismo. Lo que él llama la "Escena Primal Mayor" es la escena representativa de la escisión estructural de la personalidad. Escenas primales menores van a sucederse en el transcurso de toda la lucha del hijo por complacer a sus padres. Son pequeños acontecimientos menores que afectan la identidad: críticas y humillaciones. Y también tenemos las "Escenas primales - clave", una especie de condensación de centenares de "escenas primales menores". (Schutzenberger)

Todo esto genera una dificultad para aceptar y expresar tanto el amor como la ira.

Plantea Casriel, en La Historia de Daytop, que existen cuatro niveles de ira:
  1. La ira a nivel cognoscitivo que es muy superficial, porque no es una verdadera emoción, es sólo un pensamiento.
  2. El "desahogo de la ira" que se siente a nivel de la garganta, y que va dirigido hacia personas importantes en la vida del individuo. Emocionalmente es bastante intensa e implica: "Estoy furioso. aléjate de mí".
  3. Una ira más profunda aún se siente a nivel del pecho y que se caracteriza por una gran violencia. "Te odio. Quiero matarte".
  4. La "furia de la identidad" es el nivel de ira más profundo que se siente en las vísceras, y que literalmente involucra a todo el cuerpo. Permite la liberación de los sufrimientos más intensos. "Estoy dolido. No es justo. No voy a permitir que lo que me has hecho vuelva a ocurrir".
He aquí la importancia de la ex-presión, de sacar la presión fuera. He aquí el lugar del grito. El grito puede expresar o revelar emociones que no podrían fácilmente expresarse en palabras. Los gritos pueden revelar emociones reprimidas desde la infancia, y esta libertad de expresarlas puede cambiar de manera positiva y significativa la personalidad. Las resonancias no verbales son más importantes para la expresión de alegría, miedo, dolor o ira, que las palabras. Al reconectar lo vivido con su expresión trunca (quejarse, gemir, llorar, gritar) se le puede dar término (fin de la compulsión a la repetición), recobrándose la propia identidad (Kort).

Gritar es un acto natural. A menudo es también una necesidad. Se grita de alegría, de dolor; se grita para llamar o amenazar. El hombre grita en su nacimiento, grita a veces, también, en su agonía y durante toda su vida, el grito marca momentos expresivos de angustia o de agresividad.

(Sin embargo, el doctor Leboyer, en "Un nacimiento sin violencia", describe partos y nacimientos en los que se han tenido en cuenta las necesidades fundamentales del niño, que nace suavemente en la penumbra, que después es colocado sobre el cuerpo de su madre, que no grita en el nacimiento, no parece traumatizado y se convertirá en un niño tranquilo que parece feliz. Entonces, se gritaría por el tipo de nacimiento, no por el nacimiento en sí.) (Schutzenberger)

Finalmente podemos decir que, para desbloquear lo que sea que nos esté limitando, rigidizando nuestro carácter, se requiere comprender que no está bloqueada la ira, el miedo o la tristeza, sino lo que está primariamente bloqueado es el Amor (a veces amor ciego, en palabras de Hellinger, pero ¡amor al fin!).

Referencias Bibliográficas:
  • Colin, L. y Lemaitre, J. (1979). El potencial humano. Barcelona: Kairós.
  • Fernández, J. (revisado online 20-01-2017): http://hispanoteca.eu/Foro-preguntas/ARCHIVO-Foro/Persona.htm
  • Kort, F. (1971). Psicoterapia de Grupo y desarrollo del potencial humano. Caracas: Monte Ávila, p. 100s
  • Schutzenberger, A. (1980). Nuevas terapias de grupo. Madrid: Pirámide, pp. 144-163. 185s
  • Wikipedia: Genio.

jueves, 19 de enero de 2017

Terapia de grupo y contacto físico

Carl Rogers cita las experiencias de su hija Natalie y su nieta Anne en relación a los grupos de encuentro y el contacto físico:

(Natalie)
A menudo ocurren cosas espontáneas no verbales, si el facilitador establece la norma de que las acciones de esa índole están permitidas [en el grupo].

En un grupo de adultos, un hombre solicitaba realimentación de los otros. Estos manifestaban con palabras y sin ambages sus impresiones. Me impresionaba como un ser solitario, temeroso y pasivo, tanto por su postura (se había sentado en un rincón) como por lo que nos había dicho en sesiones anteriores. Cuando me tocó el turno, le pedí que saliera del rincón y se ubicara frente a mí, donde yo pudiera responderle en forma más directa. No pude resistir el impulso de darle un suave empujón. Se inclinó hacia atrás, y volví a empujarlo un poquito. Retrocedió más todavía. Comencé a enojarme, y le di un fuerte empellón en el hombro. No intercambiamos palabra alguna, pero nos mirábamos de hito en hito. Por último, se defendió, y luchamos y forcejeamos hasta que advertí que no lo podía derribar. Él se benefició mucho con la experiencia, y yo también. Creo que, al menos por un tiempo, se sintió más hombre.


Casi siempre hablamos durante un rato [en el grupo] del significado que tienen  para nosotros los contactos físicos y no verbales. Se me ocurre que vuelven a producirse varias clases de aprendizaje. Quizás uno de los más importantes sea que el contacto se "desexualiza". Esto no significa que pierda sus connotaciones sexuales, sino que estas infunden menos temor y el contacto físico adquiere nuevos significados. Además, hace que los individuos se formulen esta pregunta en el plano de la experiencia: ¿Deseo de verdad estar cerca de otra persona?. Por último, puesto que es mucho más fácil "embaucar" a otros -e incluso a uno mismo- con las palabras, las experiencias no verbales plantean el interrogante: ¿Soy sincero? ¿Digo lo que siento cuando hablo?

(Anne)
¿Por qué tememos tanto al contacto? Porque tocar significa: SEXO. Pero, ¿no se dan cuenta acaso? No hay blanco ni negro, sino todo un continuo entre ambos polos. Sí, el hecho de tocar, abrazar, acariciar, encierra el sexo. El apretón de manos más distante y frío es sexual, aun cuando niega la emoción. La forma de encarar el contacto no es desexualizarlo, sino reconocer la existencia de la sensualidad; aceptarla. Si puedo aceptar la experiencia del contacto, este ya no me perturbará. Si acepto las respuestas que provoca en mí, es probable que no descubra miedo ni repulsión; descubriré, en cambio, el verdadero contenido del abrazo: cariño, fervor, júbilo.

Tomado de:
—Rogers, C. (1984). Grupos de Encuentro. Bs. As.: Amorrortu, p. 69s. 72

martes, 17 de enero de 2017

Aunque solos, nunca abandonados

Rogers nos habla acerca de la soledad:

A medida que aumentan la prosperidad [comodidad], la movilidad y el desarrollo de sistemas interpersonales cada vez más transitorios, en lugar de la vida reposada en el pueblo natal de los antepasados, los hombres se percatan más y más de su soledad....

Tú nunca puedes saber qué es ser yo, y yo jamás puedo saber qué es ser tú. Sea que deseemos compartirnos plenamente o mantener en nuestra propia intimidad una gran porción de nuestro ser, lo cierto es que nuestra unicidad misma nos separa. En este sentido, todo hombre debe vivir y morir solo. La forma como aborda esta condición fundamental -aceptando e incluso regocijándose de su separatividad, utilizando su soledad como base para expresarse creativamente, o temeroso y deseoso de huir de ella-, constituye una cuestión importante... (p. 117s)

Desde sus primeros años cada persona aprende que sus probabilidades de ser amada son mayores si se comporta de determinadas maneras aprobadas por los otros significativos que la rodean, y que esas probabilidades disminuyen si su conducta es expresión espontánea de sus sentimientos. En consecuencia, comienza a desarrollar una caparazón de conductas manifiestas, de la que se vale para relacionarse con el mundo externo. Esta caparazón puede ser relativamente delgada, un rol que desempeña en forma deliberada, al menos con una vaga conciencia de que ella, como persona, es muy distinta de su rol; o bien, puede convertirse en una coraza que considera como si fuera ella misma, olvidando a la persona que reside en su interior. Ahora bien, cuando el individuo ha dejado caer parte de su coraza defensiva, queda más vulnerable a la verdadera soledad... (p. 118)

Uno de los elementos importantes que mantienen a la gente enclaustrada en su soledad es la convicción de que su sí-mismo auténtico, su sí-mimo interior, el que ocultan a los demás, no puede merecer el amor de nadie. Es fácil rastrear el origen de este sentimiento. Las emociones espontáneas del niño, sus actitudes genuinas, son desaprobadas tan a menudo por sus padres y otras personas, que llega a introyectar esa desaprobación y a sentir que sus reacciones espontáneas y su sí-mismo verdadero conforman un ser a quien nadie puede amar... (p. 122)

Cuando dos sí mismos reales se abren mutuamente el corazón en el grupo [o en alguna otra circunstancia], se produce el encuentro Yo-Tú que tan bien ha descrito Buber. En ese instante la soledad desaparece, cada persona se siente en verdadero contacto con la otra y se diluye el extrañamiento que ha formado parte tan grande de su vida. (p. 126)

Y complementando lo dicho por Rogers, cito a Bert Hellinger*

¿Por qué llega alguien a sentirse solo? Pues, porque da a los demás un poder que le hace pensar que sin ellos se pierde algo de su vida. No obstante, nos olvidamos que, frente a esa otra fuerza, por cierto estamos solos pero nunca abandonados. Ante ella estamos solos y, a la vez, en nuestra plenitud.

Cuando nos acercamos a los demás en un vínculo, en un vínculo íntimo, ese vínculo no pasa directamente del uno a los demás sino que pasa por aquel poder creador ante el cual ellos también están solos. Al unirnos a ese poder, nos unimos con los otros, siempre a través de él, nunca directamente.

Orientarse completamente hacia esa fuerza y acompañar su movimiento de ayuda es un acto religioso. Esta ayuda no pasa por los individuos sino que pasa a través del espíritu hacia los individuos y sólo, en primer lugar, a través del espíritu.

Referencias:
  • Hellinger, B. (2009). Revista. Citado por Briggitte Champetier en: http://www.insconsfa.com/bh_revista_junio2009_hombre_y_mujer.php
  • Rogers, C. (1984). Grupos de encuentro. Bs. A.s: Amorrortu, p. 117-126

lunes, 16 de enero de 2017

La actitud del Facilitador (2)

Dice Carl Rogers: En mi opinión, atacar las defensas de una persona implica abrir juicio sobre ella. Si uno dice: “Tú ocultas mucha hostilidad”, o “Te muestras muy intelectual, quizá porque les temes a tus propios sentimientos”, creo que esos juicios y diagnósticos tienen un efecto contrario al de la facilitación. Empero, si lo que percibo como frialdad de la persona me frustra, o me irrita su afán de intelectualizar, o me enfurece su brutalidad hacia otro individuo, entonces quisiera enfrentarla con la frustración, o la irritación, o la cólera que existen en . Considero que esto es muy importante.

Muchas veces, cuando enfrento de esta manera a alguien, utilizo material muy concreto ofrecido antes por él. “Vuelves a ser ahora lo que antes llamaste el pobre chico del campo”. “Me parece que reincides en lo que antes habías descrito como el niño que desea que lo aprueben a cualquier precio”.

Si una persona se muestra afligida por mi enfrentamiento o el de los demás, estoy muy dispuesto a ayudarla para que salga del aprieto, si así lo desea. “Creo que ya no tienes más ganas de que sigamos con esto. ¿Quieres que te dejemos tranquilo por el momento?”. Lo único que puede servirnos de guía es la respuesta del sujeto, y a veces nos enteramos por ella de que quiere seguir con la realimentación y el enfrentamiento, por penoso que le resulte… (p. 62s)

Si, en determinado momento, me inquieta algo que se relacione con mi vida privada, no rehúso expresarlo en el grupo, pero tengo sobre el particular algo así como cierta conciencia profesional, pues siento que si se me paga para que cumpla la misión de facilitador, debo solucionar mis problemas graves consultado a mis colaboradores, o a algún terapeuta, y no ocupar con ellos el tiempo del grupo… Si no me siento libre para expresar mis problemas personales, esto acarrea dos lamentables consecuencias. En primer lugar, no escucho a los demás en la forma más adecuada. En segundo lugar, diversas experiencias me han enseñado que los miembros del grupo tienden a percibir mi intranquilidad, y piensan que, en cierto modo, son ellos quienes la han provocado… (p. 63s)


Formulo escasos comentarios respecto al proceso grupal, ya que estos tienden a hacer que el grupo se sienta molesto, aminoran su movimiento y dan a los miembros la sensación de que son objeto de escrutinio. Además, tales comentarios implican que no los veo como personas, sino como una especie de conglomerado, y no es en esa forma que quiero estar con ellos. Si se efectúan comentarios de esa naturaleza, es mejor que provengan espontáneamente de algún integrante. Abrigo la misma opinión en cuanto a los comentarios sobre el proceso de cada individuo… (p. 65)

Aprendí que los miembros de un grupo son tan terapéuticos como yo mismo-o aún más- cuando surge en él una situación muy grave, en la cual un individuo manifiesta una conducta psicótica o actúa en forma extraña. De vez en cuando el profesional cae en la trampa de los rótulos y piensa, por ejemplo: “¡Esta es una conducta sin duda paranoide!”. Tiende así a establecer cierta distancia y tratar a la persona como si fuera más bien un objeto. Sin embargo, los miembros del grupo, más ingenuos, continúan relacionándose con el individuo perturbado como persona, y, de acuerdo con mi experiencia, esto es mucho más terapéutico. Por consiguiente, en aquellas situaciones en las que un miembro muestra una conducta a todas luces patológica, confío en la sabiduría del grupo más que en la mía propia y, con frecuencia, quedo profundamente sorprendido por la capacidad terapéutica de sus integrantes. Esto nos induce a ser humildes y es, al mismo tiempo, alentador, ya que nos permite comprender el increíble potencial de ayuda que posee la persona común, carente de una formación especial, cuando se siente en libertad de utilizarlo… (p. 66)

Hay facilitadores que juzgan el éxito o fracaso de un grupo por sus aspectos dramáticos; el número de personas que han llorado, o las que han tenido ganas de vomitar. En mi opinión, esto lleva a una evaluación espuria… (p. 75)

No acojo con beneplácito a los facilitadores que interpretan con frecuencia los motivos o causas de la conducta de los miembros del grupo. Si sus interpretaciones no son exactas, a nadie han de servir; si son muy acertadas, quizá despierten una exactitud demasiado defensiva, o, lo que es peor aún, despojen a la persona de sus defensas, haciéndola vulnerable e hiriendo acaso sus fibras más íntimas, en especial cuando han finalizado las sesiones. Declaraciones de esta naturaleza: “Tú tienes, sin duda, mucha hostilidad latente”, o “Pienso que estás compensando tu carencia esencial de masculinidad”, pueden enquistarse durante meses en el individuo, provocándole una gran falta de confianza en su capacidad para comprenderse a sí mismo… (p. 75s)

Permítaseme aclarar que en cualquier participante del grupo no considero objetable ninguna de las condiciones que he mencionado cuando ellas surgen. El individuo manipulador, o que interpreta en exceso, o que se encuentra siempre dispuesto a atacar, o que se mantiene en un aislamiento emocional, será manejado por los propios miembros del grupo. No tendrán reparos en impedir que persistan esos comportamientos. Pero cuando es el facilitador quien manifiesta esas conductas, tiende a establecer una norma para el grupo, antes de que los miembros hayan aprendido que pueden oponérsele y tratar con él del mismo modo como lo hacen entre sí. (p. 76)

Extracto tomado de:
Rogers, C. (1984). Grupos de encuentro. Bs. As.: Amorrortu, p. 62-76

sábado, 14 de enero de 2017

La actitud del Facilitador (1)

…Escucho con la mayor atención, esmero y sensibilidad de que soy capaz a cada individuo que se expresa. Escucho sin preocuparme de si lo que dice es superficial o importante. A mi juicio, el individuo que habla merece que se le escuche y comprenda; es él quien lo merece, por haber expresado algo. Mis colegas dicen que, en ese sentido, yo “convalido” a la persona.

 No cabe duda que soy selectivo al escuchar y, por lo tanto, “directivo” –si se desea acusarme de ello- Me centro en el miembro del grupo que está hablando, e indudablemente los detalles de la disputa que tuvo con su mujer, o las dificultades que encuentra en el trabajo, o su desacuerdo con lo que acaba de decirse, me interesan mucho menos que el significado que tales experiencias encierran para él en ese momento, y los sentimientos que le despiertan. Trato de responder a estos significados y sentimientos.

Mi gran deseo es crear un clima que dé al individuo seguridad psicológica. Quiero que, desde el primer instante, sienta que si se atreve a expresar algo muy personal, o absurdo, u hostil, o cínico, al menos habrá en el grupo una persona que lo respete lo suficiente como para escuchar con atención lo que dice, considerando que se trata de una expresión auténtica de sí mismo.


Hay una forma levemente distinta por medio de la cual quiero también crearle al miembro un clima seguro. Soy muy consciente de que, en el curso de la experiencia, es imposible evitar el dolor del nuevo insight o del crecimiento, o el tormento que produce una realimentación honesta de parte de los demás. Sin embargo, mi intención es que el individuo sienta que, le pase a él lo que le pase, y cualquiera que sea la índole de lo que ocurra dentro de él, psicológicamente estaré a su lado en los momentos de dolor o alegría –o cuando estos dos sentimientos se combinan, lo cual constituye un frecuente indicio de crecimiento-… (p. 55)

Tiendo a aceptar las declaraciones de los individuos tal cual las formulan. Como facilitador (al igual que en mi función de terapeuta), prefiero, sin lugar a dudas, ser crédulo; creeré lo que tú me cuentas que sientes dentro tuyo; si no es cierto, eres libre por completo de corregir tu mensaje más adelante, y es probable que lo hagas. No quiero perder el tiempo en sospechas, o preguntándome: “¿Qué quiere decir él realmente?”… (p. 58)

Cuando la conversación se vuelve demasiado general o tiende a intelectualizarse, escojo del contexto los significados que se refieren a la persona misma, y respondo a estos. Así, puede ocurrir que diga: “Aunque tú hablas de todo esto en términos generales, como lo hace cualquier persona en determinadas situaciones, sospecho que te estás refiriendo de manera muy especial, a tu caso particular. ¿Me equivoco?”. O bien: “Dices que todos sentimos u obramos en esa forma. ¿Quieres decir que eres quien obra y siente de esa manera?”... (p. 59)

Confío en los sentimientos, palabras, impulsos y fantasías que surgen en mí. De esta manera, utilizo algo más que mi yo consciente; apelo a ciertas facultades de todo mi organismo. Por ejemplo, digo: “He imaginado de pronto que tú eras una princesa, y que te encantaría que todos fuésemos tus súbditos”. O bien: “Intuyo que te sientes juez y acusado a la vez, y que te dices con voz severa: “Eres culpable de todos los cargos”. Puede ocurrir que la intuición sea un poquito más compleja. Mientras habla un responsable ejecutivo de una empresa comercial, quizá vea de repente, en mi imaginación, al niñito que encierra en su interior –el niño que fue, tímido, inepto, temeroso, criatura a la que trata de negar y de la cual se avergüenza-. Y deseo que ame y valore a este niño. Por lo tanto, puedo expresar esa fantasía, no como algo verdadero, sino como un producto de mi imaginación. Esto da origen con frecuencia a una reacción de sorprendente intensidad, y a profundos insights… (p. 61)
(...)

La decisión de correr un riesgo es una de las muchas cosas que me ha enseñado la experiencia en los grupos de encuentro. Si bien no siempre la pongo en práctica, he aprendido que en esencia, nada hay que temer. Cuando me presento tal cual soy y, al darme a conocer, lo hago sin defensas ni corazas, limitándome a mostrarme; cuando logro aceptar que tengo muchos defectos y fallas, que cometo muchos errores y con frecuencia ignoro cosas que debería saber, que actúo con parcialidad cuando tendría que ser amplio y que abrigo sentimientos que las circunstancias no justifican, puedo ser mucho más real. Y cuando puedo desembarazarme de mi armadura y dejo de esforzarme por ser distinto de lo que soy, aprendo mucho más -aun de las críticas y de la hostilidad ajena-, estoy más relajado y me acerco mejor a las personas. Por añadidura, mi disposición a la vulnerabilidad provoca en los demás sentimientos mucho más reales hacia mí, y esto es muy gratificante. Cuando abandono mi actitud defensiva, cuando no me oculto detrás de una fachada, y cuando trato de ser y expresar nada más que mi yo verdadero disfruto muchísimo de la vida. (p. 124)

Extracto tomado de:
Rogers, C. (1984). Grupos de encuentro. Bs. As.: Amorrortu

lunes, 9 de enero de 2017

Hipertensión de bata blanca

Se denomina reacción de bata blanca (RBB) a la elevación de la presión arterial provocada por la presencia del médico o enfermera cuando se mide la presión arterial. La primera descripción fue realizada en 1940 por Ayman y Goldshine. Estos autores describieron un grupo de pacientes hipertensos entrenados para automedirse la presión arterial en casa en los cuales las mediciones obtenidas en su domicilio eran persistentemente inferiores a las obtenidas en consulta. El fenómeno se presenta entre un 30 y 70% de pacientes hipertensos, a los que se les eleva aún más la presión.
Pero en un 10% a 20%  de personas SIN PROBLEMAS de presión arterial también les sucede, llamándose en ese caso "Hipertensión de bata blanca" (HBB).

También existe el fenómeno contrario: Reacción de Bata Blanca invertida. Con este término se define a un grupo de pacientes con valores tensionales considerados como hipertensión arterial en las tomas casuales y que, sin embargo, presentan presiones arteriales normales en el consultorio médico. La incidencia descrita de este fenómeno es aproximadamente de un 3-4% de los pacientes. En la reacción de bata blanca influye no sólo la presencia o ausencia del médico o enfermera, sino el lugar donde la medición se produce, es decir, el consultorio médico, o, también, la interacción de ambos factores.

Los siguientes casos ilustran el trasfondo de las RBB:

Robles señala el caso donde un enfermo, que recibía tratamiento con hemodiálisis, era capaz de presentar consecutivamente una reacción de bata blanca en el consultorio médico (o en el servicio de Urgencias), mientras que al llegar a hemodiálisis presentaba una reacción de bata blanca invertida, es decir, reaccionaba de forma diferente ante dos ambientes médicos en función de la confianza que sintiera en cada uno de ellos.

Un joven de 28 años entró por propia voluntad a una consulta médica, comprobándose que tenía elevada la presión sanguínea (sistólica 175 mm Hg), mientras que con motivo de su visita al mismo doctor en un consultorio distinto, situado en otra ciudad, presentaba una presión notablemente más baja. En la siguiente ocasión, en la consulta mencionada en primer lugar, volvió a subir la presión (ahora hasta 170). Un breve análisis permitió descubrir que esta habitación despertaba en el sujeto recuerdos de la habitación de otro consultorio donde ocho años antes le habían comunicado que tenía gonorrea y le habían mostrado en el microscopio los diplococos intracelulares de su eyaculación. Este recuerdo, que había dejado de ser consciente, aumentaba la presión de la sangre (Stokvis).

También muy prometedora resulta la investigación de médicos cubanos con el empleo de la Biodescodificación para el tratamiento de la HTA en general, desde el punto de vista que detrás de una enfermedad hay un conflicto emocional no resuelto. Ver aquí la investigación.

Para muchos médicos no existe la "hipertensión emotiva" a pesar que cualquiera que tenga un pariente hipertenso sabe que si sufre una impresión tiende a subirle más la presión arterial. Molerio hace una revisión de las investigaciones que muestran que existen factores de estrés que están presentes en la HTA. Curiosamente este autor también es cubano. Considerar emotiva o no a una enfermedad guarda relación directa con otros factores ajenos a la medicina: confiar o no en la Naturaleza, valorar los aspectos psicológicos o no, estar comprometido económicamente con la industria farmacéutica o no, etc.

Cuando alguien padece de hipertensión arterial, hay unas preguntas fundamentales por hacerse: ¿que me presiona continuamente? ¿qué aspecto con mis con-sanguíneos me tiene super-tenso permanentemente? ¿a quién quiero darle mi sangre, mi vida? o ¿de quién me quiero defender?

Referencias:

  • Molerio, O. et al. (2004). El estrés como factor de riesgo de la hipertensión arterial esencial. Disponible en: http://bvs.sld.cu/revistas/hie/vol43_1_05/hie07105.htm
  • Stokvis, B. y Wiesenhutter, E. (1983). Técnicas relajadoras y de sugestión. Barcelona: Herder, p. 63s
  • Robles, N. y Cancho, B. (2002). Hipertensión de bata blanca. NEFROLOGÍA. Vol. XXII. Suplemento 3. Disponible en: http://www.sld.cu/galerias/pdf/sitios/anestesiologia/hta_de_bata_blance.pdf

viernes, 6 de enero de 2017

Abuso Sexual y Pseudoplacer

Experimentar un orgasmo durante una violación es una experiencia confusa y difícil, y afecta tanto a las víctimas como a las personas cercanas a ellas. Se trata de una reacción física fuera de nuestro control, que no significa que la persona agredida consienta la relación ni que disfrute de ella. Por lo tanto, tener un orgasmo no hace que la violación sea menos grave o el agresor menos culpable.

Un psicoterapeuta informa (1): "He atendido a más mujeres con este problema de las que puedo recordar. A menudo sale a relucir en algún momento durante la terapia, y es extremadamente violento e incómodo para la víctima hablar sobre ello. Sin embargo, una vez que se ha sacado a la luz la víctima puede observar su reacción con honestidad y empezar a sanar. La vergüenza y el sentimiento de culpa por este tema hace que algunas violaciones no se denuncien y que sea necesario entender cómo y por qué se dan orgasmos durante la violación... En estos casos es bueno recordar lo que pasa con las cosquillas. Algunas personas lo odian. Esas personas pueden estar riendo cuando se le hace cosquillas, pero es una experiencia profundamente desagradable para ellos. El cuerpo tiene ciertas respuestas automáticas a ciertos estímulos físicos. Nos reímos cuando nos hacen cosquillas. No significa que sea una experiencia agradable, o que la risa indique quererla. Es sólo una reacción física automática".

El instinto de supervivencia opaca a cualquier otra cosa. No obstante, cuando la víctima deja de oponerse al ver echada su suerte, el organismo activa otro tipo de respuestas (que pueden ir desde la depresión en el acto hasta el placer)

Sigue diciendo: "Hay muy pocos estudios sobre este tema del placer presente en el abuso sexual, pero hasta el momento las investigaciones apuntan a que entre un 5 y más de un 50% de las víctimas experimentan orgasmos durante la agresión sexual. En mi experiencia como terapeuta, algo menos de la mitad de las chicas/mujeres violadas tenían este problema. (He trabajado con muy pocos chicos u hombres que hubieran tenido orgasmos siendo violados, [sin embargo existen reportes que también sucede con varones, independientemente de su orientación sexual]). Los compañeros de profesión con los que he debatido el tema indican cifras similares".

Y continúa: "Normalmente los terapeutas no hablamos de este tema en público por miedo a contribuir a la idea de que las víctimas disfrutan siendo violadas. Por esta misma razón, se han hecho pocas investigaciones sobre este tema y otros similares. Yo creo que, aunque sea un tema muy difícil, si podemos hablar de él abiertamente y eliminar el miedo y el estigma podremos ayudar a sanar a más gente".


En el caso particular de las niñas y niños lo siguiente puede aclarar algunos aspectos del placer sentido (2): "Los experimentos realizados por Schachter y Schachter y Singer demuestran que los estados emocionales se deben en parte al grado de excitabilidad fisiológica, pero que las variables sociales y cognoscitivas juegan un papel crucial en la determinación tanto de la naturaleza como de la intensidad de las emociones experimentadas, particularmente cuando los sujetos no pueden rotular con precisión la fuente de la condición excitatoria. Así, un mismo estado de excitación fisiológica puede ser vivenciado como euforia, ira o cualquier otro tipo de condición emocional -dependiendo de las cogniciones definidas y de las reacciones afectivas de los otros ante las situaciones que inducen la excitación. Por ejemplo, si una persona experimenta una excitación emocional cuyos estímulos que la provocan son ambiguos, la reacción emocional de tristeza, euforia o ira dependerá de la estimulación cognoscitiva y social presente en ese momento. Si el medio ambiente en el cual se encuentra el sujeto incluye a un grupo de personas predominantemente eufóricas, la respuesta emotiva será de placer, alegría, e igual sucedería con las otras emociones." (Kort, p. 40s)

Esto permite entender de otro modo lo referido por jóvenes y adultos frente al placer que sintieron en el contexto de abuso sexual infantil. Siendo niños, lo experimentado generaba una excitación fisiológica, pero no había cómo rotularla. El placer sentido sería, en parte, la adopción de la afectividad del adulto, pero éste mismo adulto también trasmite otras emociones (en menor intensidad), como temor (a ser descubierto), ira (consigo mismo o con otro, según la psicodinamia del impulso trasgresor), culpa, vergüenza. Estas otras emociones serían las que cobrarían relevancia al crecer ese niño/a y tomar conciencia de las implicancias de aquellos hechos. Aquí es donde es oportuno brindar información al adulto, que dicho "placer" no es aval de lo apropiado de lo vivido ni justificación para creer que a ese infante "le gustaba", como los pedófilos suelen señalar desde su cognición distorsionada.

Puedes aprender más sobre la cultura de la violación en la que estamos inmersos en este artículo (3):
https://www.mehanviolado.com/cultura-violacion-que-es/

Referencias:
  1. www.reddit.com/r/IAmA/comments/193e3x/iama_sexual_assault_therapist_discussing_when/ (esta página contiene un extenso debate entre el psicoterapeuta y el público aclarando dudas).
  2. Kort, F. (1971). Psicoterapia de Grupo y desarrollo del potencial humano. Caracas: Monte Ávila. Las referencias han sido tomadas de Bandura: Principios de Modificación de la Conducta.
  3. www.mehanviolado.com/orgasmo-violacion/  (25-2-2013)

miércoles, 4 de enero de 2017

Mandalas 3D tridimensionales

Los mandalas suelen ser descritos como representaciones planas del universo externo e interno. Pero otra posibilidad es que además de ello serían representaciones bidimensionales de estructuras tridimensionales, visualizadas desde arriba. Compárese el plano de la iglesia (izq.) con el mandala (der.).





Ahora, póngase en una perspectiva aérea y vea el siguiente templo budista hindú (estupa):


La estupa es la representación arquitectónica de la evolución del Ser, desde el punto de vista budista. En el tope, el último anillo que corona la torre termina en una aguja que simboliza la conciencia de Unidad.

Los peregrinos circunvalan el reciento sagrado, un circunvalar que es tanto externo como interno. Toda la energía contenida en el círculo es una manifestación del arquetipo del Self. Así como el mandala, representa la continuidad entre la periferia y el centro.

En los mandalas tibetanos las imágenes se organizan en torno de un patrón central con frecuencia envolviendo otro círculo normalmente dividido en cuatro cuadrantes. En cada uno hay una figura y en el centro del mandala está la figura principal. todas las secuencias son aspectos de la figura central.



Mira estos sombreros mexicanos vistos desde arriba.

Referencias:
Miguens. M. (1993). Gestalt Transpersonal. Buenos Aires;: Era Naciente, p. 112s
Wikipedia: Estupa

martes, 3 de enero de 2017

Mandatos Transgeneracionales

Los mandatos son mensajes recibidos en la primera infancia, más emocionales y no verbales que verbales. Se envían y se reciben en momentos de estrés y afectan a áreas específicas de la identidad y el comportamiento natural de la persona. Robert y Mary Goulding (1976), a partir de la experiencia clínica, identificaron al menos doce mandatos específicos:

– “No seas” o “No existas”.
– “No seas tú”, que puede tomar la forma de “No seas del sexo que eres”.
– “No seas un niño”, y asociado “No disfrutes”.
– “No crezcas”, que puede ser también “No seas sexual” o “No me abandones”.
– “No pienses”, a veces referido a algo concreto y otras veces “No pienses como tú piensas, piensa esto otro o piensa como yo”.
– “No lo hagas”, que toma a veces la forma de “No triunfes”.
– “No”, que es vivido a veces como “No decidas”.
– “No seas importante”, en general o en áreas específicas.
– “No pertenezcas”.
– “No te acerques”, que puede ser “No confíes” o “No ames”.
– “No sientas”, que puede referirse a algo concreto o tomar la forma de “No sientas lo que sientes, siente lo que yo siento”.
– “No estés bien” o “No seas sano”.

Todos hemos recibido una cierta variedad de ellos e incluso hemos imaginado recibirlos, y respecto de cada uno de ellos nosotros hemos tomamos decisiones vitales siendo niños (Cuadra).

...La orden "no llores" recibida cuando hay congoja genuina, es una confusión simple. Esta confusión se complica si además se le agrega una confusión semántica. Mandatos tales como "compórtate de acuerdo a tu edad" o "pórtate bien" y otros que tienen connotaciones extensas terminan por dejar al niño completamente confundido. "¿Qué es comportarse de acuerdo a mi edad? "¿Qué es portarme bien?". En nuestra práctica clínica hemos encontrado con frecuencia que personas escrupulosas por los detalles fueron confrontadas en su niñez con exigencias tan vagas como éstas. (Perls, p. 118)

Los Mandatos, ya en específico, como los considera el Análisis Transaccional, tendrían que ser mirados como expresión superficial  de conflictos surgidos en nuestra primera infancia, en el Proyecto/Sentido con que nuestros padres nos han concebido, o surgidos en el Transgeneracional a partir de una experiencia que puso en peligro a un individuo pretérito y que se ha visto extendida al resto de la familia y sus descendientes.

Considerar los mandatos sólo como impuestos por los padres, personaliza peligrosamente el conflicto, como puede suceder en una mala praxis de la técnica de redecisión (Goulding), donde se confronta a los padres por ello, para luego "redecir" desde una postura yoica, enajenada de la pertenencia a un sistema familiar. Por ello Jenkins propone una ampliación de la redecisión para incluir factores transgeneracionales.


Referencias:
  • Cuadra, J. (online). El Análisis Transaccional. Gabinete de Análisis Transaccional. Disponible en: http://www.en-contacto.net/que-es-el-at/conceptos-at/
  • Jenkins, P. y Teachworth, A. (2010). Psicogenética y Terapia de Redecisión. Transactional Analysis Journal. N° 2 Vol 40. Disponible en: http://documents.mx/documents/psicogenetica-en-terapia-de-redecision.html
  • Perls, F. (1976). El Enfoque Gestáltico. Santiago de Chile: Cuatro Vientos.