Carl Rogers cita las experiencias de su hija Natalie y su nieta Anne en relación a los grupos de encuentro y el contacto físico:
(Natalie)
A menudo ocurren cosas espontáneas no verbales, si el facilitador establece la norma de que las acciones de esa índole están permitidas [en el grupo].
En un grupo de adultos, un hombre solicitaba realimentación de los otros. Estos manifestaban con palabras y sin ambages sus impresiones. Me impresionaba como un ser solitario, temeroso y pasivo, tanto por su postura (se había sentado en un rincón) como por lo que nos había dicho en sesiones anteriores. Cuando me tocó el turno, le pedí que saliera del rincón y se ubicara frente a mí, donde yo pudiera responderle en forma más directa. No pude resistir el impulso de darle un suave empujón. Se inclinó hacia atrás, y volví a empujarlo un poquito. Retrocedió más todavía. Comencé a enojarme, y le di un fuerte empellón en el hombro. No intercambiamos palabra alguna, pero nos mirábamos de hito en hito. Por último, se defendió, y luchamos y forcejeamos hasta que advertí que no lo podía derribar. Él se benefició mucho con la experiencia, y yo también. Creo que, al menos por un tiempo, se sintió más hombre.
Casi siempre hablamos durante un rato [en el grupo] del significado que tienen para nosotros los contactos físicos y no verbales. Se me ocurre que vuelven a producirse varias clases de aprendizaje. Quizás uno de los más importantes sea que el contacto se "desexualiza". Esto no significa que pierda sus connotaciones sexuales, sino que estas infunden menos temor y el contacto físico adquiere nuevos significados. Además, hace que los individuos se formulen esta pregunta en el plano de la experiencia: ¿Deseo de verdad estar cerca de otra persona?. Por último, puesto que es mucho más fácil "embaucar" a otros -e incluso a uno mismo- con las palabras, las experiencias no verbales plantean el interrogante: ¿Soy sincero? ¿Digo lo que siento cuando hablo?
(Anne)
¿Por qué tememos tanto al contacto? Porque tocar significa: SEXO. Pero, ¿no se dan cuenta acaso? No hay blanco ni negro, sino todo un continuo entre ambos polos. Sí, el hecho de tocar, abrazar, acariciar, encierra el sexo. El apretón de manos más distante y frío es sexual, aun cuando niega la emoción. La forma de encarar el contacto no es desexualizarlo, sino reconocer la existencia de la sensualidad; aceptarla. Si puedo aceptar la experiencia del contacto, este ya no me perturbará. Si acepto las respuestas que provoca en mí, es probable que no descubra miedo ni repulsión; descubriré, en cambio, el verdadero contenido del abrazo: cariño, fervor, júbilo.
Tomado de:
Rogers, C. (1984). Grupos de Encuentro. Bs. As.: Amorrortu, p. 69s. 72