martes, 17 de enero de 2017

Aunque solos, nunca abandonados

Rogers nos habla acerca de la soledad:

A medida que aumentan la prosperidad [comodidad], la movilidad y el desarrollo de sistemas interpersonales cada vez más transitorios, en lugar de la vida reposada en el pueblo natal de los antepasados, los hombres se percatan más y más de su soledad....

Tú nunca puedes saber qué es ser yo, y yo jamás puedo saber qué es ser tú. Sea que deseemos compartirnos plenamente o mantener en nuestra propia intimidad una gran porción de nuestro ser, lo cierto es que nuestra unicidad misma nos separa. En este sentido, todo hombre debe vivir y morir solo. La forma como aborda esta condición fundamental -aceptando e incluso regocijándose de su separatividad, utilizando su soledad como base para expresarse creativamente, o temeroso y deseoso de huir de ella-, constituye una cuestión importante... (p. 117s)

Desde sus primeros años cada persona aprende que sus probabilidades de ser amada son mayores si se comporta de determinadas maneras aprobadas por los otros significativos que la rodean, y que esas probabilidades disminuyen si su conducta es expresión espontánea de sus sentimientos. En consecuencia, comienza a desarrollar una caparazón de conductas manifiestas, de la que se vale para relacionarse con el mundo externo. Esta caparazón puede ser relativamente delgada, un rol que desempeña en forma deliberada, al menos con una vaga conciencia de que ella, como persona, es muy distinta de su rol; o bien, puede convertirse en una coraza que considera como si fuera ella misma, olvidando a la persona que reside en su interior. Ahora bien, cuando el individuo ha dejado caer parte de su coraza defensiva, queda más vulnerable a la verdadera soledad... (p. 118)

Uno de los elementos importantes que mantienen a la gente enclaustrada en su soledad es la convicción de que su sí-mismo auténtico, su sí-mimo interior, el que ocultan a los demás, no puede merecer el amor de nadie. Es fácil rastrear el origen de este sentimiento. Las emociones espontáneas del niño, sus actitudes genuinas, son desaprobadas tan a menudo por sus padres y otras personas, que llega a introyectar esa desaprobación y a sentir que sus reacciones espontáneas y su sí-mismo verdadero conforman un ser a quien nadie puede amar... (p. 122)

Cuando dos sí mismos reales se abren mutuamente el corazón en el grupo [o en alguna otra circunstancia], se produce el encuentro Yo-Tú que tan bien ha descrito Buber. En ese instante la soledad desaparece, cada persona se siente en verdadero contacto con la otra y se diluye el extrañamiento que ha formado parte tan grande de su vida. (p. 126)

Y complementando lo dicho por Rogers, cito a Bert Hellinger*

¿Por qué llega alguien a sentirse solo? Pues, porque da a los demás un poder que le hace pensar que sin ellos se pierde algo de su vida. No obstante, nos olvidamos que, frente a esa otra fuerza, por cierto estamos solos pero nunca abandonados. Ante ella estamos solos y, a la vez, en nuestra plenitud.

Cuando nos acercamos a los demás en un vínculo, en un vínculo íntimo, ese vínculo no pasa directamente del uno a los demás sino que pasa por aquel poder creador ante el cual ellos también están solos. Al unirnos a ese poder, nos unimos con los otros, siempre a través de él, nunca directamente.

Orientarse completamente hacia esa fuerza y acompañar su movimiento de ayuda es un acto religioso. Esta ayuda no pasa por los individuos sino que pasa a través del espíritu hacia los individuos y sólo, en primer lugar, a través del espíritu.

Referencias:
  • Hellinger, B. (2009). Revista. Citado por Briggitte Champetier en: http://www.insconsfa.com/bh_revista_junio2009_hombre_y_mujer.php
  • Rogers, C. (1984). Grupos de encuentro. Bs. A.s: Amorrortu, p. 117-126