jueves, 21 de enero de 2016

Objetivos de la Psicoterapia

Los Polster señalan que la psicoterapia tiene tres elementos que la identifican:

1. El aprendizaje de habilidades útiles para el diario vivir. Logrado de manera directa o indirecta (como el participante silencioso de un grupo, que aprende observando, o el consultante que incorpora aspectos del psicoterapeuta sin que éste se lo haya propuesto; o como resultado de un aumento de la apertura o la autoconfianza). El propósito de la terapia es modificar el umbral experiencial de modo que el consultante se encuentre en mayor capacidad para actuar.
"Vamos a suponer que a un paciente  se le dice: "Ensaye mover la pelvis en esta forma", y que el hombre hace la prueba y acota: "Parece femenino". "Sí, femenino", admite el terapeuta. "Pero, ¿le gusta?". "Resulta cómodo caminar así", observa el paciente, y acaba adoptando un andar libre y fácil, sin preocuparse por su femineidad. No es asunto de poca monta. Los dos estarían gravemente limitados si el paciente tuviera que descubrir esto sin la instrucción o el esclarecimiento del terapeuta; en tal caso, este último le serviría de poco. Claro está que enseñarle supone un riesgo, y que podría acostumbrarse a seguir las directivas, y por último a depender de ellas. Pero sin riesgo no se consigue nada. (...) Muchas habilidades pueden enseñarse directamente sin que ello implique menoscabar la integridad del aprendiz. Si el profesor de natación me explica que estoy tragando agua porque pataleo demasiado abajo, ensayaré patalear más cerca de la superficie y comprobaré que así nado mejor." (p. 179s) 
2. Su función activadora, es decir de vitalizar e impulsar a la acción.
"Una de las experiencias más estimulantes de la vida es enamorarse, cosa que ocurre no pocas veces entre el paciente y el terapeuta o entre miembros del grupo. Este amor contiene la chispa de una movilización que trasciende la relación terapéutica. Una muchacha de veintiún años, totalmente aislada de los hombres, me contó un sueño en el que había hecho el amor conmigo, y a continuación,  confesó que le gustaría que el sueño fuera realidad. Expresó sus deseos -intensos y en cierto modo aterradores como eran- con una franqueza ingenua que me conmovió. Aunque no quería acostarme con ella, le dije que la encontraba profundamente atractiva, y ella vio que era cierto y que su sinceridad me había llegado al alma. Desde ese momento, los hombres empezaron a ser parte de su vida. Aceptar su condición de mujer estimulable y estimulante fue como aprender el idioma de un país donde antes  había sido una extranjera." (p. 181)
"Tocar es activante. Los relatos dramáticos son activantes. Los movimientos físicos nuevos son activantes. Y también reconocerse uno tal cual es, asumir el liderazgo, respirar en forma correcta, lanzar un bramido, revelar un secreto. La nómina de las experiencias activantes es infinita." (p. 182)
 3.  El desarrollar un nuevo sentido de sí mismo.
Naomi se tenía por una persona intuitiva y sensible, si bien creía ser nula para las descripciones exactas.  Un día le pedí que describiera un cuadro de mi consultorio. Adoraba esa pintura y más de una vez había respondido a sus cambiantes y luminosos colores. Pero ahora se trataba de otra cosa: según mis instrucciones, debía describir dicha pintura en términos tan objetivos y concretos, que quien la viera por primera vez en una habitación llena de cuadros pudiera reconocerla inmediatamente. Mientras lo hacía, Naomi tomaba conciencia del pesado esfuerzo que demandaba la tarea: rechinaba los dientes, apretaba las mandíbulas y mordía las palabras. Reconoció, entonces, todo el resentimiento que guardaba contra los adultos que en su niñez le habían inculcado el principio de responder a las cosas descartando el placer, y reteniendo solo la descripción escueta. Pero descubrió también algo nuevo: podía hacer esa descripción, sin que disminuyera su gusto por el cuadro... (p. 184)
[La] intervención psicoterapéutica no se dirige a transformar la situación exterior, a modificar las cosas, a los otros o a los acontecimientos, sino más bien a transformar la percepción interna que se hace el cliente de los hechos (Ginger, p. 24)
 
 Referencias;:
Ginger, S. & Ginger, A. (1993). Gestalt. Una terapia de contacto. México D. F.: Manual Moderno
Polster, E. y Polster, M. (1974). Terapia Guestáltica. Bs. As.: Amorrortu, pp. 177-185