[Entonces] El objetivo de la terapia es darle [o fortalecer] al paciente una herramienta -autoapoyo-, con lo cual pueda resolver sus propias dificultades. (p. 88)
Muchas veces el terapeuta descubre que el paciente tiene vergüenza de pedir algunas cosas: con la misma frecuencia encuentra que el paciente está convencido de que la única ayuda valiosa obtenible es aquella que se adivina y que se da sin ser requerida. Muchas veces no sabe pedir, o está confundido acerca de lo que realmente quiere. Pero una vez que logra expresar sus exigencias, sus órdenes, sus mandatos y sus peticiones en forma directa y realmente diciendo lo que quiere, ha dado el paso más importante. (p. 110)
...El autoapoyo es muy distinto de la autosuficiencia: Cuando el paciente termine su terapia no habrá perdido su necesidad de las otras personas. Por el contrario, por primera vez encontrará satisfacciones en su contacto con los demás. (p. 113)
Para reintegrar al neurótico tenemos que recurrir a cualquier cantidad de responsabilidad que esté dispuesto a aceptar. Lo mismo se puede aplicar al terapeuta. Tiene que tomar responsabilidad total de sus reacciones ante el paciente. No es responsable de la neurosis del paciente, ni de su miseria o falta de comprensión. Pero es responsable de sus propias motivaciones, de su manera de tratar al paciente y de la situación terapéutica.
La primera responsabilidad del terapeuta es desafiar cualquier afirmación o conducta de parte del paciente que no es representativa del sí mismo y que es evidencia de su falta de autorresponsabilidad. Esto significa que tiene que vérselas con cada uno de los mecanismos neuróticos a medida que aparecen. Cada uno debe ser integrado por el paciente y debe ser transformado en una expresión de sí mismo, de modo que realmente pueda descubrirse a sí mismo. (p. 83s)
Si por otro lado, el paciente está genuinamente bloqueado, también dará señales de ésto. Podrá sonrojarse o podrá tartamudear. Ahora seguiremos con nuestro experimento en fantasía, ya que aún nuestro paciente no puede llevarlo a cabo ni en el nivel real ni en el nivel de dramatización.
Terapeuta: Si usted se atreviera a decirlo, ¿podría imaginarse cuál sería mi respuesta?
Paciente: Claro, usted pensaría "qué horrible criatura es usted".
Terapeuta: ¿Podría imaginarse una situación en que me podría decir a mí "qué horrible criatura es usted"?
Paciente: (con voz animada) Por supuesto, eso es exactamente lo que pensé. Qué horrible criatura es usted al ponerme en una situación tan embarazosa.
Terapeuta: ¿Podría darme más detalles de cómo a mí me gusta poner a las personas en situaciones embarazosas?
Ahora el paciente está más libre de lo que estaba antes. Y puede que esté listo para hacer psicodrama en fantasía acerca de cómo alguien consigue que los demás se sientan avergonzados. Con esto logra convertir una proyección ("el terapeuta me quiere avergonzar a mí") en una autoexpresión. Cuando haya terminado la sesión, pudiera ser que el paciente tome conciencia de que interrumpe el placer que obtiene al avergonzar a los demás, avergonzándose a sí mismo. (p. 85s)
Hay sí un problema ...que también está presente en [todas] las terapias. Y es que el paciente se adapta a nuestra técnica. Entonces puede que comience a manipular al terapeuta con experiencias fabricadas e irrelevantes sólo para agradar y al mismo tiempo evitar el encararse con sus propias dificultades. Entonces el énfasis de la terapia tiene que trasladarse del tener vivencias al inventar vivencias. El terapeuta tendrá entonces que encarar la actitud "finjamos". (p. 87)
[También] la meditación apunta hacia el auto-apoyo, como la Gestalt, a pesar de que la meditación pone más énfasis en ello, pues habla de un grado de auto-apoyo donde uno puede abandonar cualquier cosa. Lo invita a uno a un estado mental que no tiene absolutamente ningún apoyo y no necesita ser apoyado. Es un hecho paradójico el que si uno abandona el apoyo, uno no se cae, sino que por el contrario, empieza a volar. El budismo y el taoísmo hablan de este soltarse de todos los apoyos, externos e internos, como un estar apoyado en el vacío. En algo que, visto desde afuera, sólo se puede describir como absolutamente nada, si bien una de las nadas más fértiles. (Naranjo, p. 213)
Extraído de:
Naranjo, C. (1990). La vieja y novísima Gestalt. Santiago de Chile: Cuatro Vientos.
Perls, F. (1976, 1973). El Enfoque Guestáltico. Santiago de Chile: Cuatro Vientos.