jueves, 28 de enero de 2016

Caso: En el Otro me reconozco

Un caso de los Polsters, sobre como la Vida nos pone espejos:

"Lila, mi paciente, al ascender a jefa de sección en una fábrica de juguetes, tuvo que aceptar como secretaria a una mujer desorganizada y dominante, que llevaba años en esa sección. No tardó en averiguar que muchos problemas anteriores de la oficina se habían debido a esta empleada, y le im­puso varias exigencias de trabajo. La mujer tomó esto como un gran golpe, y de pronto pareció «una niña abandonada», según las palabras de Lila, que en ese momento tuvo la impresión de estar sentada frente a frente con una parte de sí misma. Tanto ella como su hermano se habían criado en un barrio pobre de Nueva York, y los dos habían sido en realidad «niños abandonados», pero como Lila era la mayor y siempre lo había tenido a su cargo, solo a él lo había visto como tal, nunca a sí misma.

Los hechos que fueron saliendo a luz revelaron que había pasado toda su vida protegiendo a seres desvalidos y representando alternativamente el papel de una criatura sin protección. A medida que hablaba, fue dándose cuenta de que ya no quería hacer este papel, y reconoció que había aprovechado el enfrentamiento con su secretaria para desembarazarse de la chiquilla abandonada que sobrevivía en ella, y convertirse en una mujer cabal. Su fisonomía adquirió en este punto una expresión nueva, mezcla de ensimismamiento, introspección alerta y desconcierto creciente. Le pregunté qué sentía y contestó, desconcertada, que era como un agarrotamiento en el pecho y en las piernas. Atendió a estas sensaciones, y al cabo de unos segundos de silencio declaró sentir la contracción en la vagina. Le pedí que se concentrara en esa sensación,y así lo hizo. Pasaron unos segundos más; después se le iluminó la cara y dijo que la contracción estaba cediendo. De pronto pareció sobresaltarse, como estremecida por una sensación profunda que no describió, pero que la hizo estallar en un paroxismo de llanto, mientras pronunciaba entrecortadamente el nombre del hombre amado con quien había tenido por primera vez una relación intensa y recíproca.

Cuando levantó de nuevo la cabeza, su rostro trasfigurado era el de una mujer bella e íntegra. Al reanudar la conversación, comprendió la importancia que había cobrado su confrontación con la secretaria -a la que más adelante despidió- y el redescubrimiento de su actitud protectora hacia los desvalidos. Pero sabía que el cambio más profundo, el decisivo, había empezado al descubrir la sensación en la vagina. El despertar subsiguiente de un sentido de femineidad cabal se sobrepuso entonces al sentimiento de pueril desamparo, dando realidad concreta, y hasta un principio de solución, a problemas que, de otro modo, posiblemente no hubieran ido más allá de meros planteos verbales."

Extraído de:
Polster, M y Polster, E. (1974). Terapia Guestáltica. Bs. As.: Amorrortu, p. 208s