sábado, 30 de enero de 2016

Caso de Pareja: ¿Qué veo cuando te miro?


Chuck, después de haberle dicho a su mujer en la terapia de parejas que nunca le gustó mucho su cuerpo, no ha liquidado el asunto cuando la sesión termina. No ha hecho más que añadir otro eslabón a una cadena que se remonta a un agravio previo y se prolonga ulteriormente a lo largo de una gama de consecuencias implícitas: susceptibilidad herida, resentimiento, desengaño y todas las complicaciones afines.

Imaginemos que Tina, al hacerle Chuck ese desabrido comentario sobre su cuerpo, le contesta con una débil sonrisa y nada más. Dejar que este intercambio se retrajera y se ulcerara habría sido lo habitual en ella. Pero el terapeuta no tiene ningún interés en que los pacientes adormezcan sus conflictos, y por lo tanto explora la conciencia de Tina, que pronto dice: «Me siento defraudada porque siempre pensé que te gustaba mi cuerpo y ahora creo que sólo estabas embaucándome».

Supongamos que Chuck se siente molesto entonces y recuerda en voz alta por primera vez la repugnancia que sentía de chico por los cuerpos de las mujeres, y evoca las náuseas y todo lo que fue para él haber visto menstruar a su madre, y a su hermana dejar una bola de caca en el inodoro. Por eso casi todas las veces cierra los ojos, por miedo de ver los cuerpos con demasiada claridad o demasiada irreverencia. Tina reconoce en este punto que no es su falta de atractivos lo que está en juego, sino la rigidez personal de Chuck en lo relativo a la pureza de los cuerpos. Cuando se le pide a Chuck que vuelva a mirar el cuerpo de su mujer, dice que siente una mezcla de excitación y de asco y se ruboriza violentamente. Tina dice: «En este momento me pareces un nene chiquito, y me gustaría tomarte en brazos, y tenerte apretado contra mí y mecerte». «No puedo dejar que lo hagas», contesta Chuck, «pero siento que ardo por dentro. Estoy demasiado cohibido para abrazarte, pero una parte de mí lo desea. Tu piel empieza a tomar un aspecto cremoso».

Tina y Chuck tienen que aprender a superar la observación inicial, que parece caracterizar su relación de pareja. Si su capacidad de respuesta es inmediata, pueden hacerlo mejor que si retardan su funcionamiento. Así, lo que empieza como una confrontación áspera, a menos que se interrumpa y se constituya en foco de atención, podría ulcerarse y convertirse en una costra conyugal más, pellizcada y floja, que habría que volver a tapar y sustraer a la conciencia.

Extraído de:
Polster, M. y Polster, E. (1974). Terapia Guestáltica. Bs. As.: Amorrortu, p. 288s