miércoles, 12 de agosto de 2015

Una escuela que valora todos los talentos

"El párrafo siguiente fue extraído del libro de James Gallagher denominado: Enseñando al Niño dotado, publicado por Allyn y Bacon en 1975 ("Teaching the Gifted Child"). Gallagher hace una revista de las características de los niños dotados y talentosos. El señor Palcuzzi era el director de Jefferson Junior High School, y en una reunión de padres y maestros presentó su propuesta para los niños dotados. Los elementos del programa Palcuzzi eran como siguen:

  1. Los niños deberían ser agrupados de acuerdo a su habilidad.
  2. Parte del día escolar debería ser dedicado a la instrucción especial.
  3. Los estudiantes talentosos deben tener tiempo para compartir sus talentos con niños de otras escuelas en el área o a través del estado. Vamos a pagar los costos del transporte.
  4. Un niño debería ser promovido de acuerdo a sus talentos más que de acuerdo a su edad.
  5. Estos niños tendrían que tener maestros especiales, especialmente entrenados y con un elevado salario.
Como era de esperar, el "Programa Palcuzzi" fue blanco de una avalancha de críticas. Surgieron preguntas como la siguiente:

"¿Qué haremos con el joven que no sea capaz de adaptarse a un grupo especial, no será dañado su ego?". "¿Qué hay del costo, cómo justificará usted los costos del transporte que tendrán que pagarse para movilizar a un grupo de estudiantes de una escuela a la otra?". "¿No será un peligro para el niño permitir que interactue con otros niños que son más maduros que él mismo?". "¿No será que los otros maestros se quejarán si pagamos mejores salarios a los instructores de este grupo?".

Después de escuchar por 10 o 15 minutos, el señor Palcuzzi arrojó la bomba que tenía preparada. Dijo que no estaba describiendo un nuevo programa para los intelectualmente dotados, sino un programa que el sistema escolar había estado apoyando de manera entusiasta por cierto número de años: ¡el programa para los dotados jugadores de basketball!

El señor Palcuzzi aprovechó el silencio que siguió a esta revelación para hacer una revista de dicho programa:

¿Tenemos acaso la posibilidad de agrupar un equipo de basketball? Sí, la tenemos. Sin duda el jugador que no es seleccionado para el primer equipo de basketball o para el segundo equipo se sentirá muy mal, e incluso presentará algunos sentimientos de inferioridad. Sin embargo, eso no determinará que el programa sea cambiado.

Otra pregunta: ¿Permitimos acaso que parte del día escolar sea dedicado a algún trabajo especial? Hablando de manera general, la última hora del día puede ser usada por tradición para la práctica de los talentos basketballísticos.

¿Permitimos a estos niños compartir sus talentos con otros estudiantes de otras escuelas y otras ciudades? Sí, lo hacemos, y lo que es más, pagamos los costos del transporte envueltos sin muchas quejas.

¿Permitimos que los jugadores dotados de basketball sean promovidos por sus talentos más que por su edad? Por supuesto que lo hacemos. Si un niño de primer año juega tan bien como uno de quinto, obtiene fácilmente el privilegio de jugar con los niños mayores y nadie se preocupa sobre eso.

Finalmente, ¿tenemos maestros especiales que estén entrenados especialmente y que obtengan salarios mejores que el maestro ordinario? Sí los tenemos, y -aunque algunos maestros se quejen- naturalmente esto no afecta el programa de basketball.

¿Qué nos dice todo esto? La cultura y la comunidad apoyará la clase de actividades que encuentra necesarias, valiosas y/o gozosas. Si se siente que el programa es suficientemente necesario o suficientemente divertido, toda clase de objeciones son eliminadas y se consideran irrelevantes."
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Salvando las distancias entre las escuelas norteamericanas, y las peruanas, ¿Qué valoramos más como sociedad? ¿Y en nuestras escuelas? ¿Y para nuestros hijos? ¿Deportes, Artes, Números, Humanidades, Ciencias? Todas tienen su lugar ¿Podemos respetarlas y valorarlas? ¿Podemos respetar y valorar a nuestros hijos en lo que son talentosos?

Extracto de:
Feldman, R. (1993). La Psicología del siglo XXI. Barcelona: Grafos S.A., p. 155-157