lunes, 10 de agosto de 2015

La Escuela y el Arte de Vivir

La palabra Escuela proviene del griego "scholé", que significa ocio, tiempo libre, tranquilidad, descanso de algo. A partir de aquí advertimos un cambio de matiz en el significado cuando los griegos se refieren a él como un lugar de discusión filosófica y aprendizaje. No obstante, la esencia del significado ocio estaba implícita, porque era el ciudadano libre y no el esclavo de la ciudad griega quien podía permitirse semejante pasatiempo. (1. p. 228)

(Respecto a la escuela) Krishnamurti da a entender las siguientes orientaciones:
  1. El aprender no puede estar separado del vivir.
  2. El vivir, a su vez, consiste en aprender el arte de las relaciones.
  3. Los instrumentos de la observación -el mirar y el escuchar- son tanto o más importantes que la mente que recoge información de un libro.
Ahora bien, si nuestro interés en las escuelas es comunicar este gran arte de vivir (en el que está incluida la adquisición de conocimientos), de ello se derivan dos cosas: primera, que estamos tratando con un niño y no con niños. Lo que ha ocasionado un gran perjuicio a la educación es el mito de la clase, el grupo, el promedio al que tiene que ajustarse el niño. Las mediciones en la educación han apuntado a la información; en ésta la víctima es el niño. Segunda e igualmente importante: al aprender el arte de vivir, el educador está a la par con el niño. Está aprendiendo junto con él y descubriendo de nuevo cada vez. La importancia de este hecho se disimula a menudo, porque lo aceptado como valioso en la educación es que el educador transmita conocimientos acerca de lo que es "verdadero" o "falso", "bueno" o "malo", tal como lo haría cuando trata con conceptos en matemáticas o física. Eso no lleva a ninguna parte, ni al niño ni al educador.(p. 233)


Algunas palabras de Krishnamurti acerca del arte de vivir:

"Hemos perdido el sentido de la sensibilidad al mundo exterior. Toleramos las cosas. Vivimos en un mundo muy pequeño, de nuestra propia hechura. Cuando paseamos a solas, no levantamos una rama, un clavo en medio del camino, ¿por qué? No vemos al perro, viejo y gastado, o la pobreza del aldeano. ¿Por qué no advertimos todas estas cosas? Pregunto: ¿Por qué hemos perdido esta percepción sensible?

¿Han notado algo? Le dan a un chico, a un niño pequeño, un juguete. ¿Han observado lo que ocurre? El juguete lo absorbe, se apodera de él. O bien ven ustedes una grande y maravillosa montaña con sus picos cubiertos de nieve, el contorno contra el cielo azul, las múltiples sombras, la profundidad de la montaña, su inmensidad, su magnificencia, su gloria... ¿qué les ocurre ahí? La montaña se ha apoderado de ustedes. Eso significa que una cosa grande los ha absorbido, lo cual implica que por ahora se ha llevado todas sus inquietudes, sus preocupaciones, sus querellas. Ahora bien, sin el juguete, sin la montaña ¿pueden ustedes ser absolutamente absorbidos? La meditación no es esta absorción en algo ni consiste en ser absorbido por una idea, por una pintura, por la palabra, sino que es hallarse en ese estado donde todo es absorbido sin la montaña o la pintura. En ello hay ausencia del "yo". Estar sin la montaña, sin el juguete, sin el yo, implica un estado de gran belleza. Donde está el yo, no hay belleza.

Ustedes no pueden enseñar a un estudiante a estar perceptivamente alerta. Pero pueden ayudarlo a darse cuenta, a ver, a escuchar; a ver la flor, a mirar atentamente un árbol; pueden ayudarlo a advertir estas cosas de manera que se vuelva sensible. Para estar atento, el estudiante puede empezar con las cosas exteriores: ver como vuelan los pájaros, cómo se marchitan las plantas si no hay agua. Observar todo eso. Empezar desde lo externo y después moverse hacia lo interno. Pero nosotros queremos estar atentos sin observar todo esto, sin contemplar la belleza de los cielos. Empiecen desde lo externo: la palmera que se mueve con el viento... Observen todo eso y entonces verán qué es estar atentos. No tienen que practicar, no tienen que aprender al respecto. Está todo ahí, un estado de gran profundidad, de silencio, en el que no hay conflicto ni contradicción." (2, 210s)

Tres estados para aprender
... (Hay tres estados:) de concentración, percepción alerta y atención, ...que están íntimamente relacionados con la educación. Todos los escolares aprenden a concentrarse, pero esta concentración es siempre exclusiva y mecánica.

En la percepción alerta no hay exclusión, porque no se ha introducido ahí el proceso de las opciones. Optar implica aceptar y rechazar. La percepción alerta es amplia y extensiva y puede ver lo total y las partes en su perspectiva apropiada. Como la percepción alerta tiene una base mucho  más amplia, en este estado uno puede también concentrarse sin esfuerzo en el detalle pertinente y moverse de un hecho a otro. Es un punto muy importante en la educación ver si el maestro está impartiendo mecánicamente la concentración, o si ayuda al estudiante a avanzar hacia el detalle y a concentrarse desde la base y el sentir más amplios y extensivos de la percepción alerta.

El tercer estado, la atención, no contiene el sentido del límite; la división entre el observador y lo observado llega psicológicamente a su fin. En este acto de atención no existe el observador sino sólo la observación. Se fusionan los elementos cognoscitivos y afectivos de la personalidad. Uno podría llamarlo un estado de atención total, puesto que no hay imagen mental; lo que existe, entonces, es la percepción directa. Tales estados de atención son estimulantes y abren nuevos caminos, revelando accesos originales en el aprender y en el vivir. (3. p. 224s)

Me despido con una pregunta lapidaria de Krishnaurti: "¿Para qué están ustedes educando a los niños? ¿qué clase de educación quieren ustedes para sus hijos? Exíjanla de ustedes mismos y de la escuela".

Extractos de:

(1) Chari, Ahalya (1993). Krishnamurti, educación y estructura. Ba. As.: Kier, p. 228
(2) Krishnamurti, J. (1993). Krishnamurti y los maestros. Bs. As.: Kier, p. 210s.
(3) Narayan, G. (1993). Educación, discernimiento y realidad. Bs. As.: Kier, p. 224s