En un diálogo con Krishnamurti, un terapeuta le comentó que muchos pacientes sienten que no son nada, sugiriendo que eso indica un vaciamiento del yo (ego) y del contenido de la conciencia. Agudamente Krishnaji le respondió que tales personas se sienten nada porque desean ser algo. El yo, en este sentido no está vacío, sino lleno de deseos, de comparaciones, de anhelos, de quejas, de no ser lo que se desea ser. (1)
Una mujer le dijo: "Yo soy una terapeuta. Observo en mi misma dolor, codicia, desesperación. A menudo me siento en un estado de ser en el que no estoy segura de que pueda ayudar a ninguna persona... Krishnamurti respondió: No sé si uno puede ayudar a otra persona en absoluto ¿Por qué se empeña uno en ayudar a otro? ¿Qué es el deseo de ayudar a otro? No estoy diciendo que no haya que ayudar. Pero ¿qué es este deseo, el motivo, la intención de ayudar? Prosiguió para señalar que el estar con otro, presente en la atención, puede ser diferente del "tratar de ayudar". " (1)
Presente en la atención, dice el Maestro. Me animo a jugar con los sonidos: "presente en la a-tención, sin tensión; en lugar de tener "la in-tención", la tensión dentro de uno. El deseo de ayudar genera una tensión por lograr un objetivo, muchas veces un objetivo personal del terapeuta, que ni siquiera toma en cuenta el del cliente, que no está a-tento al deseo del cliente.
Jayakar nos comparte cómo conoció a Krishnamurti. Cómo "la ayudó" sin la "intención" de hacerlo:
Nandini presentó a mi madre y luego se volvió para presentarme a mí. Nos sentamos nuevamente y mi madre comenzó a hablar de mi padre que había muerto unos años antes. Habló de su gran amor por él y de la tremenda pérdida que ella se sentía incapaz de aceptar. Le preguntó a Krishnamurti si se encontraría con mi padre en el otro mundo... Me acomodé para escuchar lo que suponía iba a ser una respuesta consoladora de Krishnamurti. Muchas personas acongojadas debían haberlo visitado a intervalos regulares y él tenía que conocer las palabras con las cuales confortarlas.
Krishnamurti y Pupul Jayakar |
Súbitamente dijo: "Lo siento señora, usted ha acudido al hombre equivocado. Yo no puedo darle el consuelo que busca". Nos quedamos un poco azoradas, pero él continuó hablando: "Usted quiere que yo le diga que se encontrará con su esposo después de la muerte, pero ¿qué esposo desea encontrar? ¿El hombre que se casó con usted, el hombre con quien estaba cuando usted era joven, el hombre que murió o el que hoy sería si hubiera vivido? ¿Qué esposo desea encontrar? Porque, seguramente, el hombre que murió no era el mismo hombre que se casó con usted". Percibí un salto de atención en mi mente, anhelante como si escuchara algo extraordinariamente retador. Mi madre, desde luego, pareció muy perturbada al escuchar esto. No estaba preparada para aceptar que el tiempo pudiera haber establecido alguna diferencia en el hombre que ella amó. Dijo: "Mi esposo no habría cambiado". Entonces Krishnamurti dijo: "¿Por qué quiere encontrarse con él? Lo que usted echa de menos no es a su esposo, sino el recuerdo de su esposo. Perdóneme, señora". Él entrelazó sus manos y yo fui consciente de la perfección de sus gestos. "¿Por qué mantiene vivo su recuerdo? ¿Por qué desea recrearlo en su mente? ¿Por qué trata de vivir en el dolor y continuar con el dolor?". Sentí que mi cerebro se aceleraba. Su negativa a ser benévolo en el sentido aceptado de la palabra, era demoledora. Mi mente saltó para ir al encuentro de sus palabras, de la claridad y precisión de sus palabras. Supe que estaba en contacto con algo inmenso que él trataba de comunicar. Aunque las palabras parecían crueles, en sus ojos había dulzura y una cualidad curativa. Mientras hablaba, sostenía la mano de mi madre.
Al ver que mi madre estaba alterada, Nandini cambió la conversación y empezó a hablarle a Krishnamurti del resto de la familia. Luego se volvió hacia mí y le dijo que yo era una trabajadora social interesada en la política. Él me preguntó por qué hacía trabajo social. Empecé diciéndole que ello daba plenitud a mi vida. Sonrió, lo cual me hizo sentir incómoda y nerviosa. Luego dijo: "Somos como el hombre que trata de llenar con agua un cubo agujereado. Cuanto más agua vierte dentro, tanta más se derrama fuera y el cubo permanece vacío." Me miraba con inmensa intensidad. "¿De qué trata de escapar? Trabajo social, placer, vivir el dolor...¿no son todos escapes, intentos de llenar el vacío interno? ¿Acaso puede este vacío llenarse? Y, sin embargo, todo el proceso de nuestra existencia consiste en llenar ese vacío". Yo encontraba sus palabras muy perturbadoras. Para mí, la acción era vida y lo que él decía era que yo me quedara sentada en mi casa sin hacer nada. Él escuchaba y tuve la sensación peculiar de que su escuchar era diferente de todo cuanto yo había experimentado o conocido jamás. Sonrió ante mi pregunta. Poco después de eso marchamos. Krishnamurti me dijo: "Volveremos a encontrarnos".(2)
Ayudar no siempre es ser "bueno", A veces la mejor ayuda es la no-ayuda.
Como dijera Juan en su evangelio: "Es duro este lenguaje, ¿quién puede escucharlo?" (Jn 6, 60)
Ayudar no siempre es ser "bueno", A veces la mejor ayuda es la no-ayuda.
Como dijera Juan en su evangelio: "Es duro este lenguaje, ¿quién puede escucharlo?" (Jn 6, 60)
Referencias:
- Shainberg, D. (1993). Krishnamurti y los psicoterapeutas. En: Dentro de la mente. Bs. As.: Kier, pp. 115.118.
- Pupul Jayakar (1993). Encuentros con Krishnamurti. En: Dentro de la mente. Bs. As.: Kier, pp. 122ss