En 1852 el atleta Charles Westhall estableció la marca de 4´28” para
recorrer una milla. Algunos mejoraron su marca en algunos segundos, pero no
bajaban de los 4 minutos. Se creía
que era imposible hacerlo, hasta que en 1954 Roger Bannister logró la marca de
3´59,4”. Aquí empezamos a ver el poder de la creencia: hicieron falta 102 años
para bajar la marca de los 4 minutos, pero en menos de 8 semanas otro corredor,
John Landy, volvió a rebajar la marca, dejándola en 3´57,9”. Y desde entonces
el tiempo ha seguido bajando. Actualmente el récord lo tiene Hicham El
Guerrouj, con 3´43,13”.
Nuestros triunfos personales deben ser experimentados por otros para
que esas personas los anclen como posibilidades en sus vidas. Si logro un
récord en una cancha vacía y sin testigos, ¿mi récord estimulará a alguien? Si
camino sobre las aguas pero nadie se entera ¿ese milagro le servirá a alguien?
Juan, el que bautiza, predica en el desierto ¿quiere decir que predica al
vacío? No, predica para el que quiere oírlo. Los milagros están ahí para quien quiera verlos.
PRUEBA ESTO: Recuerda o
encuentra los milagros que ya sucedieron en tu vida y empieza a creer que los
milagros son algo común en la vida. La próxima vez que salgas de casa prométete
identificar al menos un milagro en tu vida, no te pongas límites respecto a
cómo deben de ser.
(basado en el libro: “La Curación Espontánea de
las Creencias, de Gregg Braden”)