jueves, 23 de enero de 2014

El proceso de la curación: el terapeuta (2)

Sobre la "impregnación" del terapeuta 
Si durante un tratamiento ud. como terapeuta o facilitador empieza a sentir algún malestar, perdónese de la idea que es usted quien cura, que es su poder, o que esté pensando que la persona tiene algo malo que sale de ella. Luego sacuda su mano o manos (en alusión a terapias de tipo energético), no con la intención de liberarse de algo que supuestamente ha cogido, sino para liberarse de sus propios pensamientos erróneos. La curación siempre es autocuración, y el que ayuda sólo es un facilitador de dicho proceso, o un intermediario de una fuente superior.

La llamada enfermedad es un proceso sabio, no hay nada de malo en ello, no hay pecado en el sentido moral del término, no hay daño, en el sentido que otra persona te ha hecho mal. Por tanto, nada malo puedes coger tú como terapeuta o facilitador. Lo que los terapeutas suelen llamar "cargarse", "coger la mala vibra", etc. sólo suele ser efecto de creerse que uno es quien cura, y si las cosas salen mal uno se siente frustrado, abatido. O el efecto de juzgar a la otra persona, o el poder de la creencia de que uno puede "chupar" cosas malas. Estos son los fenómenos llamados "proceso identificatorio", "proyección" y contratransferencia.

Uno forma de contrarrestar estas tendencias (fuertemente presentes por nuestra cultura maniquea) es reconocer que es la persona quien se cura, bajo los auspicios de "algo más grande". Y el terapeuta (y también el cliente) ponerse en manos de "algo más grande": sus ancestros, sus guías espirituales, la Luz Universal, lo que corresponda a las propias creencias.


Recuerda: la energía sigue al pensamiento, a la intención.