sábado, 11 de enero de 2014

La Madre de todas las Creencias

El amor y las creencias
Para vivir vidas largas, saludables y plenas, debemos sanar las creencias limitantes que forman el núcleo de nuestras heridas más profundas. Una de esas creencias limitantes gira en torno al amor. A continuación hay tres preguntas aparentemente sencillas, que requieren tu mayor honestidad y respeto por ti mismo. Te invito a responder lo siguiente:

¿ESTAS AMANDO PLENAMENTE?
¿Te resulta difícil empezar por amarte a ti mismo?                                                           S   N
¿Te parece inseguro compartir tu amor con los demás plenamente y sin miedo?               S   N
¿Las relaciones que invitas a tu vida hacen que te sientas vacío y que busques más?         S   N

El modo de responder estas preguntas te ayuda a identificar cualquier cosa que se interponga entre tú y tu experiencia más plena del amor vivificante. Si la respuesta a cualquiera de las respuestas anteriores es “sí”, entonces ¿qué probabilidades hay de que el dolor, la decepción, el sufrimiento y la traición que has experimentado en la vida surjan de las creencias inconscientes que se reflejan en tus experiencias conscientes?

La creencia matriz
Una creencia muy sutil puede explicar porqué al menos una vez has contestado que sí. Es “La Gran Pregunta”, que subyace a toda tu existencia y a sus manifestaciones (amor, economía, salud, relaciones, etc.):
¿Crees que hay una única fuente de todo lo que ocurre en el mundo,
o crees que hay dos fuentes opuestas y enfrentadas –el bien y el mal-?,
una a la que le “gustas” y otra a la que no le gustas.

Todo comienza con esta simple pregunta. Tu respuesta a la Gran Pregunta forma la plantilla de tu vida. Si crees que hay dos fuerzas separadas en el mundo, con dos modos de expresión diferentes, siempre verás las cosas que te ocurran en la vida a través de esas polaridades y de esa separación.

Por ejemplo, si vemos la fuerza de la “luz” como un amigo que nos quiere y sólo desea lo mejor para nosotros, y creemos que la “oscuridad” no se preocupa por nosotros y quiere que caigamos en conductas autodestructivas, el mundo empieza a parecerse a un campo de batalla. Y cuando el mundo se convierte en un campo de batalla, nuestra vida se convierte en la batalla.

¿Tiene sentido seguir participando en una batalla continua entre la luz y la oscuridad viendo a una como amiga y a la otra como enemiga? ¿O tiene más sentido reconocer que ambas son necesarias, y de hecho son un requisito para que exista nuestro mundo tridimensional de electrones y protones, día y noche, masculino y femenino, vida y muerte? Y, esta integración, quizá sea lo que algunos llaman “acceder a la cuarta dimensión”.

 basado en el libro: “La Curación Espontánea de las Creencias”, de Gregg Braden