Fernández Mouján propone el acceso al campo originario, al inconsciente natural, como experiencia creativa que permita afrontar las crisis, entendidas como puntos de quiebre para el yo, que necesita desidentificarse y eventualmente retomar identificaciones flexibilizadas. Emplea el primer año de nuestra vida como modelo de la vivencia de las crisis.
LOS MOMENTOS EN LA CRISIS VITAL.
"El bebé recién nacido aún no tiene nociones de afuera-dentro. No hay límite en su cuerpo inmaduro, donde la mielinización neuronal aún no llegó a la superficie (a los tres meses estaría en condiciones de registrar la diferencia entre interno y externo.)" Si aún no hay un Yo plenamente formado, ¿como quién me vivencio durante estos primeros tres meses de vida? (y aún antes) -se pregunta Fernández. Y se responde: A través de un "mi" o "sí mismo" (self), sujeto de experiencia singularizado dentro de un campo participativo, inscrito en una identidad grupal que no es otra que la familia, un "nosotros" dador de identidad. El neonato existe como co-partícipe, registrando en su "cuerpo vivo" (incluyente de su madre y otros) las experiencias sensoriales a su unidad que no hace distinción de cuerpo y mente. De este registro dará cuenta en el futuro, transformando la in-formación en formas (objetos, imágenes).
"El bebé recién nacido aún no tiene nociones de afuera-dentro. No hay límite en su cuerpo inmaduro, donde la mielinización neuronal aún no llegó a la superficie (a los tres meses estaría en condiciones de registrar la diferencia entre interno y externo.)" Si aún no hay un Yo plenamente formado, ¿como quién me vivencio durante estos primeros tres meses de vida? (y aún antes) -se pregunta Fernández. Y se responde: A través de un "mi" o "sí mismo" (self), sujeto de experiencia singularizado dentro de un campo participativo, inscrito en una identidad grupal que no es otra que la familia, un "nosotros" dador de identidad. El neonato existe como co-partícipe, registrando en su "cuerpo vivo" (incluyente de su madre y otros) las experiencias sensoriales a su unidad que no hace distinción de cuerpo y mente. De este registro dará cuenta en el futuro, transformando la in-formación en formas (objetos, imágenes).
En un primer momento tras su nacimiento, el bebé se encuentra en un estado de "identidad grupal" o "contexto de creación", orientándose "por lo vivido como pura información, encontrando un sentido y creando holísticamente su mundo. Aún no hay percepción de "objetos" ni se ha desarrollado la identidad del yo, viviendo en una simbiosis dinámica con la madre. La especularidad durante este periodo simbiótico normal no es visual sino de índole vivencial, e intervienen todas las sensaciones. Este es un momento mítico originario, que no da cuenta del origen de un niño sino del significado de la vida para el hombre. En él mora lo desconocido en sí, lo real, donde aún no hay palabras, sólo vivencias que darán vida a las palabras y a todas las formas. Éste es, pues, el contexto de creación del cual se sale con el acto creador. (p. 286s)
Cuando llega al tercer mes, puede diferenciar el afuera del adentro (segundo momento de la crisis vital) y empieza a vislumbrar o percibir parcialmente (M. Klein) un mundo externo objetal sobre el cual ilusoriamente despliega sus fantasías, las que orientarán las pulsiones tras la satisfacción en la descarga. Para evitar las frustraciones, el Yo incipiente transcurre dentro de una estructura narcisista, y convertirá el mundo objetal en su imagen idealizada, suponiendo externo lo negativo.
En este momento del primer año de vida el cuerpo originario empieza a objetivarse como esquema corporal, posible por cierto grado de identificación a partir de las sensopercepciones puntuales sobre las cuales el bebé construye su mundo de fantasías... La diferenciación entre cuerpo vivo y anatómico coincide con la diferenciación identidad grupal e identidad del yo, mundo vivido y mundo representacional (escasamente percibido), experiencia de satisfacción y experiencia de participación (en esta última anhelamos el ser, no deseamos objetos).
Este proceso de individuación y separación se sustenta por el proceso simultáneo que la madre va realizando, de ir frustrando el narcisismo infantil, al ir demorando la satisfacción de necesidades o delegándolas a otras personas. Este proceso de "narcisación" tiene su desenlace en la estructura edípica que supone la apertura a un "tercer objeto" (el padre) que nos abra a todos los demás (tercer momento de la crisis vital). El yo narcisista como sujeto se debilita, y se fortalece el yo sujeto de las relaciones, fomentando la sublimación. (p. 31s)
"La identidad del yo se va realizando en el curso de la historia personal y proporciona un sentimiento de unidad, mismidad y continuidad con todos los hechos significativos (conscientes o no). Estos sucesos tienen un correlato en la fantasía, que ayuda a explicar ilusoriamente todos los enigmas de la realidad personal. Esta forma elaborativa de la relación con las cosas y de dominio de la realidad se convierte en una forma de ser, la cual se encuentra determinada por estas representaciones dinámicas (estructuras de un sistema) o fijada por la represión o la rigidez ideológica social.
Cuando tenemos una crisis, buscamos en estas estructuras fijas o dinámicas, inconscientes, el fundamento para explicar el porqué de lo que sucede". (p. 26)
La crisis es una "oportunidad" para revivir un momento originario vital, momento que se manifiesta en muchas circunstancias vitales, pero que se da por antonomasia en el parto, donde se sale a poner "formas" a la in-formación (lo que está en formación, lo que se está formando) hasta ese entonces recibido.
"El conocimiento de uno mismo no termina en la historia oculta (que es importante) y su resignificación (que es más importante aún) sino en la "conciencia acrecentada" que como "ser" tenemos cuando nos "abrimos" al constante emerger de un mundo donde la vida fluye y el hombre tiene la oportunidad de trascenderse. Un hombre que anhela más de sí mismo, no tanto de los objetos que le satisfagan. No son importantes el control, la posición ni la seguridad de las relaciones, sino la búsqueda de un sentimiento de identidad en resonancia con el destino de todos.
Es por ello, a nuestro entender, que las crisis vitales más allá de sí son accidentales o evolutivas; constituyen acontecimientos que podemos provocar en cualquiera circunstancia de la vida. La decisión de abrirnos a la cultura viva conlleva una ardua tarea que la razón y los sistemas sociales imperantes dificultaron ya que éstos, ante todo, buscan el dominio y la estabilidad. La vida es inquietante como el devenir; sabe que todo fluye cuando no "dominamos". La tarea del yo, pues, consistirá en ajustarse a la realidad interna y externa desde la libre autosuperación." (p. 36s)
"Al profundizar la teoría de la crisis vital, se llega a la conclusión de que su momento culminante es cuando el yo logra desidentificarse de todo objeto ("queda suspendido") y alcanza el estado "participativo" desde un sujeto que libremente vivencia la experiencia sin fronteras, al lograr una identidad grupal donde el espacio medible desaparece. Vivenciar esta experiencia nos permite intuir un tiempo de adviento, que no viene de un pasado sino de una fuerza vital generada desde un inconsciente cultural que informa una conciencia ampliada. Luego, al ceder este momento culminante, reaparece el yo orientado por el símbolo vivo que da cuenta de lo vivido, y de la transformación de las relaciones con los objetos" (p. 53)
"Primero somos grupo (un nosotros) luego somos yo (narcisista); finalmente, un yo-en-relación".
Para ver otros aspectos de la propuesta de Fernández Moujan: psicología y física cuántica (1)
Referencia:
Fernández Mouján, Octavio (1994). La Creación como Cura. Buenos Aires: Paidós.