Trabajé el sueño de una mujer de mediana edad. No puede soltar a su hija y la está volviendo loca con aferrarse a ella, hasta el punto de tener que internarse. Vive la vida de su hija, es "super responsable", continuamente interfiriendo. Entonces, hice algo nuevo.
A varias personas que tienen fijaciones al cordón umbilical las he hecho jugar al nacimiento. En esta oportunidad dejé que ella reviviera una vez más el momento del parto de su hija. No había habido, o más bien, no hay tal trauma del parto, únicamente faltaba tomar real conciencia de la separación. A medida que progresaba el trabajo se hizo evidente que donde otros tienen la sensación de lo propio, de personalidad, de ser único e individual, ella no tenía más que un hueco, un vacío estéril.
Luego de su vivencia del parto la puse en contacto con su cuerpo y con el resto del mundo, algo que antes estaba ausente para ella. En otras palabras, comencé a cambiar el vacío (estéril), que hasta entonces estaba lleno con su hija, en el principio de un vacío fértil. Un descubrir su propio valer y su propia substancia. Hoy la vi, y como es usual en este tipo de casos, sintió un gran alivio y ya está cambiando.
Tomado de:
Perls, F. (2003, 1975). Dentro y fuera del tarro de basura. Santiago de Chile: Cuatro vientos, p. 213s.