lunes, 23 de marzo de 2015

El rol del psicoterapeuta según Perls

Podría ser que para la mayoría de los terapeutas, hacer terapia es un síntoma antes que una vocación: exteriorizan sus dificultades y trabajan sobre ellas, ahí, en otras personas antes que en ellos mismos.
Ciertamente muchos de nosotros vemos la paja en el ojo ajeno antes que una viga en el propio. "Si tienes moscas en tus ojos, no puedes ver las moscas en tus ojos". (2003, p. 28)

Pocas veces tengo miedo. Un buen psiquiatra (o psicólogo) tiene que arriesgar su vida si es que quiere lograr algo de verdad. Tiene que tomar una posición. Las "componendas" y el ser "servicial" no sirven para nada. Una persona que luego resultó ser una terapeuta de primera clase, al trabajar conmigo finalmente tuvo una explosión de ira. Se fue encima mío con una silla en la mano, dispuesta a aplastarme. Le dije tranquilamente: "Sigue nomás, yo ya he vivido mi vida", y con eso ella despertó de su trance.

En cierta ocasión me llamaron a un grupo para que tranquilizara a una muchacha que atacaba físicamente a todos los miembros del grupo. Trataban desesperadamente de sujetarla y calmarla. Una y otra vez se levantaba y seguía luchando. Al entrar a la sala se me abalanzó y me golpeó con su cabeza en la barriga con tal fuerza que me lanzó al suelo. Luché con ella hasta que ella también cayó al suelo. Otra vez se levantó.  Luego por tercera vez la tumbé al suelo y jadeante le dije: "A más de una perra le he tenido que pegar en mi vida". Se levantó con lágrimas en los ojos y abrazándome me dijo: "Fritz, te amo". Parece ser que esto es lo que había estado pidiendo toda su vida. Y hay miles de mujeres como ella en EE.UU. Provocando y molestando, jodiendo e irritando a sus maridos y sin jamás recibir su paliza. No veo por qué tienen que ser como las putas de París, que para respetar a su hombre tienen que recibir una paliza. Un refrán polaco: "Mi marido ya no se interesa por mí, ya no me pega". (2003, p. 92)

El paciente bueno, al igual que el niño bueno, quiere sobornar con su conducta buena. Si el terapeuta tiene interés por los recuerdos de la infancia, entonces los trae por carretadas. Si al terapeuta le gustan los problemas también se los trae y si se le terminan, inventa nuevos problemas. Si se exigen experiencias, movilizará su histeria y engrandecerá sus colinas hasta llegar a ser experiencias cumbres. Al interpretador le dará rompecabezas, desmayos al incitador, dudas al persuasivo, y así sucesivamente, cualquier cosa con tal de mantener su neurosis. (2003, p. 235)

No soy Dios, soy un catalizador. Soy lo suficientemente versado en proyecciones y demás mecanismos, como para poder diferenciar cuando se trata de una observación o de que tengo que asumir un rol en la vida de la persona -me convierten en una pared donde descargar sus furias, o en su papá, o en un desgraciado, o en un sabio. Mi función como terapeuta es ayudarles hacia el awareness del aquí y ahora, y frustrarles cualquier intento de escabullirse de esto. Esta es mi experiencia como terapeuta, en el rol de la terapia. Aún yo mismo no lo he logrado en muchos otros aspectos de mi vida. Tal como cualquier otro psicólogo o psiquiatra, resuelvo mis propios problemas en gran medida afuera. El que esté tan feliz en la integración significa que mi propia integración aún está incompleta.

De tal manera que si se quieren volver locos, suicidarse, mejorar, "incitarse" o vivir una experiencia que les puede cambiar la vida, eso depende de ustedes. Yo hago lo mío y ustedes hacen lo suyo. (1974, p. 86s)

Tomado de:
Perls, F. (1974). Sueños y Existencia. Santiago de Chile: Cuatro Vientos.
Perls, F. (2003, 1975). Dentro y fuera del tarro de la basura. Santiago de Chile; Cuatro vientos.