La consigna es que todos los alumnos deben ser iguales: "calla, escucha, obedece". Lejos se encuentran el espíritu crítico, la reflexión. El profesor es quien habla, sabe, ordena, decide, juzga, acota, castiga.
La escuela, de forma no conciente, se encuentra subordinada a formar clones dóciles, enseñando cosas abstractas en lugar de cosas prácticas, para la vida. Va creando trabajadores, consumidores y clientes, en lugar de ciudadanos, capaces de gestionar su propia vida, con sus propios criterios.
"...la escuela hace parecer como normal e inevitable esta ruptura de la sociedad en dos partes, esta división entre la minoría que piensa, manda, administra, controla, y la mayoría que ejecuta, obedece y se somete" (p. 77). Este aleccionamiento es efectivo, las personas dejan de confíar en su saber, hace suponer que porque se tienen más estudios se es mejor persona, que hay que acudir a un especialista para que nos diga qué hacer.
Y tú, ¿qué educación quieres para tu hijo?
Referencias: Darcy de Oliveira, Miguel et al (1980, 1986) ¡Cuidado, Escuela! Lima: TAREA.