jueves, 25 de agosto de 2016

Terapia de Juego, terapia simbólica

Landreth (1993), refiriéndose a la terapia a través del juego, pero que puede ser igual de válido para otras estrategias simbólicas (arteterapia, psicodrama, constelaciones sistémicas, visualizaciones, narrativa, etc.), menciona que al representarse una experiencia traumática simbólicamente -es decir, no necesariamente tal cual, sino de forma semejante o alusiva- y al cambiar o revertir los resultados en dicha actividad, la persona se dirige hacia una resolución interna, lo que a su vez puede capacitarlo para enfrentarse o ajustarse a las situaciones, aprender nuevos comportamientos y practicar nuevas formas de interacción, recibiendo aliento por su progreso y esfuerzo. El proceso permite considerar nuevas posibilidades y expandir de este modo la expresión del Yo.

En el caso particular de los niños (pero también extensible a los adultos), la función principal del juego en la terapia es cambiar lo que podría ser inmanejable en la realidad por situaciones manejables mediante la representación simbólica. (Naranjo, p. 176). Por esto, cuando la situación familiar es difícil de ser cambiada, la ludoterapia o la arteterapia actúan como un sostén o como un espacio transicional que permite al niño sobrellevar sus circunstancias.

[Citando a Naranjo, p. 185:] Por ejemplo, empleando las metáforas, se las puede interpretar o usarlas para comunicarse:

Kent, un niño de preescolar cuyos padres se estaban divorciando, ató la casa de muñecas a una cuerda y dijo: "nadie podrá empujar esta casa". El orientador escogió interpretar la metáfora y dijo: "tal vez tú quieres hacer que tu papá y tu mamá estén juntos, como tú puedes hacer que la casa esté junta". La cara de Kent se iluminó y dijo: "sí" y continuó atando la asa de muñecas.

En otro caso, el orientador escolar (O) simplemente usó la metáfora del niño, sin interpretarla, para ayudarlo a entender sus sentimientos acerca de trasladarse y asistir a una nueva escuela:

Jeff, un estudiante de tercer grado, estaba teniendo problemas para hacer amigos. Él colocó una enorme marioneta con largas piernas y brazos en el piso y tenía soldados de juguete arrastrándose por todo lado.

J.: Estos soldados están buscando al monstruo, pero no pueden encontrarlo, aún cuando están caminando alrededor de él.
O.: Tienes razón, caminaron por todos lados como si no estuviera y no pudieran verlo.
J.: Sí, el monstruo se puso bravo porque ellos estaban caminando alrededor e ignorándolo.
O.: Por lo tanto, el monstruo se preguntó por qué ellos no lo veían y se sintió enojado y confundido.
J.: Sí, a él no le gusta ser ignorado. Después él empezó a mover y ondular sus brazos sobre los soldados y ellos volvieron la vista y lo miraron.
O.: Los soldados finalmente se dieron cuenta de que él estaba ahí cuando se movió hacia ellos. Parece que está contento de que lo hubieran notado.
J.: Sí, se sintió contento porque lo vieron y hablaron con él.

Otro de los métodos para ayudar al niño a entender su estilo de vida... es contarse historias mutuamente. En este caso, el orientador le pide al niño que cuente una historia que tenga un inicio, un desarrollo y un final. Generalmente el niño emplea apoyos tales como figuras de animales, muñecos o títeres para representar a los personajes de sus historias. Una vez que el niño termina su narración, el orientador le cuenta la historia nuevamente, emplea los personajes y el ambiente utilizados por el niño, pero cambia el final de la historia con el propósito de hacer notar creencias equivocadas sobre sí mismo, los otros y el mundo y para mostrarle formas más apropiadas de relacionarse con los demás.

(...) El orientador puede reflejar acciones o sentimientos con algunas palabras como "ese camión parecía enojado cuando chocó ese carro". [O:] "parece que el perrito se siente triste y necesita de otros perritos que lo hagan sentirse feliz. Me pregunto si algunas veces te sientes así" (...). Se establece así una relación óptima entre el mundo consciente e inconsciente y la realidad interna y externa del niño. (p. 196s)
(...)
Una forma de comprender al niño es investigar la atmósfera y la constelación familiar en la que está envuelto, para lo que se pueden emplear técnicas de dibujo o representación. Pedir al niño que describa a las personas y eventos representados, con el propósito de conocer sus intenciones y creencias. Las preguntas referentes a los padres, las relaciones y la disciplina familiar ayudan a entender la atmósfera familiar y aquellas sobre los hermanos y su relación con ellos, permiten comprender la constelación familiar y el lugar que el niño ocupa en la familia.
(...)
[También se] puede hacer uso de los primeros recuerdos de aquel, pues son representativos de cómo uno se ve a sí mismo, al mundo y a los demás. El orientador puede solicitar al niño que dibuje o describa lo que recuerde, pedirle que evoque algunos hechos que sucedieron cuando era más pequeño, antes de iniciar la escuela.

Para entender esos primeros recuerdos es importante tomar en cuenta el tono de los sentimientos, el enfoque y el tipo de relaciones en las interacciones recordadas y la actitud hacia el recuerdo. También es importante considerar si el niño está en control de la situación o si es controlado por esta, si está siendo cuidado o él está al cuidado de otros. (p. 182s)

Levy (1982) señala que una de las premisas básicas de este tipo de terapia es la creencia de que el niño puede manejar las dificultades emocionales al emplear el juego imaginativo como un medio para liberarse de las tensiones originadas por la ansiedad  (p. 199). [Dicho de otra manera, para el inconsciente todo es real].

[Ojo:]
El papel o responsabilidad del terapeuta no es modelar la vida del niño o someterlo a cambiar en alguna forma predeterminada para calzar con las expectativas perceptuales de los preocupados adultos. El cambio ya está ocurriendo. Vivir la vida nunca es un acontecimiento estático, es un proceso de aprendizaje y renovación sin descanso, de continua y dinámica oportunidad. (Landreth, 1993: 19; citado por Naranjo, p. 190)
Referencia:
Naranjo, M. (2004). Enfoques humanístico-existenciales y un modelo ecléctico. San José: Universidad de Costa Rica, p. 176. 182s. 185s. 190. 196s. 199.