En terapia suele llamarse "resistencia" a lo que el consultante hace como forma de evitar el dolor que tiene que enfrentar. Uno de los retos de todo terapeuta es ayudarlo a superar dicho temor para poder avanzar. Una "resistencia" frecuente en terapia con niños es que los padres no quieran asumir su parte de responsabilidad en lo que le pasa al niño. A pesar que son frases comunes: "los niños son esponjas" y "de tal palo tal astilla". Los dejo con algunos ejemplos tomados de Naranjo (2004):
Billy, de siete años, fue referido al terapeuta por motivo de comportamiento agresivo. Sus padres lo llevaron contra su voluntad y él se negó a ir con el terapeuta al cuarto de juegos. El terapeuta aceptó la negativa del niño y le permitió quedarse en las escaleras de la sala de espera. A los padres se les dijo que Billy quería tomar sus propias decisiones y ellos aceptaron. En la segunda sesión el niño se quedó solo diez minutos y se retiró. En la tercera sesión manifestó que le gustaría venir y permaneció durante una hora. Sus padres reportaron que a pesar de los pocos contactos, Billy había modificado su comportamiento notablemente, lo que es probable que tuviera que ver con la libertad que se le diera de elegir.
A la madre de un niño pequeño, quien en un contacto anterior se había negado a involucrarse en una relación de orientación, se le pidió que se "diera una oportunidad". El orientador había decidido que no iba a tratar al niño a menos que ella también aceptara la orientación para ella misma. La madre estuvo de acuerdo de mala gana y en su primera sesión manifestó que no tenía ningún problema y que no sabía de qué hablar. El terapeuta analizó su enojo acerca de ser obligada a entrar en la relación orientadora. Durante esta sesión también le comentó acerca de otras manifestaciones de resistencia, su vergüenza (risas constantes), su ambivalencia (dejar la oficina dos veces), su dificultad para comenzar (silencio, risa, decir que ella estaba hablando en círculo) y finalmente su deseo de obtener ayuda de ella misma.
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En este caso lo que parece ser un ataque por parte del orientador fue entendido por la orientada como preocupación por ella, como lo demostró el mismo testimonio de esta al manifestar que por primera vez había sentido que alguien se preocupaba por sus problemas. El orientador sintió que sin el esfuerzo de trasmitir su comprensión a la orientada, esta habría mantenido su sentimiento de que nadie podría estar interesado en sus sentimientos y hubiera permanecido fuera de la relación.
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A un grupo de padres se le pidió participar en las sesiones de orientación junto con la terapia para sus niños. Durante siete sesiones, estos padres hablaron casi exclusivamente de los problemas de sus hijos. El orientador sintió que estos padres estaban operando de acuerdo con un modelo preconcebido y que se necesitaba una reorientación. En la octava sesión el orientador empezó a considerar con los padres la necesidad de discutir sus propios problemas. Se les dijo esto directamente para que se vieran a sí mismos como orientados. Los padres reaccionaron de la forma esperada, con alguna confusión y un poco de silencio. El orientador vio esta fase del contacto como un momento de reorientación en que las viejas defensas (hablar solo de los hijos) ya no iba a funcionar. El orientador analizó el silencio y la ansiedad de los padres. Durante esta sesión y las siguientes ellos hablaron de sus relaciones y problemas por mucho más tiempo y el orientador sintió que tenía una relación más cercana con ellos.
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La administración le solicitó a un equipo atlético que se reportara donde el terapeuta para ayudarlos con su espíritu de equipo. No obstante, ellos estaban tan resentidos con su entrenador que transfirieron su sentimiento al terapeuta y acordaron no hablarle. En la primera sesión el terapeuta les planteó que ellos debían estar presentes, pero que no tenían que hablar. Como se esperaba, surgió una larga discusión dirigida a la relación de ellos con su entrenador. El permiso de "no hablar" tuvo un efecto positivo.
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[La] técnica de traer situaciones al presente se puede aplicar a eventos futuros. Por ejemplo,... si la persona tuviera temor de una confrontación futura con su padre, podría pedírsele vivir sus expectativas aquí y ahora y expresar a su padre sus temores y deseos.
Tomado de:
Naranjo, M. (2004). Enfoques humanístico-existenciales y un modelo ecléctico. San José: Universidad de Costa Rica, pp. 78ss.87.