miércoles, 8 de febrero de 2017

Ser madre, suegra, abuela

La maternidad entendida en su sentido más amplio y profundo, antes de ser función humana es un principio cósmico. En la naturaleza existe la tendencia a terminar el ciclo de vida una vez que se ha cumplido con la finalidad de perpetuar la especie. Quizá esto forme parte del sentimiento de desorientación que muchas mujeres sienten al llegar a la menopausia, cuando su potencial reproductivo desaparece. Sin embargo, como especie humana, curiosamente el ciclo reproductivo femenino termina alrededor de la mitad de una vida potencial (50/100), lo que podría leerse como una segunda etapa para vivirse plenamente desde la individualidad, desde la abuelidad consciente o teniendo hijos trascendiendo la biología, trascendiendo los límites tribales, inspirados por el refrán: "Es mamá/papá quien cría, no el que engendra".

A las mujeres de algunas etnias, dice Assagioli, recién se les considera con alma cuando han tenido un hijo. Adquiere como madre un grado de dignidad que no tenía como esposa. Y es que el hijo es la conexión fáctica con la familia. Es un vínculo que da realidad consanguínea, lazos de sangre. En palabras de una suegra: "ahora eres mi nuera" (ahora eres, antes "nu - eras"), o "ahora eres mi yerno" (hoy sí, "a-yer no").

Ser madre, mater, es relativamente sencillo. Prodigar los cuidados mater-iales: amamantar, limpieza, cuidados, etc. Convertirse en mamá, en cambio, es lo que lleva al cúlmen de la maternidad. Maá - Má, sonido que conecta con los sagrados Amén, Aum, Ommm.
Si se comparan los cuidados materiales que muchas madres tienen con el cuerpo de sus hijos, con los que dedican a su carrera, a su triunfo exterior en la vida, el cultivo de su alma, a la comunión intelectual y espiritual con ellos, la desproporción es enorme. En consecuencia, se ven muchos hijos bien cuidados, bien protegidos, bien provistos en los estudios profesionales, pero a los que falta toda atención interior, que carecen de toda base sólida ético-espiritual. (Assagioli p. 61)
Klimt. Las tres edades de la mujer

Esta desproporción de la que habla Assagioli y, a continuación, el exceso de sobreprotección materno que señala, serían los dos extremos de una misma falencia: no se puede ser suficientemente madre o padre (al decir de Winnicot) sin haber logrado ser suficientemente hija o hijo. La madre, necesitada aún de su propia madre, gasta sus energías en compensaciones o en proyecciones, siéndole difícil estar plenamente disponible para el niño en desarrollo. Esto genera que el niño se "aferre" a su madre, en lugar que se apegue. Cuando el apego es seguro (Bolwby), el niño se siente con la confianza suficiente para alejarse de su madre, puesto que siente la mirada protectora sobre él/ella. Esto, con el tiempo, hará que sea capaz de ser autónomo, y aunque ya no tenga a su madre físicamente a su lado, la llevará en su corazón a todas partes. Historia distinta es cuando el pequeño ha sufrido experiencias intensas de ausencia de la madre, ausencias físicas (como estar hospitalizado) como ausencias emocionales (madre deprimida o nostálgica). El niño se aferra, se siente en peligro constante de ser abandonado. Ante una madre desapegada, un niño aferrado.

La madre está desapegada del niño, pero aferrada a alguno de sus padres o a alguna otra persona. El no soltar al hijo está más relacionado con no querer pasar (o no volver a pasar) por la experiencia de ser abandonado o de pérdida.

La madre pasa por muchos sacrificios por su vástago y la verdad es que cuanto más te sacrificas por alguien, más enlazado a él te sientes. Las sociedades tradicionales desarrollaron ritos de tránsito para facilitar el paso de la niñez a la adultez y el desprendimiento del enlace madre-hijo. Estos ritos se han perdido en nuestras sociedades modernas. La madre "civilizada" no tiene estos apoyos para lograr el sacrificio de los sacrificios: permitir que los hijos se desprendan de ella. Sacrificar la propia dedicación a los hijos, saber retirarse. Lo que era bueno, debido y noble en un momento dado, se vuelve inoportuno, excesivo y dañino.

Y una forma en que se evidencia esta dificultad de desprendimiento se observa en el papel de la suegra ("su-ogra"). Veamos lo que dice Assagioli:

LA SUEGRA
La crisis de una madre cuya hija se casa es algo que debe tomarse en serio. Mientras los hijos en la adolescencia se apartan poco a poco, en el caso de la hija la cosa suele ser más brusca. Hasta el momento de contraer matrimonio, la hija permanece más cerca de la madre. Con frecuencia participan en las mismas actividades dentro y fuera de casa. De pronto aparece un nuevo ser que se atraviesa en su intimidad, la interrumpe en forma brusca. Es una crisis grave para la madre, y si no sabe comprenderla y superarla con prudencia, acontecen hechos penosos. La madre se vuelve "la suegra" en el sentido peyorativo de la palabra. Surgen en ella hostilidades y celos contra el individuo que le ha arrebatado a la hija, a la compañera.Como es natural, este apego y estas reacciones injustas producen una serie de errores en la actitud de la madre, y es contra lo que el yerno se rebela, y muchas veces no sólo él, sino también la hija misma. Así es como se presentan las complicaciones que todos conocemos. (Assagioli p. 63s)
Así, por una paradoja aparte, para ser madre en el sentido mejor y más elevado, del modo más verdadero, la mujer no debe ser sólo madre, sino ante todo un ser humano que también es madre, que ejercita la función de madre con fervor y nobleza. Pero, repito, no debe ser sólo madre. Es preciso que la mujer, además, y me atrevería a decir por encima, de la madre, se reconozca como un alma humana consciente de sí misma, que tiene también otros intereses, otras actividades, que participa en la vida social y espiritual. Esto no la vuelve menos madre. Más bien hace de ella una madre mejor.
Ante todo, al interesarse por los problemas espirituales y sociales, al incorporarse a la vida de la época y de su civilización, está en grado de comprender y seguir por más tiempo a sus hijos. Si cuando los hijos son pequeños, quita a sus cuidados una que otra hora para [informarse] e interesarse en los problemas que trascienden el cerco limitado de su familia, cuando los hijos sean adolescentes estará en grado de seguirlos, de comprenderlos, de ser su compañera [amistosa]. Así pues, por el interés mismo de la función materna es oportuno que la madre no sea exclusivamente madre. Cuando al fin llegue el momento del desprendimiento, ella ya tendrá otra serie de intereses humanos y espirituales hacia los que puede dirigir su actividad, a los que puede dedicar su tiempo. (A p. 64)
SER ABUELA
Una forma de maternidad renovada es su dedicación a los nietos, en calidad de abuela. En esta función femenina, la mujer madura, pero interiormente viva y activa, puede con toda verdad ser, en ciertos aspectos, madre una vez más. Incluso puede ser una madre más sabia, más serena, más ecuánime. Puede [suplir] en parte e integrar la obra de la madre de sus nietos... gracias a la actividad ininterrumpida, sus facultades permanecen ágiles y lozanas, siguen desarrollándose, y ella continúa en contacto con la vida que se desenvuelve a su alrededor. En una palabra, se mantiene psicológicamente joven.

Referencias Bibliográficas:
Assagioli, R. (1980, 1966). Psicosíntesis, armonía de la vida. México D. F.: Diana, p. 61- 69
Véase también: Hellinger, Bolwby, Winnicot.