lunes, 3 de octubre de 2016

Reflexiones sobre ser terapeuta

Extractos del capítulo "La Relación Terapéutica en Gestalt" de Ginger (1993).

No es porque me decido a comprometerme sobre un sendero
que ignoro la existencia de otros caminos,
sino que escogí el que me pareció mas operacional
en el momento y el menos alienante para el consultante.

"Terapia" etimológicamente está relacionada con servir, estar al cuidado de. En este sentido, más que vincularse con curar a alguien, tiene que ver con servir a alguien, no es el que tiene poder sobre el otro, sino el que está en poder del otro, su servidor.

El terapeuta y su consultante son dos partes comprometidas en una relación dual, aunque sus estatus y sus papeles sean diferentes, siguen siendo dos personas en un encuentro. [Esto hace notar que incluso una terapia que pretende ser horizontal como la "centrada en el cliente o en la persona", establece una diferencia, hay uno (el experto) que se centra en un otro (el consultante). Podría ser mejor "centrada en la relación"].

Perls califica la actitud reservada del psicoanalista como de "frustración pasiva (porque no hay respuesta) + apatía" y la opone a la "frustración activa + simpatía", que tiene un valor de provocación  que constituye una llamada movilizadora (de pro-vocar: llamar hacia). Con este provocar también se aleja de un enfoque estrictamente no-directivo, exclusivamente empático, como el propuesto por Rogers.

El terapeuta reacciona y hace actuar, es decir, interactúa, pero es él quien fija la dirección del trabajo. Como el guía de montaña, está a la disposición del consultante para acompañarlo en el curso que este último determine. No es él, el terapeuta, el que empiece el trabajo, pero tampoco acepta pasivamente cualquier cosa. Su papel es, en suma, el de permitir y favorecer y no el de comprender o el de hacer, ni de preceder ni de frenar al consultante, sino de acompañarlo, conservando su propia idiosincrasia.

Actúa sobre el espacio transicional que los separa y los une, sobre sus interrelaciones, en red, a los cinco niveles: corporal, emocional, intelectual, social y espiritual (o "transpersonal") en un enfoque sistémico que da prioridad al conjunto terapeuta-consultante, en su entorno inmediato y mediato.

No hay psicoterapia sin encuentro, dice Israel (1984), y hasta llega a agregar: "la aptitud para la psicoterapia secunda a la aptitud para el encuentro".

Max Pagés declara que: "el placer que experimenta el terapeuta en sus intercambios con los participantes es necesario para el cambio". Jean Raulier desarrolla una idea parecida en Le contre-transfer érotique:
"Para mí, es inconcebible estar en empatía, en resonancia, en concordancia, en acuerdo inmediato, en contacto real, en apertura hacia el otro, si no estoy en contacto con mi deseo. Para mí, la relación terapéutica es la relación entre dos deseos: es mi deseo en el encuentro el que vuelve a mover el deseo del otro, que se siente entonces inmediatamente reconocido tal como es."
[Pero, trasgrediendo la ética profesional, hay quienes llevan el deseo sentimental a la acción]...Nosotros pensamos que de cualquier manera, una relación sexual [o sentimental] entre el terapeuta y el cliente tiene el riesgo de estar falseada por la desimetría de los papeles:
  • a uno le pagan, el otro paga.
  • El terapeuta profesional dispone (¡diga lo que diga!) de un estatus de autoridad y de un poder del cual puede estar tentado a abusar, aun sin saberlo.
  • ¡Contrariamente, la "conquista" del terapeuta por un(a) cliente no está siempre motivada por una atracción afectiva o sexual auténtica!
  • Por otro lado, cualquier terapeuta, debido a su profesión es llevado a encontrar un número elevado de parejas potenciales y esto es una situación privilegiada de fragilidad emocional de parte de los clientes: entonces el equilibrio se rompe.
[Y sin embargo en una encuesta realizada en U.S.A.] de 15 a 20% de los psicoterapeutas de todas las tendencias reconocen haber tenido relaciones sexuales con uno o varios clientes.

Los fenómenos transferenciales espontáneos son inevitables e indispensables en cualquier relación terapéutica. Persisten aun si el terapeuta se esfuerza en quitarlos en la medida en que aparecen (no sin haberlos subrayado de paso-verdaderamente aprovechados). Un ejemplo:
Daniel me dice, alzando la voz:
D.: ¡Me desesperas: tú siempre comprendes todo demasiado rápido! ¡Ves todo¡ ¡Sabes todo!
T.: ¡Continúa! ¡Dilo más fuerte todavía! Dime todo lo que te desespera de mí.
Rápidamente Daniel se enoja y acumula las quejas, antes de darse cuenta de que se relacionan a su padre. Después de una expresión catártica de su enojo, la sesión sigue con un monodrama donde juega alternativamente su propio papel y el de su padre. La realidad de la situación actual reactivó una situación antigua, permitiendo su análisis "en caliente", en el curso del cual se hace explícita la parte de la transferencia espontánea y del aquí y ahora.

La alternancia razonable de actitudes terapéuticas de sostén comprensivo (ternura terapéutica controlada) y de frustración oportuna (skilled frustation), favorece poco a poco la autonomía del cliente (autoapoyo).

[Un riesgo para el terapeuta es el de caer en la tentación de querer suplantar a los padres del consultante. Ya Ferenzci había dicho que para el paciente es importante encontrar en el terapeuta "el amor que le habría faltado en sus padres", Pero sería mejor decir que el terapeuta le muestra al consultante que puede reencontrar el amor de sus padres a través de la terapia.]

El terapeuta no dudará, si se necesitara, de expresar su sentimiento en la situación del momento. Puede inclusive autorizarse, si fuera pertinente, a revelar sus gustos, sus elecciones, sus alegrías y sus dificultades, esto no es para ex-plicarse, sino para im-plicarse:
- "Yo te siento dotado para la pintura, pero personalmente no soy admirador del arte abstracto ¡yo prefiero las acuarelas de Dufy!"
La auto-revelación es la relación deliberada de su persona en una implicación auténtica, así como controlada y selectiva: así yo pienso todo lo que digo, pero no digo todo lo que pienso ¡y no hago tampoco todo lo que deseo!

Estoy presente como persona específica:
yo mismo, aquí ¡pero no aquí para mi mismo!

Establezco entonces una relación personal actual, parcialmente insertada en la realidad social intersubjetiva de dos partes, y estoy a la vez de alguna manera:
  • En empatía con el cliente                    - es decir "en él"
  • En congruencia conmigo mismo        - es decir "en mí"
  • En simpatía en la relación yo/tú          - es decir "entre nosotros" 

El cliente aprecia generalmente esta forma de compartir donde él se siente reconocido como sujeto, como interlocutor válido y no como un simple objeto de interés profesional de un terapeuta, consciente pero indiferente. El practicante utiliza eventualmente su propia vivencia como herramienta terapéutica,

prefiriendo aprovechar "ofensivamente"
su contratransferencia
a una simple vigilancia "defensiva"

El terapeuta está atento para aprovechar deliberadamente su contratransferencia, principalmente con su awareness permanente de su propio sentimiento emocional y corporal en eco al comportamiento verbal o gestual de su cliente.

Este análisis "en caliente"  de la contratransferencia presenta un doble interés:
  • Para el terapeuta mismo permite un control de su implicación, ayudando a conservar su equilibrio personal frente a los estrés múltiples (principalmente agresivos y eróticos) inducidos por los clientes;
  • para el cliente puede favorecer una toma de conciencia de sus mecanismos de huida del contacto o resistencias (proyección, introyección, etc.).

[Pero Polster también señala la importancia de valorar el afecto presente, no transferencial:

Una mujer llamada Alice [luego de un trabajo terapéutico en relación a su madre]... terminada la sesión se acercó a mí, me besó tiernamente, me dijo: "Lo quiero", y se fue. En ese momento me quería a mí, no a su padre ni a cualquier otra persona, como podrían pensar los cultores de la transferencia...

Si la paciente besa a su terapeuta, y le dice que lo quiere, como en el ejemplo anterior, es posible que atribuya a su experiencia este significado: "Ahora estoy abierta al amor y a expresarlo, cuando lo siento, en cualquier forma que crea apropiada". Tal caracterización imprime impulso al acontecimiento terapéutico, proyectándolo en un nuevo marco de estimulación y en un nuevo contexto moral para la conducta futura. No es indispensable verbalizar esto, ni conviene, porque a menudo imprimiría a la experiencia un significado quizá prematuro. Al atribuir significado a las experiencias, se corre el riesgo de embutir en un molde lo que todavía está en formación, y esto podría llevar a conductas sujetas a ese significado, con lo que solo se habría conseguido sentar una nueva base para la conducta estereotipada.

Entre significado y experiencia hay una compleja interrelación, tal que el exceso de uno puede bloquear la función necesaria de la otra, y viceversa. (Polster, p. 30s). La búsqueda de significado es un reflejo humano pero la compulsión al significado ahoga frecuentemente la experiencia misma. (Polster, p. 33)]

[Volviendo con Ginger:]
El [terapeuta], intensamente atento al proceso de la relación que se desarrolla, se encuentra así interpelado permanentemente en su ser completo. No puede, por otro lado, ni quiere, permanecer indiferente a los dramas humanos que se desenvuelven delante de él, a los duelos, a las angustias, a los amores, a los problemas de cualquier orden que los clientes viven o reviven en la sesión.

Ciertamente, el mismo terapeuta habrá afrontado ampliamente su problemática existencial personal en el transcurso de una larga terapia... (y/o) por algún otro medio.

Posteriormente estará ampliamente familiarizado con sus mecanismos habituales de contratransferencia y habrá analizado sus actitudes profesionales en supervisión, beneficiándose así del control y de la experiencia de colegas calificados.

Pero no cotejamos impunemente cada día el sufrimiento y la muerte el deseo y el sexo, el dinero, el poder y el conflicto, la depresión, el delirio o la locura. Parece entonces indispensable que todo terapeuta reserve regularmente, y esto a lo largo de toda su carrera, tiempo suficiente de trabajo personal sobre él mismo y de reciclaje profesional (estos dos merecen no ser confundidos).

[..Sin una orientación teórica,
la acción [terapéutica] degenera fácilmente
en remedo insustancial y simplista -hasta en parodia-
y puede incurrir en trucos de curanderismo (Polster, p. 21)]


No se trata para el terapeuta, de haber resuelto todos sus problemas (¡habría pocos terapeutas sobre la tierra!), sino de poder hacerles frente sin ansiedad excesiva, sin ser desbordado. Desde mi punto de vista, el practicante debe ser capaz de afrontar con suficiente facilidad al, menos cinco tipos principales de dificultades existenciales comúnmente manifestadas por los clientes:
  • la soledad
  • la duda
  • la agresividad
  • la sexualidad
  • la muerte
Estos cinco ejes deberán haber sido ampliamente trabajados durante la terapia personal y durante la formación del futuro practicante...

El terapeuta señalará y reajustará sin cesar sus propios límites y sabrá rechazar, si fuera el caso, un acompañamiento demasiado peligroso; así como el guía de montaña, experimentado o momentáneamente fatigado, que se abstiene de seguir un sendero más allá de sus posibilidades en ese momento.

Algunos afirman con gusto que no podemos acompañar a alguien más allá del itinerario que uno mismo ha recorrido. Yo no comparto ese punto de vista tan difundido: yo puedo acompañar eficazmente a una mujer que da a luz, a un canceroso angustiado, sin haber vivido yo mismo estas situaciones, mientras que, a la inversa, puedo perder mi disponibilidad afectiva frente a, por ejemplo, un problema de deportación, justamente porque despierta en mi  una gestalt eternamente inacabada, relacionada a un drama existencial personal de difícil cicatrización. Lo importante no es entonces lo que yo mismo haya vivido, sino mi sentimiento actual de comodidad frene a los temas mencionados.

Y respecto al tema de lo corporal y del contacto, Laura Perls (1978) afirma:
Yo utilizo toda clase de contactos físicos si pienso que eso puede facilitarle un paso al paciente en su awareness de la situación presente, en lo que él hace (o no hace.) Me parece que existe una gran divergencia de opiniones y mucha ansiedad con respecto a la aceptación del contacto físico en terapia. Si queremos ayudar a nuestros pacientes a realizarse plenamente como seres humanos verdaderos, debemos nosotros mismos tener el valor de tomar el riesgo de ser humanos.
[O, como dijera, Publio Terencio (165 a. C.):
Homo sum, humani nihil a me alienum est: "Hombre soy, nada humano me es ajeno"]

Finalmente, Ginger nos comparta un poema de Rumi, como resumen de su postura terapéutica:

Muchos caminos llevan a Dios:
yo escogí el de la danza y la música.
El Amor es el alma del Universo:
la música de la flauta y la embriaguez del vino,
el calor de la vida en todo el ser,
la rotación de las estrellas y el movimiento de los átomos,
todo es debido al Amor.
Cuando busquen, busquen con alegría,
ya que somos los habitantes del mundo de la alegría.


.Tomado de:
Ginger, S. y Ginger, A. (1993). La Gestalt: una terapia de contacto. Méxioc D.F.: Manual Moderno, pp. 153-185
Polster, E. y Polster, M. (1974). Terapia Guestáltica. Bs. As.: Amorrortu.
Sabourin, P. (1996). Ferenzci: Paladín y gran visir secreto. En: http://www.indepsi.cl/ferenczi/vinculaciones/referencias/ref-sabourin.htm