El terapeuta debe estar particularmente atento a todas las manifestaciones corporales de su consultante, y a sus lapsus corporis: toses, estornudos, tics, molestias oculares, carraspera, golpeteo de los dedos, balanceo del pie, cruce de piernas, etc. También está atento a la voz y sus inflexiones, cambios del patrón respiratorio, así como de la circulación sanguínea, perceptible por ejemplo a nivel de las carótidas o también a través de la palidez o el rubor.
Aunque el cuerpo y sus manifestaciones son la vía regia de acceso al inconsciente, no es precisa su descodificación puesto que adopta matices culturales, familiares e individuales. El interlocutor atento podrá darse cuenta de "lágrimas de cocodrilo", notar un gran torso que compensa la timidez o la sonrisa que oculta tristeza.
Por ello, en la terapia se puede partir de un significado general del síntoma o signo, y acompañar al descubrimiento específico del mismo por parte del consultante. Se le estimula a estar particularmente atento a lo que siente. Se le sugerirá, eventualmente, a amplificar su sentimiento o síntoma (continuándolo, repitiéndolo o exagerándolo) a fin de percibirlo mejor, verbalizando lo que siente en el momento.
Si se observa un cambio sutil en el ritmo o en la inflexión de la voz, en la deglución o la respiración, entonces se le puede preguntar al consultante: ¿Qué es lo que pasa en ti, justo ahora? - Esto antes de que la emoción "de paso" se desvanezca. Pero si dicha intervención es prematura tiene el riesgo también de cortar la emoción.
El contenido del discurso se borra frente a la forma, ya que es verdad que los gestos y las posturas, así como el timbre y la inflexión de la voz importan con frecuencia tanto, si no más, que el sentido de las palabras empleadas (Alfred Tomatis, 1981, habla del recuerdo inconsciente de las vibraciones de la voz materna durante la gestación, es decir del timbre de voz como transmisor de la emoción).
Nosotros proponemos entonces al consultante cerrar los ojos y "dejar subir" las imágenes que le aparezcan, lo que permite seguir el trabajo a otro nivel, bajo un modo, en ocasiones, hipnoide.
Así, por asociaciones sucesivas de sensaciones, de gestos, de imágenes, de sonidos o de palabras, surge con frecuencia una toma de conciencia súbita, acompañada con frecuencia de manifestaciones emocionales, ya sean intensas o difusas (gritos, sollozos, lagrimeos). Nos encontramos en el reino del paleocórtex y del inconsciente "inocente", que no juzga bueno-malo, sólo siente y actúa. Aquí se deja de trabajar con los parámetros del neocórtex y del consciente racional.
Lo que fue im-presión abrumadora puede convertirse en ex-presión liberadora.
Un ejemplo: "¿Por qué cosa podría reemplazar mis problemas?"
Terapeuta: ¿Cómo estás sentada?
Muriel: Estoy encorvada, la cabeza inclinada hacia adelante.
T.: ¿Puedes tratar de exagerar esta posición?
M.: ¡Sí! Me siento como aplastada. Como si tuviera una inmensa carga sobre mis hombros.
El terapeuta pone un gran cojín sobre sus hombros.
M.: ¡Eh! ¡Hay mucho más que eso!
El terapeuta apila muchos otros cojines.
T.: ¿Quieres tratar de levantarte y "vivir tu vida" así?
Muriel se levanta; ella mantiene su pila de cojines como carga sobre la espalda y da algunos pasos titubeantes.
M.: ¡No está bien! ¡ya no puedo hacer nada!
Ella arroja rabiosamente uno de los cojines al piso.
M.: ¡Ya! ¡me liberé de éste! -un silencio pensativo. ¡Ese! ¡Es mi amigo Lucien quien me pesa cada vez más! ¡No me deja un instante de tranquilidad!
Después de algunos instantes, arroja un segundo cojín al piso.
M.: ¡Y ese es mi trabajo de secretaria que me enmierda también! ¿Ya estoy harta! ¡Tengo que cambiar de trabajo!
Tira después, uno a uno, los cojines que simbolizan a su madre, anciana e impotente, un proyecto de grupo de investigación, etc.
T.: ¿Y ahora?
M.: ¿Ahora? ¡Ya no tengo nada sobre la espalda! ¡Estoy libre para caminar (da algunos pasos), pero no sé a donde ir! ¡Ni qué hacer! ¡Todas estas inquietudes me mantenían ocupada! ¡No he tenido tiempo para hacer el más mínimo proyecto! ¡Cuando me libero de todas estas mierdas mi vida parece vacía! ¡Mis problemas me acompañan!
(Esta toma de conciencia permanecerá en el corazón de su terapia durante muchos meses.)
Aquí, a partir de la amplificación de una postura, llegamos progresivamente a una toma de conciencia: es un camino del cuerpo a la palabra. Pero también se puede proceder en sentido inverso, es decir de la palabra al cuerpo: por ejemplo, con un sueño, sugerimos encarnar a los diversos personajes o elementos y expresarse en su nombre; se podrá representar cada vez (en palabras o en actos), un profesor que interroga a su alumno, el cuaderno de este último, una frase escrita sobre el cuaderno o una simple mancha de tinta.
También se puede sugerir la puesta en acción corporal simbólica de un sentimiento experimentado. Por ejemplo, Patrick deplora estar "encerrado en sus costumbres".
Con una señal del terapeuta, el grupo simboliza la situación encerrándolo corporalmente pero, para sorpresa general ¡no hace nada para salirse! Patrick se da cuenta entonces rápidamente, y por él mismo, que su deseo de libertad y de iniciativa es puramente intelectual y verbal, mientras que su necesidad profunda del momento es, en realidad, un refugio mullido y cómodo, en la seguridad de lo adquirido y en el calor doméstico.
Otro ejemplo:
Christian tiene 14 años. Es huérfano y ha sido educado por sus abuelos. Estos últimos son personas de edad y de "antiguas costumbres". Tienen miedo a los accidentes y le niegan la bicimoto que pide. Christian se queja:
-No me pueden comprender ¡son demasiado viejos! Tú ves, entre ellos y yo, hay un espacio vacío: el lugar de mis padres ¿y este espacio estará siempre vacío! ¡Siempre habrá este hueco allí, entre ellos y yo!
Yo le sugiero rápidamente materializar lo que acaba de expresar: delante de su silla, instalo otras dos vacías: una para sus padres, la siguiente para sus abuelos. La experiencia lo divierte, habla de sus abuelos poniendo sus manos juntas, como un altavoz:
-¡Eh, ustedes, allá! ¿Me oyen? ¡Ustedes son demasiado viejos! ¿Están sordos?
Después él se pone en el lugar de sus abuelos, encarnando así la imagen que él se hace de ellos y por encima de la silla vacía de sus padres, él "responde" con una voz suave:
- ¡Sí, Christian, te escuchamos! ¡No estamos tan viejos! Sólo tenemos 57 años. No estamos sordos.
Entonces Christian sonríe, pareciendo entender. Se levanta y va espontáneamente a acomodar las sillas. Me dice:
- Tú sabes, finalmente creo que podemos encontrar una manera de ponernos de acuerdo : ¡voy a "pensar en eso"!
En el momento de atravesar la puerta de la oficina, se regresa y constata:
- Es curioso, desde hace quince días respiraba mal y ¡ahora mira! (respira profundamente): circula "fácil".
Adaptado de:
Ginger, S. y Ginger, A. (1993). Gestalt: una terapia de contacto. México D.F.: Manual Moderno, cap. 11: El cuerpo y las emociones en Gestalt.