jueves, 1 de febrero de 2018

Hijos que son padres de sus padres

Hay madres que no pueden plantarse frente a sus hijos como mujeres fuertes y seguras; por tanto, no pueden poner límites, se dejan manipular y chantajear por los hijos, son infantiles y permiten que sus hijos las traten mal. En este caso hablamos de madres sin fuerza interna, lo que es una expresión de su rebelión contra su propia madre; contra el estilo autoritario de ésta, ella se vuelve antiautoritaria y su niño se encarga del equilibrio: él pide límites y provoca agresivamente para obtener claridad. Pero no sólo ocurre eso: en ocasiones los padres se muestran tan débiles y dependientes que los hijos asumen el papel de padres de sus padres, escuchan las confidencias y lamentos de la madre respecto al padre, se sienten obligados a acompañar, proteger, divertir y más adelante mantener a alguno de los padres, sacrificando su libertad, su independencia e incluso a su propia familia cuando son adultos, pues la energía no les alcanza e internamente sienten que sus padres tienen la prioridad en vez de su pareja y sus hijos.


Igualmente hay casos de padres que han perdido a sus padres cuando eran pequeños, por abandono, divorcio o muerte; así, aunque quien acude a consulta no es el padre sino el hijo rebelde, inquieto o agresivo, con su conducta saca a la luz su necesidad de tener un padre presente, participativo y afectuoso. No obstante, ¿cómo puede pedirse al padre que realice sus funciones si perdió el suyo a una edad temprana, si no tuvo un modelo o enseñanza de cómo se comporta un padre?

Dicho hombre podrá ser adulto cuando esté listo para agradecer el regalo de la vida, inclinarse ante el destino difícil de los padres y resolver el tema de sus tristeza profunda. En este caso es necesario acercar a la persona al padre o madre para reconciliarse con ellos y después darles el lugar en su corazón. Hasta entonces el amor fluirá, la fuerza llegará y el padre o la madre podrán por fin ser padres adecuados de sus hijos.

[Sin embargo, a veces el orgullo o el resentimiento es tan grande que] la persona permanece en una actitud rebelde infantil; su corazón quiere a medias pero su cabeza no puede todavía inclinarse. Esa persona necesita más tiempo y más intimidad para trabajar lo pendiente.

Tomado de:
Rincón, L. (2008). Así fluye el amor. México: Prekop, p. 106s