martes, 23 de enero de 2018

El Niño Herido se casa

Todos llevamos una parte de nosotros que representa nuestras vivencias infantiles, marcadas en nuestros primeros siete años. Cuando éstas han sido dolorosas y no procesadas, exigen nuestra atención y cuidado. A esta configuración llamamos "Niño Interno" y en nuestros sueños puede revelarse como un niño o niña.

Kely Chávez, mencionando a Edmundo Velasco como fuente, señala las Siete Heridas del Niño Interno:

1.La Herida del Abandono, que obedece a la Necesidad de ser Cuidado (ser alimentado, recibir contacto físico). Se instala ante las experiencias de:
  • Ausencia física. Consideremos el abandono del padre durante la gestación o después; ausencias largas por trabajo o estudio, hospitalizaciones, viajes. Niños dados al cuidado de terceros.
  • Ausencia emocional: madre deprimida, padres ausentes psicológicamente.
  • Muerte de uno de los progenitores.
Estas ausencias podrían ser mejor asimiladas por el niño si se las explicara, aunque fueran bebés; pero en nuestra cultura aún se sigue pensando que "los niños no entienden" y se los deja a un lado a merced de fantasías catastróficas.

El abandono genera inseguridad, dependencia emocional, temor a ser abandonado, celos enfermizos y sobreprotección a los hijos (para evitar sentir otra vez el ser abandonado).

2.  La Herida del Rechazo, que obedece a la Necesidad de ser Valorado. Que tiene tres orígenes fundamentales:
  • El ser un bebé no esperado, con intento de aborto o con el simple pensamiento de dicha posibilidad. durante un tiempo.
  • La llegada de un hermanito, que muchas veces genera que sea menos atendido, haciéndole sentir desplazado, que ya no lo quieren.
  • Cuando alguno de los padres rechaza al hijo por algún aspecto que no le agrada. El niño, sabiéndose dependiente, teme que el rechazo se convierta en la posibilidad de abandono.
El adulto con esta herida tiene mucho miedo a emprender algo y necesita la aprobación de otros para sentirse bien. Crea las condiciones para revivir la experiencia de rechazo, incluyendo su vida en pareja, pues tiene la creencia de no ser suficientemente bueno para ser amado.
3. La Herida de la Humillación. Existen muchas formas de humillar: desde burlarse de su manera de hablar o de provocar que otras personas se rían de él, hasta despojarlo de ciertas cosas materiales por las que siente apego.

Personas con esta herida evitan mostrar sus sentimientos reales, que los hagan parecer débiles ante otros y se puedan aprovechar de verles débiles y humillarles.

4. La Herida de la Injusticia. Cuando el niño percibe que se le trata diferente que a sus hermanos u otras personas. Desarrollan una actitud resentida, irritable, cínica, pesimista, con dificultad de confiar y establecer relaciones interpersonales satisfactorias, porque creen que los tratarán mal tarde o temprano.

5. La Herida de la Traición. Suele acompañar a la herida de la injusticia. Se presenta cuando los padres acostumbran prometer y no cumplir, lo que impide desarrollar un sentido de confianza y control. La persona tiende a ser retraída, huraña, suspicaz. No se abren a intimar. Por esto, la posibilidad de terminar siendo engañados, traicionados, es alta.

6. La Herida del Maltrato. Tanto físico como psicológico. Lastimosamente tan común, pues culturalmente existe la creencia de que el maltrato es la mejor forma de corregir. En consecuencia surgen dos tipos de personas: las que ejercen la misma o peor violencia que recibieron, y las que se tornan sumisas y temerosas.

7. La Herida del Abuso Sexual. El abuso sexual genera graves consecuencias vinculadas con la culpa, la vergüenza, el sentirse una mala persona. En particular porque la mayoría de los casos fueron perpetrados por familiares o personas cercanas a la familia. Acarrea dificultades en las relaciones amorosas (comportamientos clandestinos), trastornos sexuales y violencia contra sí mismo (adicciones, trastornos alimenticios, disociación, etc.).
Considerando estas heridas, veamos que nos dice Laura Rincón:
Cuando una persona  se da cuenta de la existencia de un niño interno lastimado dentro de ella, se puede sentir impactada; esto se llama tomar conciencia, y es el primer paso para el conocimiento de uno mismo. El segundo paso sería tomar una decisión: ¿qué voy a hacer ahora que conozco mi propia verdad? (p. 64)

Frecuentemente las personas con un niño interno lastimado se casan con la ilusión inconsciente tanto de que su matrimonio será la salvación para ese niño que ya no tolera vivir en la casa paterna, como de que la pareja cuidará de ese niño mejor que nadie.

En ocasiones esa expectativa se hace realidad y la relación de pareja se convierte en un bálsamo donde ese niño puede "salir a la luz y jugar"; la persona se siente segura, protegida, creativa y amada como probablemente nunca lo había sentido. En estos casos, la pareja es la persona más importante e imprescindible en su vida.

Por desgracia, lo que sucede con más frecuencia cuando la elección de pareja la llevamos a cabo en forma totalmente inconsciente a partir de las heridas emocionales de la persona, la tragedia llega sin tardar, cuando la persona descubre que esa pareja revive y reactiva las heridas de su infancia. Un ejemplo que a menudo he escuchado es la queja de alguna mujer respecto a su marido al decir: "no me cuida, ni me protege, ni se ocupa de mi". Basta escuchar tales lamentos para identificar que quien expresa sus necesidades es la niña interna abandonada de esta mujer. (p. 65)

Cuando el esposo demore, por la razón que sea, empezaran a surgir sentimientos angustiantes y, si nos fijáramos bien, pensamientos que evidencian lo que más tememos: "Voy a quedarme sola, nunca volverá" (p. 66) [que puede estar evocando una experiencia infantil, prenatal o transgeneracional].

Cuando el niño exigente que hay en nuestro interior clama por la atención de otra persona, a menudo la incita a asumir el rol de padre negativo. Padecemos entonces el rechazo, la traición y un sentimiento aún más profundo de insuficiencia y humillación [que en realidad son re-actualizaciones de experiencias previas y no asimiladas.]

En el seno del matrimonio, esta circunstancia interrumpe por completo el flujo erótico. [Hasta que no se asuma la necesidad insatisfecha y su resolución...], si no se da ese paso, el matrimonio se convertirá, de modo irremisible, en una prisión estéril  [literalmente] o en un campo de batalla (2008, p. 67s).

.La esposa, ahora madre, puede encontrarse actuando con enorme furia con su pequeño hijo, gritándole, zarandeándole e incluso golpeándole; para luego sentirse culpable y avergonzada. Quién realmente se está expresando es su niña interna herida y enojada, que no tuvo permiso para enojarse cuando tenía la misma edad de su hijo actual. Una niña que se siente asustada y amenazada  por sus propios hijos. (p. 62)


[Para ir sanando al niño interno]  la persona aprende a atender a su pequeña lastimada, con una parte de ella que es adulta, maternal, buena, cariñosa, cercana, sensible y amorosa; en ocasiones las personas tienen problema para contactar esta parte de ellas y simplemente les digo: "Es la parte que atiende a tus hijos, la conoces muy bien; ahora a quien te toca atender es a tu propia niña/o interna/o". (p. 80)

[Cuando el niño interno es reconocido, atendido y sanado, nuestras capacidades olvidadas, bloqueadas o reprimidas, pueden volver a emerger para enriquecer nuestra vida actual (intelectuales, artísticas, motrices, afectivas).]. La felicidad del adulto está no en lo que su pareja hae por él, sino en lo que él hace por su niño interno (p. 191).

Siguiendo a Laura Rincón, aquí algunas indicaciones para atender al niño interno:
  1. Estar atento a las señales que manda el niño interno una vez que ha sido reconocido.
  2. Identificar dichas señales para diferenciar si siente miedo, enojo, impotencia, tristeza, etc.
  3. Llevar a cabo un diálogo interno con él cada vez que lo necesite, "escuchándolo activamente".
  4. Tranquilizarlo diciéndole. "Aquí estoy, yo soy el adulto, yo resuelvo este problema, yo me encargo de estos niños, ellos no quieren lastimarte sino sólo son mis hijos; yo soy la mamá / el papá, puedes quedarte tranquila, yo sé como manejarlos. Yo te cuido y te protejo, puedes quedarte tranquilo, te amo profundamente".
  5. Tenerlo presente en la mente, imaginar que lo lleva uno en el auto, lo sienta en el escritorio, le compra una golosina, revista o algo especial y, en la medida en que uno se acuerde, platicar con él en un diálogo interno.
  6. Hacer actividades placenteras estando el adulto solo en su casa, como tomar la muñeca/o que representa al niño interno y abrazarla, arrullarlo en una mecedora, etc.

"La alegría de la vida en pareja es cuando los niños internos de ambos pueden jugar sin pelear por los juguetes".


Extractos tomados de:
Chávez, K. (2017). Buscando a papá. Lima: Callados Contrapuntos.
Rincón, L. (2008). Así fluye el amor. México: Prekop, pp. 62 - 81