lunes, 7 de julio de 2014

Psicología y física cuántica (2)

Seguimos con Fernández Mouján y su enfoque.

EL CAMPO O INCONSCIENTE ORIGINARIO
Existe un campo originario de máximo potencial de in-formación, es decir dotado de todas las posibilidades, espacio de pura energía (por tanto no estructurado), campo de fuerza previa a toda forma, capaz de generar nuevas formas (crear), pre-existente al Yo, y por tanto sin necesidad de la insaciable búsqueda objetal. Listo para dar/tomar forma. Campo se toma aquí más en el sentido matemático (desarrollado por David Hilbert y que ha servido de base a la mecánica cuántica) que en el de la física propiamente dicha. A este campo se puede denominar orden implicado, contexto de creación, inconsciente originario (Fernández también le denomina inconsciente cultural), campo disipativo o campo morfogenético, donde se vive en identidad grupal, donde no hay causas, explicaciones ni sucesos; sólo la posibilidad de un acontecimiento creador.

Nos encontramos, pues, en un campo de tiempo dilatado con el espacio métrico, suspendido como en el acto contemplativo o meditativo. 

El propósito al incorporar el modelo cuántico a la psicoterapia es extender la cura más allá del lenguaje o el hacer consciente lo inconsciente reprimido, al plantearse alcanzar los momentos de libertad y creación que nos transforman, accediendo al campo original donde nos introducimos en la "unidad participativa", que incluye al cuerpo, la mente, la familia, la naturaleza y el cosmos, fuente primigenia de nuestro Ser y de todo acto creador. La participación es el mecanismo que reemplaza a la identificación de los objetos, y nos libera de la percepción-conciencia limitada a un espacio. La conciencia, al no limitarse a la percepción objetal, se amplía y nos integra orgánicamente a participar de lo vital a través de la vivencia (no de la percepción). La finalidad de la desidentificación es participar. Vivenciarse como singular y parte de un todo -que da identidad grupal- es "participar".

(El yo suspendido se puede experimentar en el orgasmo, ante la muerte inminente, en los estados crepusculares, durante la meditación, el trance, rituales, etc. Y las nociones de tiempo, espacio, individualidad separada, se disuelven y, en algunos casos, podemos entrar en contacto con "la participación". N. de E.)

LA CRISIS Y LA TRANSFORMACIÓN
La identidad del yo, al ser amenazada con la desintegración (crisis), se amplía por la conciencia de una identidad grupal. La importancia del concepto de participación radica en que cuando el yo se suspende, se desidentifica de todo objeto en un "ahora". Esto provoca la salida del espacio poblado de objetos y la entrada en un espacio-tiempo míticos. En el mito el espacio es dominado por el tiempo; se contrae de tal manera que sólo se privilegia en el instante de la formulación. Si no existen objetos percibidos, el espacio se contrae y el tiempo se dilata. Las partículas cuánticas, al alcanzar velocidades próximas a la de la luz, provocan que la conciencia de la experiencia sea holística, no limitada. Se potencializa al máximo la energía, disponible a nuevas formas, lo que es captado por el símbolo vivo, cuya imagen da cuenta de todo lo vivenciado. Las redes de significación aumentan de tal manera que todo-tiene-que-ver-con-todo y el símbolo lingüístico pierde vigencia, ya que apunta al pasado. Lo participado es vivenciado, pero no es fijado o identificado en ninguna representación. Cuando se inicia el camino de retorno, saliendo del momento crítico, se da la recuperación del yo y de sus objetos, ahora transformados.

El futuro, como misterio que adviene, es otro elemento que atemoriza al yo, que lo puede hacer entrar en crisis, pues no tiene objetos de identificación y carece de espacio. La sensación de desprotección humana se halla más allá de haber perdido el primer objeto de satisfacción, como pensaba Freud; más bien radica en el hecho de quedarse sin objetos, sin espacio, solo ante el futuro. Si el yo tiene momentos en que es suspendido, se transforma en "sujeto" singular "abierto" a una experiencia sin conflictos que permitirá superar el miedo al pasado y al futuro. Se trata, pues, de una experiencia fundante que convierte la representación tranquilizadora de la resignificación en imaginación creativa.

"Sublimar es siempre del pasado al futuro. Crear es siempre del futuro al pasado". ( p. 292)

"Todo acto creador necesita transitar por una crisis vital. El primer momento de esta crisis consiste en cuestionar lo que se piensa o percibe, en refutar todo lo conocido hasta ahora, a la manera de duda existencial. A posteriori, en un segundo momento, se plantea la posibilidad de tolerar un campo sin objetos donde no podamos identificarnos. Es entonces cuando estamos en condiciones de abrirnos al "acontecimiento". Una vez que éste se produce (tercer momento), la razón inicia el desarrollo de hipótesis teóricas que la ciencia y la vida cotidiana irán formalizando (cuarto momento)." (p. 37)

LA CREACIÓN COMO CURA
""El inconsciente natural (inconsciente fundamental le llama Ken Wilber) antecede al inconsciente dinámico determinado como lenguaje, no lo niega ni lo excluye, sino que lo comprende para explicar el suceso terapéutico. Aquello que realmente nos interesa es el acontecimiento terapéutico previo a todo suceso: de ahí los desarrollos del inconsciente natural o cultural que ya hemos planteado. También incluimos la noción de "interacción" de los sistémicos, en cuanto nos permiten delimitar un "momento" en el que se supera toda causa. Empero, no lo situamos en el presente y en la mera interacción de objetos definidos. Lo ubicamos en el inconsciente originario donde cambiamos interacción por "todo tiene que ver con todo". Es decir, la coparticipación, un campo de valores más allá de toda relación.



Si bien el inconsciente originario es atemporal (fuera del tiempo), en el caso del inconsciente dinámico sólo existe un tiempo: el presente. Esto permite entender actualizaciones como los ciclos biológicos memorizados hallados por Marc Fréchet. (N. del E.)

Hay un tiempo pasado que perdura (habita) en el presente y busca su liberación en cada sesión, donde el acto creador dará el significado desde el futuro hacia el pasado... Si bien una sesión terapéutica actualiza las vivencias reprimidas de terapeuta y cliente, generándose la transferencia y la contratransferencia, la vida misma se encarga de actualizarlas todo el tiempo, siendo la sesión tan sólo una muestra de ello. El árbol psicogenealógico también en ese sentido actualiza lo reprimido, a manera de un holograma transgeneracional.

"La tarea terapéutica, sostiene Freud, consiste en desasir la libido de sus provisorias ligaduras sustraídas al yo, para ponerlas de nuevo al servicio de éste. Los grados de fijeza de estas ligaduras son los que delimitan, en última instancia, la borrosa frontera entre la salud y la enfermedad... Pero la tarea terapéutica no sólo consiste en liberar energía para cambiar los "objetos" en el mismo mundo percibido; también reside en alcanzar un campo de in-formación, de una energía libre, a la espera de ser empleada para crear un universo más apto para ampliar la percepción que nos autosupere, en la capacidad de crear objetos y recrear la existencia, rompiendo con los principios entrópicos de la termodinámica en los cuales se basaron las teorías psicoanalíticas y sistémicas....

"El modelo de crisis vital plantea un momento libre de conflictos cuando hemos alcanzado la participación en el campo morfogenético, donde el yo suspendido se ha desidentificado de sus ligaduras libidinales, y como sujeto existencial predispone el surgimiento del yo recuperado en su flexibilidad. Es decir, se trata de la recuperación de su función como "acto de conciencia".

Una vez recuperado, el yo tiende a realizar nuevas ligaduras, pero ahora sin fijación, que no obstaculizan el camino a "la fuente original" en cada crisis vital. En otros términos, el carácter narcisista y edípico de sus identificaciones carece de la rigidez de antaño. Es posible expresarlo de la siguiente manera: A la permeabilidad del inconsciente reprimido, como tarea terapéutica del psicoanálisis, es menester sumarle la permeabilidad de un inconsciente cultural en cada crisis vital, situación que acrecienta la conciencia. Esta última permeabilidad nos permite tener accesos a nuestra capacidad creativa y recuperar, por consiguiente, la flexibilidad del yo como acto carente de fijación alguna." (p. 322s)

"La recuperación de la flexibilidad del yo depende de la creatividad. Este fenómeno es el primer paso para renunciar a las defensas narcisista y edípica que nos fijan a objetos por miedo a lo desconocido, haciendo imposible el acceso al vacío potencial y creador. También nos permite posponer las pulsiones sexuales reprimidas, que en lo sucesivo podrán resolverse como consecuencia del acto creativo, pero no como búsqueda específica del acto terapéutico. Esta nueva situación se debe a que el nuevo campo participativo de la terapia relativiza las relaciones del yo con los objetos y, por otra parte, enfatiza un cálido "encuentro personal". "" (p. 331)

"Decir que la cura es la capacidad de crear significa haber alcanzado la aptitud para experimentar la vacuidad del ser que despierta el anhelo de auto y heterosuperación, antes de la idea de un deseo o las ganas de satisfacción... La angustia ante lo desconocido se tolera cuando es vivida como existencial", cuando tiene un Sentido. (p. 345)

Aquí la primera parte: psicología y física cuántica (1)
Aquí la tercera parte: psicología y física cuántica (3)

Referencias:
Fernández, Octavio. (1994). La Creación como Cura. Buenos Aires: Paidós.
Fernández, Octavio.  http://psicoanalisisabierto.org/
Wilber, Ken (2005, 1977). El Espectro de la Conciencia. Barcelona: Kairós.