lunes, 18 de diciembre de 2017

Psicogenealogía de Jesús (2)


LAS MUJERES-ANCESTRO DE JESÚS
Luego de los tres patriarcas, resaltan las cuatro mujeres mencionadas en su genealogía: Tamar, Rajab, Rut y Betsabé. ¿Qué necesidad había de mencionarlas? Todas ellas tienen en común el ser extranjeras.  ¿Qué otro mensaje hay detrás de su mención? Veamos en qué estuvieron implicadas.

Judá tuvo un hijo, Er, que murió sin dejar descendencia. Según la costumbre judía, el hermano que le sigue debe convertirse en marido de la cuñada para darle descendencia al hermano muerto. Pero Onán, el hermano, no quiso darle descendencia. Entonces Tamar, que así se llamaba la viuda de Er, con engaños logró concebir de su suegro Judá. Y tuvo mellizos: Peres (Fares) y Zéraj (Zara). (Gn 38, 6 – 30). Peres significa "el que se abre brecha", porque aunque Zéraj sacó la mano primero, Peres nació en primer lugar.

"Salmón engendró, de Rajab, a Booz". Rajab fue una prostituta extranjera que ayudó a los israelitas a tomar la ciudad de Jericó. Tómese en cuanto que desde el punto de vista de los jericoanos sería una traidora (Jos 2,1ss).

Booz desposa a Rut la moabita (cfr. Rut), aunque Obed, su descendiente, es legalmente hijo de Kilyón, el esposo muerto de Rut, el cual al parecer era infértil pues tras diez años de matrimonio murió sin dejar descendencia. Obed engendró a Jesé y éste a David, quien gobernó sobre Jerusalén 33 años (ojo con este número: la edad que vivió Jesús).

David engendra a Salomón con la que fue mujer del general  Urías, Betsabé. Aunque Salomón nace dentro del matrimonio, su hermano es hijo del adulterio y razón de la muerte de Urías, por encargo de David.

Entonces alrededor de las mujeres del clan de Jesús tenemos: incesto y esterilidad otra vez, prostitución, traición, adulterio y asesinato. Y el que todas ellas sean extranjeras.

CONCEPCIÓN, GESTACIÓN E INFANCIA
La tradición de la iglesia católica señala que los padres de María, Ana y Joaquín, tenían una avanzada edad y no albergaban esperanzas de tener descendencia, pero milagrosamente Ana se quedó embarazada de María. A su vez, Zacarías e Isabel corrieron una suerte similar a la de Ana y Joaquín. Considerando que Jesús y Juan Bautista eran primos, vemos que estamos también frente a repeticiones genealógicas, de una familia en la que grandes secretos y un cúmulo de cargas clamaron tanto por salir a la luz que produjeron dos hombres santos. Dos hombres cuyas vidas fueron consagradas a Dios. De Juan Bautista se sabe que “vivió en el desierto”, es decir que fue encargado probablemente a los esenios. Jesús debe haber corrido suerte parecida, pero sin separarse de la vida cotidiana (Larrañaga, 1989).

Concebido en la etapa de noviazgo, durante el período de tres meses en que su madre fue a visitar a su prima Isabel, -¿y qué oculta esta misteriosa concepción?- Jesús recibe un primer impacto de rechazo ¿Cuáles son las vivencias de María en este período, cómo vive su gestación? María debe estar preocupada: ¿qué dirá José cuándo se entere? ¿Qué pensará José de mí, que dirá mi familia si me deja? ¿Y si decide repudiarme? El repudio, si se hacía público, acarreaba el apedreamiento.

José, al enterarse, decide romper el compromiso sin llamar la atención. Pero también oye la Voz: “El niño viene a salvar, llámalo Jesús”. Y de esta forma acepta ser su padre adoptivo.

Jesús es una variante del nombre Josué. Hoshea era el asistente de Moisés y fue el que se encargó de hacer entrar a la tierra prometida a los israelitas. Moisés le cambió el nombre por Josué: “YHVH salva”. (Nm 13, 16). Pensemos en la elección del nombre: ¿De qué les salva a María y a José? ¿De qué o a quién debe salvar de la familia? Estas son preguntas que obedecen al proyecto-sentido de aquel niño, a los propósitos inconscientes de su concepción.

Tras nacer en Belén en un establo, Jesús sigue viviendo bajo la zozobra y  amenazas contra su vida, esta vez por parte del gobernador Herodes. Él y sus padres tienen que huir a Egipto porque hay orden de que debe morir. Sus primeros años de vida los vive como extranjero. ¿Cómo marca su vida sentirse amenazado?, ¿ser extranjero en tierra extraña?

Al retorno de la familia a Galilea la biblia nos muestra a un Jesús que da signos de hipermadurez, habla como adulto con los adultos. ¿Quizá como resultado de tener que lidiar con sus hermanos mayores, los hijos de José? ¿Quizá como resultado de contrarrestar los sentimientos de indefensión, desarrollando su intelecto? Aprende el oficio de carpintero de José, y recorre los poblados alternando con escapadas a la soledad del desierto para sus meditaciones. La tradición dice que aun siendo adolescente pierde al hombre que lo cuidó. Sin padre y sin papá, toma a Dios por Padre y hace suyas la promesa hecha a Josué: “Sé valiente, sé fuerte, yo estaré contigo” (Jos 1, 9)

Si volvemos nuestra mirada a lo vivido por sus ancestros y repasamos lo vivido por el hijo de María y José, tenemos que;
  • ·         Sus abuelos eran estériles. Jesús mismo no tiene hijos.
  • ·         Sufre miedo de morir (gestación y primera infancia).
  • ·         Vive como extranjero.
  • ·         Defiende a la mujer adúltera y a la prostituta.
  • ·         Es traicionado.
  • ·         Es condenado a morir.

El sentido de la vida de Jesús es el salvar, cargando con los pecados de todos: incesto, cobardía, robo, prostitución, traición, asesinato, fornicación, adulterio, idolatría. Como Josué, conducirá a la gente a una nueva vida. También debe reparar una larga tradición de poco aprecio a las esposas: Sara, Rebeca, Lía ¿Esto dificultó que estableciera una relación tempranamente? ¿Por esto revalora a la mujer, teniendo discípulas en una época donde era mal visto esto?

Llevaba consigo también, las huellas del rechazo, pero a él le sirvieron de impulso, fue su factor de resiliencia. Lo que le hizo compasivo. Lo que lo preparó para enfrentar el final de su destino.

Podemos atisbar la crianza de Jesús tomando en cuenta la de Jiddu Krishnamurti. Éste fue identificado como el avatar de esta época por un grupo de esoteristas, quienes lo criaron y educaron para la realización de su misión. Por lo que conocemos actualmente de la vida piadosa de los judíos del primer siglo, es muy probable que Jesús haya sido tomado a cargo por los esenios para cumplir una misión con la que se fue identificando poco a poco: “soy descendiente del Rey David, mi nombre es Jesús, soy el Salvador, quien hará entrar al mundo a la tierra prometida, no tengo padre ¡mi padre es Dios mismo!, soy el Siervo de YHVH, el despreciado y ensalzado (Véase los Cantos del Siervo de YHVH en Is 42, 49 y 50). Si pago el precio, YHVH me dará descendencia y alargará mis días” (Is 53, 10).
 
La Ascensión, Salvador Dalí, 1958
Fuertemente identificado con su misión, emprende su predicación alrededor de los 30 años, la que durará hasta los 33 años (33 años gobernó David sobre Jerusalén). Número significativo, pues oculta el simbolismo de la evolución espiritual. Está listo para dejar su identidad cuando a integrado sus bases, el de donde proviene, su Columna (la columna vertebral tiene 33 huesos, y allí están codificados los valores y creencias de nuestros ancestros, nuestros cimientos).

Es el chivo expiatorio y a la vez el chivo del sacrificio (Lv. 16), el que carga y se lleva los pecados y el que con su sangre los paga. En terapia familiar se usa la expresión “chivo expiatorio” para indicar a la persona que hace el síntoma familiar, quien carga con los secretos. Jesús no solo ha cargado con los secretos y las vergüenzas, sino que decide llevarlas a su fin con su muerte. El hijo que se sacrifica para agrado de su padre (como Isaac). Pero su simple muerte física sólo haría perpetuar el secreto para la siguiente generación. Lo que hará la diferencia es la muerte de su identidad: sabiendo de donde viene puede elegir a donde va. Se le ha prometido: “si te das en expiación, verás descendencia y se alargarán tus días”.

No perdamos de vista que, por su don de gentes y su capacidad para curar, debió ser formado por los esenios o los terapeutas, dos grupos conocedores de las leyes que rigen el orden cósmico, lo espiritual, lo psíquico y lo físico. Dicho esto, es posible que preparase su muerte clínica – simbólica para resurgir a una vida nueva, libre de las ataduras de su árbol genealógico. Con un nuevo nombre y destino. La realización de su misión exterior e interior. El cumplimiento de la profecía y su trascendencia. Había cumplido las profecías, pagado el precio, ahora era libre de vivir su propia vida... (¿éste es el secreto del Santo Grial?)

Jesús, hijo de madre adolescente, hermanastro, hijo adoptivo, huérfano, fiestero, hombre de oración y soledad, respetuoso de las leyes humanas, radical en las leyes espirituales, bueno con los niños, experto en curar el cuerpo y el alma.

Habiéndole enfatizado como el Hijo de Dios, hemos perdido de vista que, como le llamaba Marcos, él es, sobre todo, “el Hijo del Hombre”. Es su plena humanidad la que lo eleva a ser uno con la divinidad. Es el reconocimiento de nuestros orígenes, de nuestra plena humanidad, con sus aciertos, errores, vergüenzas y orgullos. Que nadie es perfecto, que ninguna familia es perfecta o, mejor dicho, que todas las familias son perfectas en su imperfección. Y es todo esto lo que hace posible que logremos ser humildes, compasivos y espiritualmente encarnados.

El legado de su genealogía es, a mi parecer, uno de los mayores aportes de la Buena Nueva. El simbolismo que acompaña su vida es un mensaje codificado para todos aquellos dispuestos a recorrer su propio camino, no para ser como él sino, como era su deseo, "para hacer cosas mayores que él".

Referencias:
Abraham, K. (1961, 1909). Estudios sobre psicoanálisis y psiquiatría. Buenos Aires: Hormé - Paidós.
Biblia de Jerusalén. Bilbao: Descleée de Brouwer.
Corbera, E. (2010). Tratado de biodescodificación. Barcelona: Vedrá.
Hellinger, B. (2001). El manantial no tiene que preguntar por el camino. Buenos Aires: Alma Lepik, p. 359.
Larrañaga, I. (1989). El pobre de Nazaret. Bogotá: Paulinas.
Ojeda, W. (2016). Y fui arrancado al tercer cielo. El papel de la modificación de la conciencia para recuperar la salud. Solaris N° 1 Vol. 1, pp. 67-75. Lima: NIOS.
Schonfeld, H. (1977). El complot de Pascua. Barcelona: Grijalbo.
Wallace, I. (1972). La Palabra. Barcelona: Planeta.

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El presente texto ha sido publicado en: Ojeda, W. (2017). El árbol genealógico de Jesús como modelo de evolución espiritual. Solaris. Año 2 N° 2, pp. 83-90. Lima: NIOS.