sábado, 14 de octubre de 2017

El parto y el vínculo primario

El parto es una situación que implica, tanto para la madre como para el bebé, esfuerzo, cansancio, tensión, dolor físico y en ocasiones peligro y miedo. Esa situación intensa, ubicada en la polaridad de los sentimientos descritos, debe llevar a la polaridad contraria una vez que el niño está afuera del cuerpo de la madre; debemos permitir a ambos sentir juntos la felicidad del primer encuentro, la relajación, el contacto visual, el descanso y, sobre todo, el premio que merecen ambos de conocerse y estar juntos para disfrutar del encuentro y el amor. Los seres humanos necesitan mantenerse juntos después de haber vivido una situación de impacto emocional intenso, simplemente para recuperarse juntos de ese impacto. Cuanto más intensa y dolorosa sea la experiencia, mayor será la necesidad de recuperarse en la cercanía y el contacto mutuo.

El nacimiento natural no es lo que nos traumatiza y el daño procede no del parto natural, sino del hecho de no permitir a la madre y a su bebé recuperarse juntos de la situación impactante vivida por ambos. (p. 3)


El instinto natural de la madre no podrá evolucionar si está asustada o si no le permiten ver a su bebé al nacer, así como tampoco si le traen al bebé esporádicamente para que lo alimente. En esta forma las cosas no marchan adecuadamente. Su leche no fluirá como una excreción, porque esta es una respuesta ante un estímulo: ver, oler y sentir a su bebé, así como el sonido de su llanto que indica un necesidad. Todo es una sola cosa; el cuidado de la madre hacia su bebé y la alimentación regular se desarrollan como un medio de comunicación entre ambos, como un canto sin palabras (Winnicott, citado en Rincón, 2009 p. 25)

La primera hora después del parto, fisiológicamente sagrada, no puede ser vivida en todas su intensidad cuando el niño está con extraños en lugar de con su madre, de manera que él necesita profundamente regresar a aquello que conoce, el lugar de donde salió. En este caso, el profundo instinto materno de la madre de cuidarlo, mirarlo, hablarle y amamantarlo se va al vacío, pues no tiene respuesta.

El tiempo que el bebé tiene que sobrevivir alejado de ella implica un miedo de muerte. Y el hecho de que sobreviva a este miedo es una capacidad impresionante del ser humano. Sin embargo, ¿qué pasa con los niños que no tienen esta capacidad y fuerza? ¿tendrá esta experiencia alguna relación con la incapacidad para sobrevivir en los meses posteriores al nacimiento? ¿tendrá esto que ver con la misteriosa muerte de cuna?

Lo que sí sabemos con certeza es que para sobrevivir a este dolor tan profundo, el niño convertirá su sentimiento de dolor en ira, lo que le dará una sensación de fuerza, que también matizará, más adelante, su relación con su madre. (p. 4)

Parido y alejado de su madre, la sensación del bebé es: "me encuentro solo, abandonado, tengo que arreglármelas solo". En lugar del encuentro, y su correlato de secreción de oxitocina, ante esta situación de estrés su cuerpo segrega cantidades importantes de adrenalina y cortisol; como un equilibrio natural del cuerpo, éste segrega posteriormente la hormona antiestrés endorfina. Con las endorfinas, el niño ya no se siente a sí mismo ni a su cuerpo; como está invadido de dolor, los ciclos hormonales de endorfinas empiezan a activarse en el bebé, quien vive frecuentes secuencias de estrés, que lo ayudan como una anestesia continua.

¿Quién no ha visto los bebés en el cunero del hospital "profundamente dormidos"? En estos momentos, el bebé está abrumado del más profundo estrés emocional. Esa primera experiencia de "auto-anestesiarse" para sobrevivir al dolor es "aprendida" desde este momento  y el ser humano la repetirá más adelante en la vida ante situaciones que le producen dolor emocional.

En psicoterapia, los pacientes borderline reportan frecuentemente un estado de "anestesia" respecto a las emociones y la incapacidad para sentir su cuerpo y son auto-agresivos en el punto más alto de la sensación de dolor emocional, pues reportan que es la única manera de "sentirse". Una paciente decía: El dolor que me provoco cuando me corto, me quemo con un cigarrillo o me golpeo la cabeza contra la pared me da la sensación de que vivo porque reconozco y siento el dolor que me recuerda que aquí estoy; de otra manera, me da miedo sentirme perdida porque pienso que me volvería loca.

...En ocasiones, el recién nacido que tuvo una experiencia larga y dolorosa en el hospital y vivió de forma continua la soledad y el abandono queda imposibilitado para reanudar la vinculación con su madre vueltos a casa. Afectado por su ausencia, se aferra a un satisfactor sustituto (una cobija, un peluche, un chupón, una lámpara parecida a la del hospital), en el que pueda depositar su confianza, pues estará presente cada vez que lo necesite.

Como no tuvo los ojos de su madre que lo miraran continuamente, él no puede fijar su mirada en los ojos de ella ni de ninguna persona. Como no ha sentido el contacto físico ni el ritmo, pues ni las cunas ni las incubadoras le proporcionaron el ritmo que necesitaba, no puede disfrutar el contacto con el cuerpo de su madre (p. 6s).

[Recalca Rincón que] esto genera un trastorno de vinculación y en sus casos extremos puede ser el desencadenante del llamado espectro autista, pues al no poder el niño vincularse con su madre, lo hace con objetos inanimados, como la lámpara arriba de su cuna, los cables múltiples que veía conectados a su cuerpo y todo aquello que lo acompañó todos los días en que estuvo solo. Más adelante, en su casa necesitará objetos que de manera aprehensiva tendrá muy cerca de él para tranquilizarse con ellos, ante la incapacidad de tomar a su madre como proveedora de tranquilidad. Esto permite comprender las conductas de aislamiento, dependencia excesiva de algún objeto, permanecer meciéndose durante largos períodos en un movimiento de vaivén y relacionarse con objetos inanimados.

Esa primera vinculación decisiva para el ser humano dará la pauta a éste para la forma de vincularse en el futuro con otras personas, sobre todo la manera de regular la distancia y la cercanía en la relación más íntima y cercana de todas, esto es, la relación de pareja. (p. 8).

Tuve la oportunidad de pasar una mañana en la sala de recién nacidos de un hospital de "primer nivel" en la ciudad de México... Primero observé que a los bebés se les alimenta con biberón en la posición de sentados sobre una mesa como si tuvieran ocho meses de edad y que las enfermeras los detienen del cuello. Me tocó ver el baño de un bebé que aún tenía vérmix de la madre en el pelo, por lo cual fue necesario tallarle intensamente la cabeza con un cepillo duro; en ese momento empezó a llorar... [Una] enfermera me contó que durante las vacaciones nacieron pocos bebés, debido a que los doctores programaron las cesáreas para irse sin presión de vacaciones.(p. 9s)

El resto de los bebés dormían bajo una luz intensa, y los sonidos que les llegaban eran las voces de las enfermeras y el llanto de los demás bebés. En ocasiones oyen el radio o lo teléfonos a un volumen para adultos, más no para bebés.

Posteriormente observé durante un buen rato a los bebés recién llevados de la sala de labor, quienes respiraban intensamente; algunos temblaban y los acostaban en una incubadora, donde esperaban su turno para ser "atendidos" por las enfermeras. Una enfermera me platicó que la mayoría de ellos llegan muy fríos, debido a las bajas temperaturas que hay en la sala de labor. Estaban acostados boca abajo con sus brazos y piernas encogidos en una posición incómoda para ellos por ser completamente nueva: se veían como abandonados dentro de la inmensa incubadora.

Aparentemente nadie ha explicado a as enfermeras que la posición boca abajo, de moro, genera estrés en los bebés, mientras que la posición fetal los relaja. [Mire aquí la importancia de la postura boca arriba, incluso para evitar la "muerte súbita del lactante"]

Pero lo que me impresionó fue ver cómo una enfermera con guantes de plástico introdujo profesionalmente en la boca una sonda a uno de los bebés recién llegados para realizarle un "lavado" de estómago, con el fin de extraerle las flemas que probablemente tragó. Con una jeringa gruesa le introducía una solución que en fracciones de segundo llegaba al estómago del bebé; con la misma velocidad extraía el líquido, separaba la jeringa de la sonda que se asomaba de la boca del bebé, la vaciaba para volver a llenarla y repetirle el procedimiento, todo a una velocidad impresionante. La mano izquierda que detenía la sonda estaba totalmente recargada sobre la cara del bebé, y la enfermera me contó que en ocasiones deben repetir la maniobra seis veces hasta que el líquido salga del estómago completamente transparente. Luego supe que esta es una maniobra de rutina ordenada por algunos pediatras, sin que sea necesario en la mayoría de los casos.

Otra de las maniobras de rutina es inyectar en la pierna del bebé vitamina K; más adelante se le hace el tamiz neonatal, que consiste en picarle en el piececito para sacarle sangre que luego se analizará.
En los dos o tres días pasados en el cunero, el bebé no puede sentirse seguro, ya que cuando su cuerpo es manipulado con frecuencia, tiene sensaciones dolorosas como las mencionadas. A ello se añaden diversas situaciones, por ejemplo: al estar dormidos la enfermera inserta a las niñas los aretes sin la mínima anestesia, con la creencia de que a esa edad "no lo sienten mucho"; además, seguramente a los niños les causa un gran dolor cuando les hacen la circuncisión (p. 9ss).

[(Ojalá estas prácticas estén en proceso de extinción)]

[¿Por qué la madre (y también el padre) son ciegos a la vulnerabilidad del bebé, permitiendo procedimientos antinaturales y agresivos?. En parte es el miedo a ir contra la corriente; la publicidad y la implantación de creencias que sólo favorecen a los mercaderes de la salud han hecho un buen trabajo; otro elemento es la propia desconexión consigo mismos, en parte producida por semejantes condiciones de nacimiento vividos por ellos mismos y posiblemente también por sus propios padres (en Occidente existen ya más de tres generaciones que han nacido en ambientes hospitalarios antinaturales); y un tercer elemento son las necesidades insatisfechas de los padres, que los hacen buscar status en lugar de condiciones saludables. Buscarán la "clínica de prestigio", aunque se sepa que es la que tiene la mayor tasa de cesáreas, o se buscará el parto programado para satisfacerme yo: mis vacaciones, mi estética, mi comodidad, etc. El bebé pasa a segundo plano.]

Una madre contaba: "Mi bebé lloraba mucho, pero mi pediatra me aconsejó que no lo cargara demasiado, pues me manipularía; entonces lo dejaba llorando solo en su cuna... yo sufría pues mi instinto materno me decía que no hacía lo correcto, pero como me sentía insegura, no me cuestioné lo que me dijo, sino simplemente lo obedecí". [¿Cuál es la sensación del bebé ante esto?:] "Cuando expreso mis necesidades me dejan solo", y si esto sucede de noche su sensación será: "Me abandonan" en el momento que oscurece (p. 14s).

[Alrededor del momento del parto la mujer está muy sensible y vulnerable]. Debido a lo anterior, un regaño o palabra fuerte de una enfermera o médico puede causar a la madre sentimientos desmedidos de coraje o tristeza, los cuales, al no ser expresados a la persona en cuestión, serán dirigidos al bebé. (p. 17)

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[Por todo esto] las mujeres deben tomar este asunto [del parto humanizado] en serio, no porque sea una cuestión sólo de mujeres, sino sencillamente porque los hombres no lo hacen. [Muchas] maestras de jardín están diciendo: "El número de niños con daño emocional que hay en el colegio aumenta día a día, lo cual nunca se había visto en otra época". Esta es una cuestión meramente humana de la que nadie habla cuando en realidad habría que denunciarlo a gritos. La tarea de las mujeres consiste entonces en ser la conciencia de la sociedad, en llevar los asuntos humanos a la primera línea (p. 19).
[Pero] tengamos claro que tal lucha no se puede llevar a cabo en el momento del parto, que sería demasiado tarde, pues en ese momento la madre no cuenta con la fuerza y el empuje necesarios para la lucha, ni para distraerse. Ahí sólo hay un corazón abierto lleno de sensibilidad y amor para el hijo que llega, y un corazón amoroso no está hecho para luchar (p. 21).

Tomado de:
Rincón, L. (2009). El abrazo que lleva al amor. México: Prekop.
Rincón, L. (2008). Así fluye el amor. México: Prekop.