sábado, 28 de diciembre de 2013

SOBRE LA HIPNOSIS

Los procesos hipnóticos, a pesar de la vasta literatura sobre ellos, aún no han recibido la debida atención del ámbito académico de la psicología y de la medicina, a pesar que son conocidos sus efectos beneficiosos en obstetricia, cirugía, educación y psicoterapia. Posiblemente esto sea debido a que se le sigue vinculando con el show mediático en que el hipnotista provoca que la gente ladre, cacaree o haga el ridículo de otras formas.
No nos interesa esa versión de la hipnosis, impregnada de una actitud vertical en la que hay uno que somete a otro bajo “su dominio y poder” y que también se extiende sobre ciertos tipos de hipnoterapia directiva. Nos interesa más bien, la hipnoterapia cooperativa, en que un experto y un cliente miran a un mismo objetivo, y está orientada a despertar el potencial latente.
No importa el estilo de hipnosis que se practique, existen unos elementos comunes que pasamos a comentar.
Hay cuatro aspectos que potencian la inducción al trance: afectar la fisiología: color, olor, sensorio; la actitud: mirada, voz, gesto; el empleo del lenguaje hipnótico; y mantener contacto con el campo de información.
El procedimiento general al hipnotizar reúne las siguientes características:
  • ·   sostener la atención del sujeto fija en vuestra mirada, que no debe cesar un segundo de fijarle;
  • ·   efectuar contactos físicos sobre diferentes regiones del cuerpo, creando confusión en la atención;
  • ·   sugestionar verbalmente, con un ritmo monótono, con mensajes polivalentes;
  • ·   y todo esto teñido por la propia convicción personal en lo que se hace.

Tómese en cuenta que este es el procedimiento que utilizan las gitanas en la calle.



El hipnotizador conduce a la persona a pensar que siente las impresiones que preceden ordinariamente al sueño. Fija su atención sobre las sensaciones de adormilamiento, pesadez de párpados, inercia mental, embotamiento gradual, etc.; en resumen, obra directamente sobre la idea. Después de todo, para el inconsciente, todo es real. Por esto, también es importante que el hipnotizador imagine lo que le pide hacer a la persona en cuestión. Si le dice: “sus manos y brazos se tensan y pierden sensibilidad”, pues así debe imaginarlo el que dirige el trance, pues de este modo genera una mayor resonancia con la otra persona, al exteriorizar su convicción.
Si representando una figura de autoridad positiva ejercemos un grado de influencia sobre otros, cuanto más si lo acompañamos del lenguaje del inconsciente. Este lenguaje emplea símbolos, claves, redundancias, no porque sean necesarias por sí mismas, sino porque somos nosotros las que lo necesitamos.
Como es natural, ante la posibilidad de ser hipnotizado, las personas reaccionan con cierto grado de resistencia, pues es una forma de restarse autonomía. Una manera de contrarrestar este efecto es señalarle a la persona: “No sé si podré hipnotizarle, veremos qué pasa”, aunque la actitud al decirlo está lejos de ser de duda. Como el cerebro registra todo lo que recibe, a un nivel subliminal, al ir soltando ideas “como al azar” no se ven afectadas por la crítica racional o la desconfianza, y se va generando una disposición a ellas.
Algunas condiciones sensoriales para facilitar una conciencia de trance:
  • ·  a nivel visual ayuda mantener la mirada fija pero "dulcemente" sostenida sobre el cliente;
  • ·   a nivel táctil movimientos rítmicos estereotipados y, si es necesario, una presión ligera de los globos oculares;
  • ·   a nivel auditivo, sonidos monótonos, el sonido amplificado del tic tac;
  • ·   a nivel olfativo uno de los más efectivos, el olor a fragancia de musgo.

El conciente, estructurado socialmente, pone los límites de lo posible. En el estado hipnótico el conciente es suspendido.


Este post está basado en: Jagot, Paul (1958). Magnetismo, Hipnotismo, Sugestión. Barcelona: Iberia.