miércoles, 23 de mayo de 2018

Caso: Katia juega al bebé

[El siguiente caso es un buen ejemplo de como, ante la dificultad de recibir colaboración de los padres, se puede acompañar a un niño a manejar situaciones adversas. Quizá su medio no varíe mucho, pero la niña o el niño habrán desarrollado fortalezas que le ayudarán a lidiar con ello.]

Katia tiene siete años cuando empieza una serie de sesiones semanales, de las cuales algunas son en presencia de su madre.

Katia presenta un importante retraso general tanto en su estatura como en su peso, en lo psicomotor y lo verbal. Es pasiva y "apagada". Muchos hematomas dejan suponer una carencia de cuidados, o hasta de malos tratos.

La madre no formula ninguna demanda terapéutica; la calma y la pasividad de su hija le convienen de maravilla y se ha hecho a la idea de que es "débil como su padre" y que "es hereditario y no molesto".



Katia dibuja siempre a dos personajes: una mamá y un niño. Le propongo interpretarlos. Ella quiere tomar el papel de la mamá, yo hago entonces el bebé. Ella me regaña y me pega, gritando que soy insoportable. Cuando detenemos el juego, le explico que no es gracioso para un bebé no poder defenderse, ser tan poco acariciado o nutrido y con tanta frecuencia regañado o golpeado. Poco a poco, en el curso de las sesiones sucesivas, Katia esboza un comportamiento más maternal, el cual yo propicio por mis ruegos de bebé. Se vuelve más evidente que ya no quiere ser la mamá, sino el mismo bebé.

En las semanas que siguen, se efectúa un lento ascenso: Katia se instala cada vez más en la edad del bebé que desea interpretar. Ella "aprende" a caminar a cuatro patas, después parada; "aprende" a hablar, aplicándose primero a deformar las palabras y después poco apoco, a pronunciarlas bien.

Para limitar los fenómenos de transferencia, estoy atento para subrayar el límite entre nuestra relación real y nuestros papeles para "trabajar". Por ejemplo, en el curso de las sesiones de maternaje, me pongo una especie de delantal que es mi disfraz de mamá. Yo lo retiro al final del juego para retomar mi relación de acompañamiento en el aquí y ahora. (...) Este ir y venir deliberado entre la fantasía y la realidad es aprovechado como una dinámica de progreso.

Tomado de:
Ginger, S. & Ginger, A. (1993). La Gestalt. Una terapia de contacto. México: Manual Moderno, p. 261.